La última prueba de tu existencia: a propósito de El maestro y Margarita
por Irina Mishina
Hace unos meses, Rusia se conmovió por la noticia del estreno de una nueva interpretación cinematográfica de El maestro y Margarita. La obra inmortal de Bulgákov desde sus orígenes estaba envuelta en el aire místico al fin y al cabo el diablo es el protagonista. Y jugar con el diablo es jugar con el fuego. El hecho que el mismo escritor, en su ardor de trabajar sobre la novela hasta el último día de su vida, admitía que una fuerza superior le empujaba a hacerlo, a pesar de sus propios intentos de destruirla, llevó a las sospechas de que estaba poseído. Desde entonces, la obra obtuvo el aire de maldición, especialmente en su relación con el cine.
En Rusia los intentos de adaptar la obra a las pantallas azules no tuvieron suerte. Muchos proyectos murieron en sus inicios por circunstancias varias. Algunas ambiciones consiguieron manifestarse, pero sin llegar a demasiados ojos y almas de espectadores por pasar décadas estancadas en archivos. La adaptación más exitosa podría considerarse una serie producida en 2005 con un reparto estelar (aunque otras colaboraciones tampoco podían quejarse de falta de talento), pero incluso aquel proyecto no evitó la fama de la obra maldita. Los calvarios persiguieron a los participantes sin cesar, desde varias enfermedades, infartos incluidos, que sufrieron los actores durante el rodaje hasta el hecho de que 18 de los miembros del reparto dejaron este mundo en los cinco años consecutivos después del estreno.
Así que podéis entender la conmoción. Las especulaciones sobre qué podría presagiar la aparición de esta nueva creación no faltaron. Las voces reconocidas y respetadas se dispusieron a analizar los mensajes místicos de la novela para llegar a la conclusión de que no nos espera nada bueno. Teniendo en cuenta el estado del mundo, no hace falta una nueva adaptación de la novela maldita para conjeturar un augurio apocalíptico, pues creo que podemos cumplir el pronóstico sin ayuda del diablo.
Escribir sobre El maestro y Margarita es una tarea problemática. ¿Acaso no se ha dicho ya todo? ¿No se han descubierto y estudiado escrupulosamente todas las capas de los significados posibles? Podemos hablar sobre las malicias y las opresiones de los regímenes totalitarios. O sobre el bien y el mal, y cómo uno no puede existir sin el otro. Sobre las cuestiones religiosas y espirituales (hay quienes afirman que la novela creó su propia versión del cristianismo). Sobre el antagonismo eterno entre el creador y la mediocridad. Sobre qué fácil es destruir a un artista. Sobre si arden o no los manuscritos. O, cómo no, sobre el amor verdadero.
Sin embargo, he logrado tener una nueva revelación. Desde mi primer encuentro con la novela, una parte de la narración siempre tocaba mi alma más que las demás: la relación entre Poncio Pilatos y Joshuá. La última escena, cuando el liberado quinto procurador de Judea, finalmente, se reúne en el camino lunar con aquel a quien había condenado, siempre me lleva a un estado de exaltación que me hace llorar. Cuando leí el libro por primera vez, me atraía la idea: dios es amor. Durante décadas veía esa relación como un símbolo del anhelo del hombre por lo divino. Pero mis andanzas esotéricas me han llevado a los rincones que el mainstream cristiano consideraría muy oscuro. Y, sin embargo, sigo llorando en el camino de la luna.
Esta vez, repasando las páginas tan queridas por todo el mundo, sintiéndome agitada junto con Poncio Pilatos, mientras él, desesperadamente, buscaba la manera de esquivar las corrientes políticas para salvar al pobre filósofo, solo una pregunta se pulsaba en mi cabeza: ¿Por qué?
¿Por qué nos afecta tanto al procurador y a mí? Es cuando tuve la epifanía: al lavarse las manos, Poncio Pilatos se traiciona a sí mismo. El encuentro con Joshuá efectivamente le pone cara a cara con su naturaleza divina. Pero no en el sentido dios es amor. Simplemente empieza a descubrirle algunas verdades sobre él mismo. Y cuando uno traiciona a su propia verdad, entonces viene el trickster (embaucador).
Ser fiel a uno mismo no tiene nada que ver con seguir firmemente a ciertos principios o con justificar las propias estupideces declarando soy así. No, tiene que ver, más bien, con atreverse a seguir la voz sutil dentro de ti que desafía toda la razón, pero que te abre el camino que sabes que es solo tuyo y no emprenderlo parece equivaler a la muerte. Si Berlioz hubiera escuchado aquel malestar en el cuerpo que sintió al principio de la conversación insólita con el extranjero maldito en el banco de los Estanques del Patriarca, habría conservado su cabeza. Pero no es fácil arriesgarse a ir contra la razón. Efectivamente, la cobardía es el peor de los pecados, cuando hace a uno a traicionarse a sí mismo.
