Laboratorio 26 de julio: Se me olvidan las cosas

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es escribir un relato sobre el tema ‘Se me olvidan las cosas’. Espero que no se os olvide escribir.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el jueves anterior a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

8 comentarios

  1. cama-león

    Estilo:
    Me mira a través del humo del cigarro.
    Sus ojos se fijan en mi mirada. Durante un instante eterno, me interroga sin palabras. Su silencio empieza a preguntar, a sugerir. Estoy atrapado en medio de un laberinto del que debo salir. Como dicen aquí en Catalunya, en medio de un atzucat.
    El otro hombre también me observa con intensidad. No lo conozco, pero entiendo que, si está aquí, será por un buen motivo. Ha venido a ayudarme.
    He olvidado lo más preciado en un escritor:
    He olvidado mi estilo.
    Mi editor y este hombre me clavan sus ojos.
    Mi editor: Carlos. Bajito. Sin nada que esconder en la cabeza. Camisa ajustada cuyos botones piden clemencia. A punto de jubilarse. Gafas más grandes que su intelecto. Sonrisa más falsa que un duro sevillano (si eres de la ESO, búscalo en Google). Barba más desordenada que su vida.
    Empieza a emitir ciertos sonidos. Carraspea. Esa mucosidad indecisa no sabe si salir o viajar hacia el estómago para disolverse con el ácido.
    —Así que, mi querido amigo Robert, tu estilo se ha impregnado del de tus compañeros y has olvidado el tuyo. Has perdido tu identidad como escritor. Necesitas ayuda para recuperar a tus lectores. Vamos a echarte una mano. Te presento a Bruce.
    Bruce es un chico joven. Unos treinta años, tal vez. Alto, espigado, con una nariz que parece un apéndice de mis relatos. Perilla de intelectual. Guaperas. No como este señor —yo— que ha entrado en los cincuenta sin saber a dónde dirigirse. Perdido. Sin estilo.
    —Adelante, Robert. Muestra a Bruce los estilos que ahora te habitan y que te han desviado del tuyo.
    Lo miró fijamente. Y empiezo:

    1. Introspectivo
    Joven amable, cedes tu sabiduría. Tendrás treinta y pocos. Te apoyas contra la pared y atiendes una llamada. Seguramente es tu amada. O quizás la esposa confinada.
    —No, no, hoy saldré tarde. Mucho trabajo. Reuniones. Y cena con el jefe y unos clientes.
    Te echaré de menos, seas mi esposa o mi amante.
    2. De metáfora infinita
    No quise recorrer este camino, pero el mundo me empujó hacia él. Nuestra relación no funcionaba. La mujer del vestido azul desplomó mi mundo al mismo ritmo que el cambio climático arrasa el planeta. Poco a poco dejamos de confiar. El matrimonio se deshacía. El razonamiento era simple: me enamoré de la mujer del vestido azul y de sus curvas interminables.
    3. Sentimientos directos
    El empleado escenifica un cierto enfado: aprieta un labio y lanza una mirada ostentosa a la mujer que quiere besarlo.
    Impaciente, ese mequetrefe roba corazones. Absurdo. Nunca será el más atractivo, y lo sabe.
    Educadamente, evita el problema. La mira. La desnuda con la mirada. Y vuelve a casa, donde lo espera su mujer.
    —Aquí te quedas, guapa.
    4. Hombre asustado y humillado
    Recuerdo esa primera reacción de desprecio hacia nosotros. Nos rebasaron sin contemplación. Como si no existiéramos. Como si no nos hubieran oído. Como si fuéramos una molestia.
    Quise gritar:
    —¡Que es verdad!
    Pero ya me habían clavado el puñal de la humillación. Me sentí más pequeño que ellos.
    Así nos sentimos cuando el pueblo se enteró de que el hombre fiel, casado durante veinte años y padre de tres hijos, se había enamorado de su secretaria.
    Nos humillaron con sus comentarios. Con sus miradas hipócritas.
    5. Diálogo intenso
    —¡Claro que tienes la culpa! Por esta relación solo me preocupo yo. Porque te quiero. Porque quiero que lo nuestro dure para siempre. Pero tú, siempre poniendo palos en las ruedas, querida esposa.
    —¿Estás rompiendo con tu mujer, querido?
    —Cariño, ya hace tiempo que rompí. Pero tú no te enteraste.
    Miro a los dos.
    —Como podéis ver, no tengo estilo. Me he vuelto un camaleón. Y ya no sé quién soy.
    Mi editor me mira. Luego a Bruce. Y suelta unas palabras que no esperaba:
    —Vamos a ver. A la gente no le importa tu estilo. La gente compra la marca. Da igual lo que haya dentro de la caja. La gente compra los zapatos por el logo. Compra el libro por la tapa.

