Laboratorio de escritura 3 de junio: La memoria

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

Para esta sesión la consigna es escribir un relato acerca de la memoria. Puede ser la memoria familiar, histórica o personal. Recuerdos dolorosos o amables. Reivindicativos o cotidianos.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el día 1 de junio a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

3 comentarios

  1. Julián

    Por una cajetilla de tabaco

    Jaime está en casa como todos los martes a las cinco y media y va a pasar conmigo una hora hasta que se vaya a la academia de inglés. Pero hoy al sentarse en el sofá ha dejado las llaves, el móvil y un paquete de cigarrillos sobre la mesa. Lo he mirado muy serio y le he dicho, no empieces a fumar, que antes o después tendrás que dejarlo. Me ha devuelto la mirada con esa sonrisa socarrona de adolescente rebelde y me ha respondido, abuelo, seguro que fumaste como un carretero en tu juventud y te veo muy bien de salud. Sin perder mi seriedad le he dicho, claro que he fumado, Jaime, todos los hombres fumábamos en esa época, pero deja el tabaco carajo, que solo trae desgracias. Nunca le digo a ninguno de mis nietos lo que tiene que hacer y no suelo usar este tipo de expresiones, por eso Jaime se ha puesto a la defensiva. Abuelo, no te pongas así, no fumaré delante de ti y se ha levantado para guardar el paquete de tabaco en el bolsillo del abrigo para sacarlo de mi vista. Cuando ha vuelto y se ha sentado de nuevo a mi lado nos hemos quedado en silencio unos instantes solamente con el ruido de la tele de fondo y al final ha insistido, nunca te he visto fumar ¿cuándo lo dejaste? y le he respondido seco, lo dejé cuando tuve que dejarlo. Jaime me ha mirado incómodo y hago ver que miro la tele como si me estuviera interesando el programa. Me sabe mal haber dicho esta estupidez y en este tono, pero me alivia haber acabado esta conversación. Me estoy dando cuenta que se están asomando unos recuerdos que pensaba que por no hablar de ello se habían quedado olvidados, pero ahora se van ordenando a medida que van apareciendo hasta que me doy cuenta que la cara de ese chico es como un fantasma reencarnado en mi nieto ¿Cuánto tiempo llevaba olvidado? ¿Cincuenta? No. Deben ser más, si eso fue en el 39 hace más de sesenta años. He dejado de oír la tele y en mi mente oigo la voz áspera de uno de los soldados con los que estamos haciendo corrillo mientras fumamos que dice, este es uno de los salieron anoche sin permiso del campamento para ir a ver su madre y su risotada resuena en mi cabeza, lo miro con asco y veo en su cara su maldad al explicarnos a quien vamos a fusilar y giro mi cabeza para ver al chico que está forcejeando mientras lo están atando a un poste ¡Soldados en fila! Nos grita el teniente y los seis fusileros nos ponemos en línea delante del chico ¡Preparados! Apoyo el fusil en el hombro y a través de la mirilla veo al chico que ahora es Jaime que se mueve asustado moviendo la cabeza dando bocanadas de aire. ¡Apunten! Como no consigo que mi fusil deje de moverse apunto al pecho ¡Fuego! Cierro los ojos y mi disparo se confunde con el de mis compañeros. Cuando el teniente me entrega el paquete de tabaco por presentarme voluntario como fusilero me pesa en la mano y cuando me estoy dirigiendo a las letrinas y oigo el tiro de gracia estrujo el paquete en mi mano. Me he convulsionado llorando y Jaime que está sentado a mi lado en el sofá me ha abrazado y me ha dicho, abuelo, no te preocupes, dejaré de fumar, te lo prometo y aún con su brazo en mi espalda que me ha reconfortado más de lo que él ha podido imaginar le he respondido, no es eso, fuma lo que te dé la gana, pero no hagas el imbécil por conseguir tabaco.