El trickster, a pesar del aire del engaño que le rodea, es el defensor definitivo de la verdad. No la verdad objetiva, medida y establecida por la mayoría, encerrada dentro de la prisión de la moral a pudrirse. No, la verdad que vive dentro de cada uno a pesar de las cajas impuestas por lo colectivo, la verdad oprimida por las reglas y tabúes, pero que tarde o temprano demanda ser liberada. Desatenderla lleva a la destrucción.
En el tarot, el arcano del Loco representa este arquetipo del Sagrado Tramposo (trickster), el Santo Embaucador que te invita a reconocer todos tus deseos ocultos, reprimidos por los se debe y se hace así, a desprenderte de todas las prescripciones y tomar el camino hacia lo desconocido, al camino del aprendizaje y descubrimiento de lo nuevo. Descubrimiento de ti mismo. Autoexpresión, lo llaman hoy en día. Pero la entendemos mal. No se trata de sacar al mundo tus traumas a gritos, reclamando la atención: ¡Mirad! ¡También estoy aquí!. Seguir al Loco significa obedecer a lo que un trickster famoso del siglo xx, Aleister Crowley, llamó la voluntad verdadera. No temáis, oh, los luchadores contra los males del individualismo: cuando escuchas a esta voz interior que te revela tus deseos más profundos, resulta que tu voluntad verdadera siempre coincide con la voluntad del universo. Respetar al trickster dentro de ti hace posible lo imposible. Pero ignora su llamada, y las fuerzas del caos desatarán un infierno.

El tema del trickster en El maestro y Margarita tradicionalmente se relaciona con Fagot y Popota. Ellos cumplen los criterios, ellos son los traviesos que propagan el pánico y el desorden. Voland, al parecer, es otra cosa. Él solo observa, pero desde su posición del cardinal gris, del poder oculto, es él quien en realidad mira dentro de cada uno para sacarlo ante el juicio final: ¿sigues o no sigues a tu propia verdad? Nadie pasa la prueba. Todos mienten. Sobre todo, se mienten a sí mismos. ¿Sabéis quién es el único que escapa al castigo diabólico, aparte de la pareja de los amantes titulados? El pirata-jefe del restaurante de la Casa de Griboedov, Archibald Archibaldovich. Es el único que reconoce las fuerzas del caos por lo que son —la energía que limpia el sistema— y tampoco pretende ser lo que no es. Por eso se salva. No es mejor que los demás. Simplemente, vive su propia verdad.
No nos serán suficientes las páginas de esta revista para hablar sobre todos los significados atribuidos a la figura del diablo y a los nombres y personajes que se han asociado con él a lo largo de los siglos en diferentes tradiciones. Dos datos me parecen relevantes ahora. Por un lado, en muchas enseñanzas esotéricas el diablo a menudo simboliza el libre albedrío y requiere el ejercicio de la fuerza de voluntad de uno. Y para esto uno tiene que mirar honestamente dentro de sí, sin ello la expresión de la voluntad verdadera no es posible. Por otro lado, dicen que originalmente en la tradición judía la figura del diablo representaba la potencia necesaria de oposición, la fuerza que obstaculiza el camino incorrecto. Hoy en día en la mentalidad israelí esto lleva el término, el décimo hombre, aquel cuyo rol es cuestionar el pensamiento mayoritario para el bien del sistema. Es decir, un trickster oficial.
Ya veis, Fagot y Popota solo hacen humo. El tramposo definitivo de la novela es Voland. Y la importancia del trickster para revelarnos nuestra verdad es el tema del libro. El propio epígrafe lo descubre desde el principio.

En realidad, el trickster no defiende ni el bien ni el mal. No toma partido, él siempre está al otro lado. Cualquier sistema necesita un encuentro periódico con desorden y caos para no estancarse. El trickster es el sacerdote de las fuerzas propulsoras de la innovación y crecimiento. Pero cuando la revolución se convierte en el status quo, cuando la tolerancia se vuelve intolerante, y los dioses bondadosos empiezan a creer que su bien es la única verdad para todos, aguardad: pronto vendrá Loki para montar un Ragnarok.
Así que, el estreno de la nueva película encaja perfectamente con nuestros tiempos: vivimos en los días del Trickster. El caos destroza todas las reglas que regían nuestras vidas y que nos parecían inamovibles, para que cada uno, finalmente, mire dentro de sí para descubrir lo que estaba oculto. Y de la misma manera que Bulgákov afirma que la existencia del diablo es la última prueba de la existencia del dios, la presencia del trickster en tu vida es la última prueba de tu existencia. Y cuando te parezca que tu mundo se está cayendo en pedazos y ya no tengas nada a lo que agarrarte, recuerda:
Ahora, sí empiezas a vivir.