    Bruce no es escritor. Es lo que hoy se llama un social maker. No ha venido a devolverte tu estilo. Ha venido a enseñarte a moverte en redes. A hacer un reel de menos de un minuto. A posicionarte en Google. A que cuando alguien escriba «relato», tú salgas el primero.
    En el mundo del GPT y de las redes, ¿crees que a alguien le importa cómo escribes?
    Lo que quieren es que escribas. Y si lo hace una máquina con tu nombre, da igual.
    —Necesitas nuevos lectores. Apunta esta palabra: Target.
    Bruce me mira fijamente.
    —¿O sea que creías que era escritor y venía a ayudarte? Todo un honor. Pero no. Coge el ordenador, una libreta y un bolígrafo. Tenemos trabajo.
    Cojo el bolígrafo. El papel. Los miro.
    —Con permiso… unas palabras antes de empezar.
    Respiro hondo.
    —Mundo estúpido, al que no le importa cómo escribo, sino simplemente que escriba. No sé quién es más estúpido de los dos: si tú, o yo.
    Pausa. Me levanto. Me estiro el cuello de la camisa.
    Vaya.
    Parece que he incorporado un nuevo estilo.

  2. Laura

    Me olvido de ti

    Un abismo me impide verte, estamos alejados. No te veo, no me ves, no te miro, no me miras, no te huelo, no me hueles, no te toco, no me tocas, no te beso, no me besas. No estamos. Somos dos entes solitarios cuando caminamos juntos por la calle, cuando pensamos, cuando nos acostamos. Siento frío, mucho frío, frío cuando estamos juntos. El nosotros se ha ido como el humo que va al aire, miro hacia arriba, lo echo de menos, quiero volver a agarrarlo, salto para ver si llego al cielo. Antes podía con todo, por ti, por nosotros, pero ahora me siento una parodia de lo que fui, el salto que he dado es un saltito ridículo, casi sin ganas, perezoso, apenas he levantado el brazo. Miro hacia arriba, busco vestigios del humo que no va a volver, se ha ido, solo queda un recuerdo, ya vago, ni siquiera una ligera mota que ensucie el cielo, algo que fue y que ya no es, que se ha esfumado, que ha desaparecido, que ha muerto. Quiero gritar, gritos ahogados, pero ni eso hago. Y una vez más tiro la toalla, al acostarnos me doy la vuelta en la cama, dándote la espalda y al cerrar los ojos pienso, ¿cómo eran tus miradas? ¿Cómo mi deseo? ¿Cómo eran tus caricias? ¿Cómo era tu olor? ¿Cómo era caminar por la calle cogidos de la mano, de la cintura? ¿Cómo eran tus besos? ¿Cómo era sentir tu calor? ¿Cómo éramos uno solo? Aún viviendo la misma historia, en la misma casa, en la misma cama, no somos uno. Y un día más cierro los ojos y no veo nada.

  3. Pedro Picapiedra

    ¿Narrador? ¿Quién…?

