El primer paso de un largo viaje

La literatura empieza con viajes. El de Gilgamesh en busca de la inmortalidad y el de Ulises volviendo a Ítaca. Nosotros empezamos este reto Bradbury con la consigna de escribir un relato sobre un viaje.

Presentamos seis opciones para introducir el azar. Pueden tirar un dado, pueden usar este enlace: Generador de google o usar nuestro humilde generador:

   ?

1.- Vacaciones o luna de miel 2.- Mudanza / Cambio de trabajo
3.- Exilio o emigración 4.- Descubrimiento
5.- Peregrinación 6.- Lanzarse a la carretera (roadmovie)

Animamos a tomarse las consignas en sentidos poco literales: uno puede hacer un viaje de descubrimiento al espacio, en la selva o ponerse hasta arriba de setas y descubrir el interior.

Y cómo dijimos en las reglas que recordamos a continuación, están para saltárselas.

¡Feliz escritura!

Reglas del reto Bradbury

8 comentarios

  1. Charlotte

    Bueno, me tiro a la piscina, ya que solo soy una simple lectora, pero me habéis dado ganas de intentarlo!

    LA MUDANZA
    Sólo fue después de cerrar la enésima caja que ella se vino abajo. Se había pasado la mañana desarmando su biblioteca, libro tras libro. Deteniéndose en cada uno, recordando sus personajes y el universo propio que había disfrutado con su lectura. Porque ella sólo se quedaba con los libros que le habían gustado (los demás, los llevaba a la biblioteca de su barrio, donde siempre encontraban a lectores más entusiastas que ella). Con un trapo les había quitado el fino polvo acumulado poco a poco, para después guardarlos en cajas de cartón. A ratos, se había levantado para recorrer las estancias paulatinamente vaciadas durante los últimos días. ¡Cuántos recuerdos iba a dejar atrás! El olor a humedad del cuarto de baño que no conseguía eliminar, por más que dejara abierta la ventanita que daba al patio interior. El calor del sol que daba a través de la ventana, cuando se tomaba su café con leche los domingos por la mañana. Hasta el ruido de los niños de arriba, cuando correteaban al volver del cole. Todo esto se quedaría allí. Se sentó en el sofá y se puso a llorar. Llevarse las historias de los libros era fácil ¿pero llevarse la suya propia? ¿Cómo abandonar aquí las rayas en el parqué que hicieron el día que cambiaron los muebles? ¿ Y el agujero en el techo, que siempre le hacía recordar con ternura ese cumpleaños, cuando se disparó demasiado fuerte el corcho de la botella de champán? Con el dedo recorrió la grieta en la pared del salón. Recordó cuando, una tarde aburrida, se percató de su presencia. Al principio, era apenas visible y con el tiempo había crecido. Tenía miedo. Miedo a olvidar el frío que hacía en invierno en su gran habitación, y el alivio que sentía al acurrucarse debajo de su vieja frazada. Miedo a olvidar el gato de la casa de enfrente, que se tumbaba en la repisa de la ventana los días de sol. Miedo a olvidar todo lo vivido en ese lugar. Esos pequeños detalles, que eran solamente suyos, ahora ya no le pertenecían – pensaba cuando sonó el timbre. Se levantó, secó sus lágrimas y fue a abrir a los operarios de la mudanza.

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