Desprestigio del prestigio
Por Juan Pablo Fuentes
El último premio Planeta ha causado polémica. Muchos se han sorprendido de la escasa calidad literaria del premiado compartiendo fragmentos de algunas de sus obras que, realmente, dan vergüenza ajena. Yo, como suele ser habitual, no tengo nada que objetar. La editorial tiene todo el derecho de dar el premio a quien quiera, incluso a un macaco aporreando un teclado. Pero me ha llamado la atención que muchas voces han reivindicado que el premio, antes, tenía prestigio, y que incluso lo ganaban escritores notables.
El prestigio ya no es lo que era. Los que primero se dieron cuenta fueron los programas de cotilleos, al ver que no hacía falta que las bodas, los amoríos, los cuernos y las desgracias le pasaran a gente de verdad famosa. Lo que interesaba, lo que hacía que la gente se enganchara, era el salseo, no el prestigio de los protagonistas. Cuando inventaron los realities rizaron el rizo. La fama se autoproducía. No hacía falta venir del mundo del espectáculo. El mundo del espectáculo le daba la fama al primero que pasaba por la calle.
Ahí no quedó la cosa. Llevamos años en los que muchos programas informativos están copados por opinadores que no tienen conocimiento de los temas de los que están hablando. Los expertos ni están ni se les necesita porque aunque parezca que la gente quiere estar informada no es verdad, solo quiere estar entretenida. Y para eso no hace falta que haya en la mesa alguien que sepa del tema. Basta con que se monte una buena polémica, se grite mucho y se suelten muchos zascas.
El mismo recorrido ha tenido el Planeta. En su momento parecía buena idea tener como finalistas a gente de renombre para salvar las apariencias, pero ya se han dado cuenta de que lo que realmente importa es vender. Los pesos pesados de la literatura ni siquiera salen ya en la tele así que ¿para que marearlos? Vamos directamente al turrón: libros de fácil digestión, escritos por gente de la casa, campaña de marketing y a correr. Total, mucha gente lo va a comprar como regalo y ni siquiera lo va a leer.
Pero yo, que tanta manga ancha tengo, hay algo que no quiero dejar pasar. El premiado, Juan del Val, ha sentenciado: Se escribe para la gente, no para una supuesta élite intelectual. Y por ahí sí que no. Porque eso es ir más allá de desprestigiar el prestigio. Es afirmar que lo bueno, lo que vale, es lo chabacano. Lo otro son tonterías de intelectuales que, además, son supuestos.
No, hijo, no. Yo respeto que te guste más Cincuenta sombras de Grey que Los detectives salvajes. Faltaría más. Pero para nada es mejor. No es mejor el participante de un reality que una cantante, no es mejor un opinador profesional que grita mucho que un experto, y no es mejor, ¡ni de lejos!, un libro de Juan del Val que uno de Bolaño. No siempre nos va a gustar lo mejor, pero no por eso deja de ser mejor. Así que, Juan, se lo diré más o menos como usted escribe: Váyase usted a la mierda.