    Aquel personajillo alto y más que enano, ojos bonitos y alma de culo de mico, es Perico, no don Pedro, como mal pretende, diputado por sus malas artes, como dotado de esa fortuna con las mujeres, atada al proselitismo y los pagados yates y restaurantes, que la Pantoja sin el respectivo maletín dinerario, cuándo su gran amor hubiese decantado por don Julián Muñoz, pícaro de poca monta en el arte de la corruptela política.
    ¿Y por qué lo digo? Nadie se engañe, me gustaría olvidar a tal insignificancia, pero mi condición omnisciente me lo impide. Al narrador nadie le es dable rechazar, sea plebeyo, efebo o áulico. ¿Quién se piensa este don Pedrito? Este Perico.
    —Que ni me mentes, plasta que nadie aguanta. ¿Quién eres, sabelotodo? A quién le interesa un sabelotodo. A este protagonista, no. Un narrador que te convierte en su títere: que si ahora pasa esto, que si ahora aquello, que si cavilo esto o aquello, que en el cuarto de baño me la pelo (que lo sé), que engaña a la hija del portero, jovencita, pero más guarra que las palomas de Las Ramblas. ¿Acaso eres Dios? Mamarracho, quien seas, me resbalas mejor que vaselina. Te apalizo ese narcisismo que luces. Que nadie habla por mí, mendrugo. Deja de grabar mi día a día, que me asiste el derecho a la imagen mía, como a que me den la dirección de tu casa, de un cretino como tú, para romperte la nariz y meterte unos cuantos dientes cuello adentro. Y no te atrevas a llamarme Perico, so merluzo, para ti, Don Pedro.
    ……….
    Nacido en un pueblo de cuatro casas y una iglesia pintada de Catedral. ¡Qué fantasía! Salió listillo a pesar de las cuatro vacas y dos cerdos que lo chuleaban y afeaban su pantalón corto de pana aromando a gorrino de porqueriza.
    Qué permiso te pido, palurdo, zote. Soy el gran relator de la historia, omnisciente, omnipresente y omnipotente. Yo modelo la historia, no el autor, pobre lerdo, tan creído de una letra que se repite cien veces. ¿A quién le debo razón o permiso?
    ¡A nadie!
    —Por qué leches me faltas al respeto. Estoy intentando hilvanar esta historia con mucha mano izquierda. Respetando al narrador y al protagonista, a vuestros egos, manías y pellejos. No es mi culpa esa ira y odio que os marcáis uno al otro. Abogo por el respeto y la concordia.
    —No te enrolles, Charles Boyer, muy buenas palabritas, ¡hipócrita!, y cuando te muestro la espalda me acuchillas a modo de Jack el Destripador. Y muéstrame a ese marica de playa que se dice Dios, que lo voy a patear hasta transformarle en un zoquete escritor de chorradas y fantasmadas como tú, que no hay peor cándido que el que se cree escritor porque articula algo de gramática y alguna ecuación semántica. Pero, peor que un escritor es el narrador que brota porque el escritor no sabe qué decir, ni una con palabra con tono o acento. Cabeza chorlito.
    …………..
    Es lo que acontece cuando el autor blandengue, aunque él se adjetiva de benevolente, se empecina en ir de progresista al escribir cuatro letras. Le insultan desde oriente y occidente. No existe el progreso y, por ende, el progresismo. Todo son vanguardismos y modas. En cada instante, el que está arriba manda, y el que está abajo obedece, con látigo o sin él. Que ningún listillo, por muy culterano que se muestre, escucha, Perico, es Dios. Dios solo es uno, y soy YO. Ni tres personas en una sola, ni zarandajas. Yo, y solo yo. Yo soy Dios, so cernícalo. Yo creo la historia.
    —Y yo, el Diablo. El único Diablo, ponte mirando a Cuenca y verás, so imbécil. ¡Yo soy ateo! ¿Se te ha escapado ese detalle?, señor omnisciente. El que lo sabe todo, el que lo narra todo, es el mayor aguafiestas en cualquier fiesta y en cualquier duelo. Hacer la seguidilla al narrador es el peor gatillazo que te puede acontecer cuando has conseguido la mejor tía de todas posibles, y encima está casada. Y viene el chorra éste, y te dice que sí, que ya lo sabía. ¡Imbécil!, ¿qué derecho tienes a estropear la sorpresa? Habría que caparte, envenenarte del peor Alzheimer. Ni se te ocurra escribir una letra sobre lo que hay o deja de haber, o tengo que hacer. Te capo aquí mismo, mamarracho.
    —Por favor, haya paz, señores. Que en el sofoco de esta discusión semeja que ustedes mandan y deciden la historia. Y de eso nada, lo digo afablemente, desde el mejor ánimo y buena intención. Somos un equipo, todos a una como en Fuenteovejuna. La novela es como una casa, una habitación con todos los sujetos y elementos dentro, estamos obligados, condenados a entendernos.
    ¡Lo sabía! Era consciente, aunque pretendiese hacer oídos sordos, que el autor pretendía esa reivindicación tipo LGTBI entre todos, sin mayor distinción ni menoscabo. Te iba a cortar el rabo porque soy de VOX, pero no deseaba que se supiera, pero ya que vas de listo, te lo digo, cómo se te ocurra obligarme a relatar una tarde de fanfarria sexual, te corto la verga. Lo sé, lo afirmo, seguro, te la corto.
    —Bueno, igual me apunto al plan bis a bis, es decir, bisexual, con una única condición, tierno autor. Capar el narrador. Eso no me lo quita nadie.