  2. admin

    Sirenas
    Era el hermano de mi abuelo, pero siempre le llamé tío. Era grande y fuerte como un gigante y sus historias eran fantásticas. Había esquivado la guerra civil y las miserias de la posguerra gracias a su vida nómada. De muy joven se metió de polizón en un carguero y recorrió medio mundo. Formó parte de un circo. Trabajó en unas minas de diamantes. Había cruzado un desierto en camello. Cuando era niño lo que más me gustaba en el mundo era ir a su casa y abrir su álbum de fotografías. Me subía en su regazo y le preguntaba por cualquiera de esas instantáneas, que parecían sacadas de una película de aventuras. En una de mis preferidas posaba con un escueto taparrabos, sujetando a dos chicas, una en cada mano, con unos biceps como pelotas de fútbol y un enorme bigote que parecía postizo. La típica postal de forzudo de circo. Una vida buena, la del circo, me decía. Lástima lo de la sirena. ¿La sirena? decía yo extasiado. Estábamos en Calais. Si hacía buen tiempo, podías ver la costa de Dover desde el mástil más alto del circo. Me pudo, como siempre, que soy un bocazas. Les dije a todos que podía ir nadando por la mañana y volver por la noche. ¿Podías? Claro, era pan comido para un chicarrón del norte como yo. Estos brazos se crearon luchando contra el Cantábrico, cruzar el canal de la mancha era un paseo. Tenías que haberlo visto, estaba el circo y el pueblo al completo, y yo como en la foto, con mi taparrabos. Les hice un gesto con la mano y me zambullí en el mar. Debía llevar la mitad del recorrido y no estaba ni medio cansado, pero a algún diosecillo le debió ofender mi soberbia, porque se empezaron a juntar nubes negras encima de mi cabeza. Si acelero, llego, pensé. Pero no. Se formó un torbellino, parecía que hubieran sacado el tapón del fondo del mar y toda el agua se escurriera para abajo. Y yo con ella. Estoy muerto, pensé. No tenía miedo, me había bebido la vida por los cuatro costados y estaba preparado para lo que viniera después. Caía hacia el abismo cuando, delante de mis ojos, apareció la cara pecosa de una pelirroja de ojos verdes. Me dio un beso con sabor de alga y me di cuenta de que podía respirar debajo del agua. También supe que le había hecho cosquillas con mi bigote. No, no se puede hablar debajo del agua. Era algo extraño, como si lo sintiera. Me besó muchas veces mientras me llevaba de la mano camino de su casa y cada vez notaba dentro de mí cómo se reía por dentro. Era una sirena, claro. A mí ya me había parecido ver alguna cuando salía a faenar con mi padre, pero nunca había tenido una tan cerca. Tenías que haber visto cómo vivían, en una especie de cuevas en un acantilado submarino. Siempre iban desnudos, pero se ponían muchas joyas. Debió correr el rumor de que mi bigote daba cosquillas porque todas las sirenas buscaban alguna excusa para besarme. A los tritones, claro, no les hacía ninguna gracia. Podría haberme quedado a vivir para siempre, pero me marché al mes. Sabía que acabaría peleándome con alguien y, además, echaba de menos la tortilla de patatas. Cuando volví a la costa el circo ya se había ido, y yo me subí en el primer tren que pasaba por allí, que me llevó hasta Italia, pero eso ya es otra historia.
    Yo salía de su casa con la cabeza en las nubes. Luego mi abuelo se reía y ejercía de desmitificador. Mi hermano tuvo un lío de faldas con uno del circo y montó lo de cruzar el canal para escaquearse. Se fue siguiendo la costa a un pueblo cercano, donde no dudo que se daría el lote con alguna pelirroja. Pero de sirenas, nada. Mi tío ponía cara de no le hagas caso y me guiñaba el ojo mientras me decía, recuérdalo siempre, si quieres enamorar a una sirena, déjate un buen bigote. No hace falta decir hacia donde se inclinaba mi corazón y mi confianza.
    En la adolescencia intenté imitar a mi tío, pero solo me salían cuatro pelos mal avenidos que semejaban más un césped mal cuidado que el mostacho de un forzudo. Así que me resigné a ir siempre bien afeitado y es por eso, me digo a mi mismo, que nunca me ha besado una sirena.

  3. Carlos Gallego

    BRIGADA DE LIMPIEZA

    Dos hombres por un ancho pasillo, arrastrando los pies, como cada madrugada. Uno de ellos empuja un carrito repleto de artículos de limpieza, el otro se ha parado y, apoyado en la pared, enciende un cigarrillo. En la mano tiene un papel plegado varias veces.
    -¿Qué es eso? El hombre que empuja el carrito se ha parado, habla sin ningún entusiasmo.
    -Mi colega dice que es importante.
    -¿El del sindicato?
    -Sí. Dice que lo pilló de la mesa de un jefazo de la planta quince.
    Desdobla el papel y empieza a leer torpemente.

    • […] Asisten: Doctor Pedro Baeza, neo-historiador; señor Cayetano Álvarez de Arenales, libre pensador ministerial; señor Evaristo Ramiro Sotocastro, Subsecretario de Revisión Formativa; doña Jimena de Urdiales-Palenque y García de León, Asociación de Madres Cristianas.
    No presentes: don Borja Galván de Bohórquez, representante de la Casa Real.
    • La señora Urdiales-Palenque y García de León, como moderadora, inicia la sesión. Expone el primer punto del orden del día…

    La puerta del ascensor se abre, con disimulo, el limpiador deja caer el papel en el cesto de basura. Le guiña un ojo a su compañero. El vigilante nocturno estira la cabeza fuera, hacia el pasillo, contempla a los dos hombres desde la altura moral y económica que le confiere su puesto, dos grados por encima de las fregonas. Sin dirigirles la palabra entra de nuevo en el ascensor para seguir con la ronda.
    El primer limpiador rebusca en el cubo y rescata el papel que estaba leyendo. Evitando ensuciarlo todavía más, lo alisa con el canto de la mano. Se acerca la hoja a la cara y retoma la lectura con esfuerzo. No encuentra el punto donde lo ha había dejado y se salta algunas líneas.

