Hazlo tú mismo
En mi juventud era punki. No de estética, que siempre me ha dado pereza arreglarme, sino como actitud vital. En parte, a pesar de los años que me he echado encima, lo sigo siendo. En aquella época imperaba la cultura DIY, hazlo tú mismo. Una crítica a la cultura del consumismo y un ensalzamiento a la creación individual aunque uno no fuera un profesional. No importaba no saber tocar un instrumento para subir a un escenario, lo importante era la actitud.
Esa filosofía tuvo su eclosión en los fanzines. Publicaciones que se escribían a máquina, se montaban con collages, se reproducían con ciclostil (madre mía qué viejo soy, que he llegado a pasar horas dándole a la manivela) o, en tiempos más modernos, con fotocopiadora. Después se doblaban las páginas, se ponía una grapa y a distribuir.
Han existido cientos de fanzines, algunos apenas dos hojas mal mecanografiadas y otros con tan buena factura que acabaron convirtiéndose en revistas profesionales. En todos latía el mismo impulso creador, las mismas ganas de expresarse aunque quienes lo hicieran no fueran ni periodistas, ni escritores, ni mucho menos maquetadores expertos.
Algo parecido surgió hace veinte años con la llegada de los blogs de internet. De repente se ponía a disposición de cualquiera la posibilidad de escribir y dar a conocer tus ideas a todo el mundo, de publicar una web que podía leerse desde cualquier punto del planeta sin necesidad de ser informático. Solo hacía falta la necesidad de comunicarse. Los blogs tuvieron su momento de éxito pero poco a poco se fueron abandonando. La gente que tenía más cosas que decir se hicieron creadores de contenido en diferentes redes sociales y el resto se fueron convirtiendo paulatinamente en consumidores de esas mismas redes. Todavía hay por ahí algún quijote que mantiene contra viento y marea su blog abierto.
Los fanzines también, casi por definición, eran efímeros. Publicaban uno o dos números y después, el olvido. Alguno aguantaba uno o dos años. ¿Todos? ¡No! Un fanzine resiste ahora y siempre al invasor. Una publicación que mantiene todo el espíritu del háztelo tú mismo, que por supuesto tiene una grapa, y que lleva la friolera de 35 años en la brecha -y lo que seguirá.
Estamos hablando de El naufraguito, una extraña mezcla entre artefacto artístico, creación literaria, publicación irreverente, y diseño exquisito con troquelados y añadidos incluídos. Un fanzine único que es conocidísimo en determinados círculos y al que queremos hacer, con esta revista, un sincero y merecido homenaje.
Un faro que sigue iluminando a todos los náufragos del mundo entero y que les da ánimos y esperanzas. Porque lo que nos encontramos en cada número, además de sus textos mordaces, su estilo único, y sus maravillosos hallazgos estéticos, es un mensaje alto y claro. Exprésate, escribe, comunica. No esperes que los demás lo hagan por ti. Hazlo tú mismo.