  4. Mnemósine

    NO ME ACUERDO DEL TÍTULO

    Debe estar por aquí. Me cago en la hostia, dónde la he dejado. Aquí estás puta libreta. Bolígrafo y libreta, supongo que iba a escribir. A ver si encuentro el hilo. Porque, yo quería decir algo, se trataba de eso. El miedo a la hoja en cuadritos, el típico bloqueo del escritor amanuense. Cebollas, ajos, arroz, lentejas, las tomas o las dejas, fairy. ¿Era la lista de la compra lo que tenía que hacer? ¿Para qué he cogido yo la puta libreta? Fairy, tal vez es que ha vuelto el procés y hay que hacer resbalar a los polis, compraré dos. Qué tonto, no he puesto aceite, ¿de qué lo compro? Tal vez de colza, un buen trago y me purgo, aunque no recuerdo por qué me tenía que purgar, creo que voy bastante fino de tripas, si hasta tengo dos baños y vivo solo, soy un extravagante, más que esa gringa, una presentadora que ha vendido el casoplón que se había comprado hacía un año porque no le cabían los caballos. Veintiséis millones de euros. Joder lo que da eso de presentar, dónde se estudia eso. Pues, venga de colza, creo recordar que hubo un tiempo en que se usó bastante, pero eso me queda tan lejos que no me acuerdo. Mira por donde me acuerdo del año, que fue en los ochentas y yo era un mozalbete, no hacía mucho que habían dado el golpe del 23F, cuando entró aquel picoleto en el Palacio del Pardo, cómo se llamaba, Ayuso o Abascal. Estoy seguro que empezaba por a. Qué más da. Con ese salacot parecía un muñeco, de un kit safari de los madelmans. Siempre me ha despertado esa sensación el recuerdo del golpe del 22F, muñecos. El otro día leí que hay gente que tiene miedo a los muñecos, pero no miedito, no, pánico de cagarse, pediofobia, se llama. No confundir con pedofobia que sin duda debe ser un terror inhumano a las ventosidades y flatulencias, ¿y eso incluirá las propias? No me imagino a alguien temblando en la cama después de tirarse un cuesco y subir las sábanas. En fin. Como decía, me acuerdo perfectamente del carabinero ese del 21F, un barbudo con un sombrero como una cabeza de bisonte, con sus cuernos y todo, un tío cachas, como ese al que le succionó una resonancia magnética, eso pasó en los Estados Unidos de la Luna, que país de locos. No va el tío y acompaña a la mujer al médico con una cadena de nueve kilos colgada al cuello. El rosquillo gigante ese, que parece sacado de Star Trek. Pues se lo pilló como un imán de nevera. ¿Quién coño usa una cadena de nueve kilos en el cuello? De entrenamiento, dicen; será para ser jirafa. Si consiguiera retener un rato esto, joder es una buena mierda para un relato, pero es imposible fijar lo que le pasó a este hombre con la máquina de diálisis. Alzheimer, os diréis que tengo. Para nada, es que se me va la bola. Mi coco es un scroll interminable, hasta noto el dedo sobándome la frente para pasar al siguiente contenido. Otro, otro, otro, otro, otro, otro. Joder, párate en algo más de diez segundos, o no, que el algoritmo te va a calar y te las va a meter todas por ahí. Alzheimer, ¿de qué me suena esa palabra? Coño, es aquel famoso general de la Wehrmacht, triunfador de la campaña de Filipinas, sí hombre, sí era el coronel de donde hice la mili. La mili. Buenos tiempos, para la lírica. ¿Lírica o épica? ¿Erató o Calíope? Esas son cantantes, de las buenas, de las de antes, tonadilleras, no esas frescas de ahora, como esa que ponía en el currículum que había comenzado a grabar no sé cuántos discos, pero no los había acabado. Ah, amiga, eso no cuenta, las cosas hay que terminarlas, como yo ahora con este texto que escribo, no porque yo quiera, sino por falta de tinta en el boli.