    • […] el señor Ramiro Sotocastro incide en el gran peligro que representa Darwin y su pensamiento. Propone cortar de raíz y borrarlo de todos los libros de texto.
    • -El señor Álvarez de Arenales sostiene que la eliminación siempre deja huellas y acarrea el riesgo de que la figura sea recuperada. Se enzarzan en una discusión estéril […]

    -¿Darwin? Antonio, no te suena ese nombre. ¿No es un delantero del Chelsea.
    -Mira que eres paleto. Del Liverpool, es del Liverpool, que lo fichó del Benfica por una millonada. Anda, calla y déjame que siga. Ehhhh. -El hombre repasa con el dedo las líneas del texto.

    • […] el señor Sotocastro nos ofrece una escueta semblanza del personaje. Un resentido que culpaba a Dios de la muerte de su hija Anne, de ahí su hereje negación de la creación vertida en el ominoso libro El Origen de las especies. Los presentes coinciden en lo pernicioso que resulta su pensamiento.
    • Álvarez de Arenales hace una breve presentación de los proyectos que están en marcha para contrarrestar el mamotreto de Darwin; dos series y un canal humorístico de Tik Tok. Doña Jimena considera que se trata de poco material y expresa sus dudas sobre la posibilidad de que acabe apareciendo como alguien digno de lástima y, peor aún, empatía. El doctor Baeza golpea la mesa y arguye, “ahí es donde aparece Hitler”.

    -¿Quién es Hitler?
    -No sé, Pepe, debe ser otro jugador. No me estoy enterando de nada. -Pepe aparta el carro contra la pared y busca un cigarrillo en los bolsillos, Antonio le ofrece un mechero sin despegar los ojos del papel.- Comienza a aburrirme el tema.
    -Sigue un poco.

    • […] ante el pasmo del resto de participantes, el doctor se explica. A su entender, Hitler es la medida de todas las cosas, basta con introducir su nombre en una discusión o relato para desvirtuar toda verdad, en palabras suyas “cuando lo consigues meter, has ganado”. El doctor Baeza aboga por establecer que las ideas de Hitler se basan directamente en las de Darwin, mezcladas, a su vez, con las del insidioso Nietzsche. Cree que esto se debería reforzar demostrando que Darwin y Hitler mantenían una sólida amistad. Ramiro Sotocastro replica que no coincidieron en el tiempo, que Darwin ya llevaba siete años “muñeco” cuando Hitler llegó a este mundo. Baeza zanja el dilema sentenciando “paparruchas, ya nadie recuerda nada de antes de la pandemia”.
    • Doña Jimena interviene. Se muestra entusiasmada con la idea y sugiere introducir que los campos de concentración fueron un gigantesco experimento del desalmado Darwin. Álvarez de Arenales insiste en la necesidad de usurpar el significado de la palabra evolución. Todos están de acuerdo, pero creen que es tema secundario frente a la creación del nuevo relato.
    • El señor Borja Galván de Bohórquez, representante de la Casa Real, se incorpora telemáticamente a la reunión. Se le hace un somero resumen de lo tratado y, él también, manifiesta su júbilo ante lo dicho. Aporta que, en su opinión, lo de los campos de concentración está de miedo para una serie, lo califica de “rama de ketama”. El resto de presentes no parece entender el significado de la alusión. Doña Jimena lo busca en google y arruga el ceño. A Ramiro Sotocastro le preocupa que surjan voces diciendo que es mentira. Álvarez de Arenales, ya totalmente convencido, le indica que tenemos a Hitler y las voces disidentes serán tachadas de negacionistas. Galván de Bohórquez expresa el temor, compartido por doña Jimena, de herir la sensibilidad del público fascista, terraplanista y antivacunas. Sotocastro dice que a nadie le importa un pimiento el nazismo, excepto a los amantes del misterio, obsesionados con la Ahnenerbe y los ovnis. El malo es Hitler. La señora Urdiales-Palenque y García de León, ahonda en el argumento, y añade que si fuera necesario, se podría decir a todos que los judíos eran anunnakis y a los judíos que los árabes son reptilianos que han propagado el bulo. Agotador. El comentario es acogido con profusas carcajadas.
    • El señor Ramiro Sotocastro recapitula el punto tratado. Darwin fue un resentido con Dios, alma mater de Hitler, al cual acunó como un polluelo para poder disponer de carne de cañón con la que perpetrar sus experimentos genéticos al más puro estilo doctor Moreau.
    • Doña Jimena indica que vamos tarde y se debe pasar al siguiente punto: Franco. Varios de los reunidos exclaman que no ven necesidad de intervenir[…]

    -Tira esa mierda -dice Pepe-. Uno de la décima me ha dicho que la navidad pasada encontró un documento con los resultados de la liga. Repone las máquinas, ahora debe estar en la cafetería.
    -¿Y quién se la lleva?
    -Otro año que no la ganamos, Antonio.
    Los dos hombres siguen su recorrido por los pasillos del Ministerio de Axiomas y Nuevas Realidades; limpiando a su paso.

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