  5. Olvido Gara

    OLVIDO

    (Un hombre sentado en una butaca con un frasco de pastillas en la mano. Sonríe.)
    SEÑOR
    ¡Mierda! Debería estar contento… pero no ¡Todavía recuerdo! ¡Y no debería, me prometieron el olvido! Aquí lo pone bien clarito: ‘Eficaz 100% contra todo tipo de recuerdos molestos. Felicidad garantizada.’ Pero nada, pienso en ese día y ahí está claro y vergonzoso como siempre. Un momento. Algo pasa. Parece que sí que se va difuminando.
    (Suspira fuerte)
    ¡Aaaahhhhh! ¡Qué tranquilidad! No me acuerdo de nada. Excepto… ¡Vaya! Excepto que me acuerdo de que acabo de recordar. Y eso me está preocupando. Todavía es peor porque ahora me preocupa qué era lo que me preocupaba. Recuerdo que tenía un recuerdo molesto y no sé qué era lo que me molestaba ¿Con qué coño estaba relacionado? ¡Mierda, mierda, mierda! Ahora estoy peor que antes ¡Putas pastillas!
    (Arroja el frasco de pastillas con furia)
    Un momento. Sí. No. ¿¿Sí?? Sí, definitivamente sí. Sonrío y no sé por qué. Pero no cabe duda. Ahora estoy feliz.

  6. panterita_rosa

    Decisiones
    -Así que aquí estás.
    -Aquí estoy.
    -¿Qué quieres?
    -Sabes muy bien qué quiero.
    -Lo sé, pero tienes que decirlo tú.
    -No me hace gracia.
    -Eso ya lo sé. Pero tienes que hacerlo.
    -Necesito recordar… a veces se me olvidan las cosas… bueno, no, no se me olvidan, pero es que vuelven los buenos recuerdos, ¿sabes? Y empiezo a darle vueltas, y entonces empiezo a tener sentimientos contradictorios, y se mezclan con otros recuerdos, y la maraña que tengo dentro de mí crece más todavía. Al final estoy con ese malestar dentro, todo mezclado. Y cuando estoy en el pico empiezan las dudas, y la bola se hace más y más grande. Y aparecen más dudas, y luego acabo acordándome de otra gente, y la rabia y el resentimiento se vuelven insoportables, es como tener un monstruo que no puedo contener, pero luego todo se calma y lo que siento es un dolor profundo, que no sé cómo sacar. Hay veces que está todo mezclado, otras veces la nostalgia hace su aparición también cuando estoy en pleno apogeo, otras veces viene después. Y para colmo la esperanza también hace su entrada. Y otra vez los recuerdos, todos desordenados, y las dudas, y el bucle sigue y sigue. Hay veces que tú también apareces en medio del frenesí, en la distancia, observándolo todo, observándome a mí. Y te veo. Pero no te puedo atender. Tú sigues observando, tomando nota de todo. Cuando tengo un respiro, te atiendo, aunque en la distancia. Entonces la tristeza y un dolor profundo emerge, junto con otros pensamientos. La verdad es que recuerdo perfectamente todas las cosas hirientes, por eso duele tanto.
    -Sí, y también por las cosas buenas. Cuando te acuerdas de lo bueno no puedes sostener lo malo, porque choca. Y sin embargo es lo que tienes que hacer. No está mal que tengas todos esos sentimientos.
    -Es que…
    -Ya lo sé, ya sé lo que vas a hacer. La decisión ya la tenías tomada. Sólo necesitabas procesarlo un poco y algo de valor para afrontar tus miedos y verlo todo tal y como es, y también para afrontar la incertidumbre. Aún te cuesta aceptar del todo la realidad y empezar a atender otras cosas que has dejado postergadas y que también requieren de tu atención. Eso en el fondo también lo sabes y tienes que empezar a tomar acción. También es el miedo al qué dirán. Pero tú sabes qué es lo que quieres hacer y porqué lo haces. Con eso es suficiente.
    -No quiero volver a fallarte, y ya sé que no debería tomarme tanto tiempo en pasar página, y que tengo otros problemas con los que debería ponerme. Estoy estancada. Todo es un caos. No sé, tal vez luego vuelva a cambiar de opinión. Y sigo teniendo ansiedad, bueno… y algo de miedo también.
    -Eso no importa. Tardes lo que tardes, pase lo que pase, decidas lo que decidas, yo voy a estar aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba