Laboratorio 29 de junio: Los personajes salen de los cuentos

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es escribir un relato en el que personajes de los cuentos tradicionales se internan en otras tramas, otros espacios, otros tiempos. Podemos tener personajes cruzados, que se cuelen en los cuentos de los otros. Como consigna adicional no pongamos nuestro nombre real en los comentarios.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el jueves anterior a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

8 comentarios

  1. Concejo

    Los tres cerditos

    —-Era una loba. Desde siempre nos lo tiraba a la cara. «Cerditos, sois unos cerditos. Yo, una loba, la loba que a dentelladas os comerá, vuestra carne, chuletas tiernas».

    El mayor explica, pavor en su cara, sus gestos temen, aunque aprieta un rictus de fin, se acabó. O nunca más, o tirarse por la ventana.

    El inspector de policía repasa a los tres niños de ocho, diez y doce años. Un drama, una de estas tragedias que rompen la lógica tranquila que la sociedad pretende. No se trata de matemáticas, sino de pura esquizofrenia. Una confesión a vómito.

    —Sería una manera de hablar, era vuestra madre. Y tú eres el mayor, ya con doce años, tenías más sentido común.

    —¡Ya!, algo de eso gritaba la loba. «¿Qué coño haces con tus hermanos? Enséñales a mendigar y a sacar dinero como sea. Gimotear por las esquinas, tiraros al suelo, arrastraros como cerditos, chupad los zapatos a los guiris, mangonead por las tiendas, pero si os trincan os despellejo. ¿Me has pillado, cerdito mayor?» Y al principio me retorcía, la bestia, la oreja; más tarde, no, le gruñía con mis dientes preparados.

    —Verdad, es verdad, usted sabe. Le tenía mucho miedo, era una loba. Lo cascaba siempre. Yo sería el primero, mi carne era más tierna, el cerdito enano, decía, y reía, se reía. Me meaba de canguelo, ¿verdad que sí? Me meaba por miedo. Solo por eso. El calzoncillo meado encima de la cabeza y me cascaba mucho, con un cinturón de cuero duro.

    Un mal lenguaje el del pequeño, pero su cara espanta, una especie de terror que tiembla en sus labios y por sus manos. El Inspector no entiende, qué madre en el día de la bestia es capaz de hacer esto con sus hijos. Ni palabras de aliento, ni apretarles un gramo, está fuera de juego, y se limita a preguntar: ¿Qué pasó?

    —Lo dijo, inspector, lo dijo. ¿Verdad que lo dijo, cerdito mayor? Estaba harta, muy harta, no traíamos a casa más que cuatro chavos y dos mierdas. Esto se iba acabar. Sí que lo dijo, ¿verdad, cerdito enano? Sí que lo dijo, iba en serio, quería pasta, mucha pasta el día siguiente. Y si no, rajaba a los cerditos, nos comería los hígados. Luego eructaría a nuestra salud.

    —¿No tenéis nombres?

    —Cerdito mayor, cerdito mediano y cerdito enano. A mí porque era el pequeño.

    —¿Y bien?

    —Preparé mi habitación. Malvivíamos en una casa abandonaba, petaba por todos los lados, tope sucia y rota. La habitación del cerdito pequeño no tenía puerta, solo una cortina guarra. La del cerdito mediano, tampoco, y puso un cañizo que chorizó en un desguace. La mía tenía puerta, ya me encargué, y tanto que sí.

    —Entró a trompazos ese día, estaba ida, muy curda. Con los brazos arriba y abajo, se me acercó, siempre a mí el primero, al enano. Me cagué…

    —Es verdad señor inspector, entró borracha «dónde están mis cerditos», «ese dinero calentito», «malditos, os voy comer vivos». El enano corrió a su habitación y yo no esperé y me metí a la mía, el cerdito mayor me dijo que esperase, pero estaba cagado, babeaba y aquellos dientes, los dientes de arriba salidos, casi se comía los labios, y gritaba y chillaba. Me cagué vivo.

    —Persiguió al enano hasta su habitación, apartó la cortina y entró, pero con el pedo que llevaba se cayó y el enano corrió a la habitación del cerdito mediano. Como una loca corrió allí, de una patada tiró el cañizo, y los persiguió por la habitación, pero estaba borracha, y se escaparon. Se metieron en mi habitación, eché el cerrojo y me escondí.

    —No entiendo.

    —¿No es tan listo, madero? Lo tenía preparado, llegó la loba y se rió la muy idiota. Yo no mendigaba. Daba tirones, bolsos y joyas, me hice con una cheira automática y robaba con la hoja en el cuello de cualquier súper. Hoy tengo pipa y robo algún que otro banco. Yo cuidaba de mis hermanos, nadie lo hacía, lo hacía yo. Y la loba, la loba…, ella o nosotros.

    —Es verdad, inspector, ella venía a por nosotros. Es verdad, dice la verdad el cerdito mayor.

    —-Cierra el pico, cerdito mediano. La loba se reía, la loca: «cerditos idiotas, el cerrojo está por fuera, tontos del culo, mirad, que fácil abro. Estúpidos». Y entró y no había nadie, ninguno dentro, y yo la encerré. Enloqueció, chillaba y tiraba todo, hasta que vio el pequeño agujero en la pared. Yo la esperaba, cuando se acercó le lance la lata de gasolina y la cerilla detrás. Jo, cómo gritaba, pero ahora era ella la que se cagaba de canguelo, «perdón, perdón, mis cerditos, sacadme de aquí», gimoteaba;, «cerdos, sacadme de aquí», chillaba. Había maderas y muebles, ya me había encargado, quemamos a la loba. Finito, a tomar por el culo tanto miedo.

    El inspector, su café en la mano, negro muy negro, solo en su despacho. La realidad se ríe de su realismo, tamaña crueldad no la entendemos y la transformamos en patológico surrealismo, y decimos eso, eso de que la realidad supera a la ficción. Escribe en el dossier:

    «Erasen tres cerditos aterrorizados. Erase una loba borracha, sádica y muy borracha, los maltrataba. Erase una vez que la loba, madre desnaturalizada, quiso quemar a los cerditos, pero borracha se quemó sola, los cerditos escaparon».

    Caso cerrado.

  2. Azucena

    Zapatos perdidos

    El dinero me lo tienes que dar por adelantado. Muchas gracias. En el baño tienes una palangana por si quieres lavarte ¿O prefieres que lo haga yo? No seas tímido. ¿Te parezco una princesa? ¡Ay, que mono! Puedo ser tu princesa si quieres. Bailo muy bien el vals ¿sabes? La cabeza levantada, mirando al horizonte. Un, dos, tres, un, dos, tres… Los pies casi sin tocar el suelo, flotando, flotando y girando. La música te balancea. He bailado en palacio ¿sabes? A ti te lo puedo contar, será nuestro secreto. Tienes cara de buena persona. Tenía quince años recién cumplidos y limpiaba los suelos de una familia noble venida a menos. Mala gente. Llevaba un cubo de agua casi a rastras cuando me vio una ojeadora de palacio. Alcahuetas que como cucarachas se metían por todos los rincones en busca de carne fresca. ¿Quieres salir de esta vida de mierda? Claro que quería. En unos años mis manos estarían tan agrietadas que ningún hombre querría mis caricias. Yo ardía por dentro con mi juventud recién estrenada. Este viernes no te acuestes, vendré a buscarte. Me llevó a su casa, me bañó y me perfumó. Tienes las tetas duras y sabrosas, pero los pies pequeños. Me peinó, me maquilló y me puso un vestido azul que parecía cosido por los ángeles. ¡Al baile! Llegamos a palacio en carroza, yo y otras infelices como yo atraídas como polillas a la llama. En el salón se nos comían con los ojos. Sabíamos cual era nuestra labor, nos habían aleccionado bien. Decir que sí a todo. Yo rezaba para mis adentros, por favor, virgencita, dame suerte. Me escuchó porque nada más entrar lo tuve delante de mí. Tan guapo en su uniforme de gala, el joven más guapo que había visto en mi vida. Me cogió de la mano y empezamos a girar. Yo volaba, mareada por su perfume, por las luces del techo. Bebía una y otra copa de champán. En la cama tuve un instante de miedo. Me quitó con suavidad los zapatos. Metió la nariz entre mis dedos y aspiró como si estuviera a punto de ahogarse. Su lengua me hizo cosquillas en la planta de los pies. Písame la cara. Y yo pisé mientras se metía un pie en la boca y su erección crecía y crecía y la metí dentro de mí y fue todo muy suave porque yo estaba empapada y se derramó en un instante y me hizo la mujer más feliz del mundo.
    Dormido parecía un ángel pero vinieron a buscarme. Me sacaron de la alcoba, me dieron unas monedas y volvieron a dejarme en la casa donde trabajaba, la alcahueta me felicitó y entraba en mi habitación mientras en el campanario sonaban las doce. Apenas pude dormir. ¡Esta niña está en babia! Fregaba lo suelos con la mirada perdida y feliz. Yo no lo sabía pero el palacio era un escándalo. Porque el príncipe se había encaprichado de mí y quería volver a verme y sus padres que no, que de eso nada, que hasta ahí podíamos llegar. La alcahueta podría haberle dicho de donde me había sacado, pero la habían apartado convenientemente. Creían que así se calmaría su locura. Imposible reconocerme sin vestido, sin maquillaje, una chica cualquiera de la calle sucia y mal peinada. Por eso se inventó lo del zapato. Obligó a todas las jóvenes del pueblo a desfilar por palacio y mostrar sus pies desnudos. Yo temblaba cuando me tocó el turno y volvió a meter la nariz entre mis dedos y aspirar como un condenado a muerte y gritó ¡Es ella! Siempre se salía con la suya. Fuimos muy felices hasta que me quedé embarazada. Me casó con un edecán de la corte para disimular el asunto, un pobre desgraciado que hizo bien su papel de cornudo consentido a cambio de una buena dote. Cuando nació mi hijo casi me lo arrancaron de los brazos. Sé que es mayordomo en palacio, no sabe quien es su padre pero sé que lo tratan bien. Ni se me ocurriría volver a verlo. Me matarían.
    Cuando el príncipe se cansó de mí el cornudo empezó a pegarme. Ya no era la favorita de nadie y él no tenía miedo. Creía que se vengaba de la vergüenza de su honor. De los años que tuvo que fingir que éramos una familia feliz mientras por la noche el príncipe se colaba en mi alcoba y él tenía que rechinar los dientes en su habitación. Pero no, simplemente era un hijo de puta. Un cobarde de mierda al que le gustaba maltratar a quien fuera más débil que él. Ahora me tenía a mano y sabía que podía hacer lo que quisiera sin que nadie saliera en mi defensa. Yo ya no era la niña tonta de 15 años, no aguanté ni un mes. Me marché. Tenía vestidos buenos, joyas y algunas monedas. No era mucho, pero si lo suficiente para irme lejos, muy lejos, y montar mi propio negocio. Aquí soy la dueña y nunca falta trabajo para una cara bonita. Yo decido con quién y cómo me acuesto. Con un chico guapo como tú, por ejemplo. Cuando te vi entrar se me alborotó el corazón ¿Quieres ser mi príncipe? ¿Eres tú mi príncipe azul, que yo soñé?

  3. Carla

    Día feliz
    Dentro de una de las cajas de la mudanza encuentro una caja de zapatos, pequeña -debe de ser de zapatos de niña- donde hace años guardé algunos recuerdos de mi niñez y juventud. Mi primera reacción en guardarla en cualquier cajón, armario o estantería, y continuar vaciando cajas.
    Pero me siento y la abro.
    Hay muy poca cosa. Fotos viejas, carnets viejos, algunos billetes y monedas de países extranjeros que alguien me dio, un fósil. Recuerdo que tenía una medalla de oro sin cadena. ¿De mi bautizo? ¿Me bautizaron? Rebusco y no la encuentro, se debió perder en algún lugar. En cambio, del fondo de la caja sale uno de esos cuadernos para aprender caligrafía, en los que teníamos que encajar las letras en dos líneas paralelas para aprender a escribir recto, bien recto.
    No recordaba aquel cuaderno. El tiempo ha oscurecido las páginas y tiene una mancha marrón en la tapa. ¿Leche con cacao? De todas formas, se conserva bien. Felicidades, pienso, has sobrevivido a unos cuantos traslados.
    Lo abro.
    En la primera página escribí:
    nuevo papi canta OOO japi daiii me da monton peliculas Disney
    La frase me sacude como un tortazo. Aquella época, sí.
    ¿Cuántos años hace que no abría ese cuaderno? No lo sé, muchísimos. Seguramente desde que era niña. ¿Qué edad debía de tener cuando lo escribí? Las letras son demasiado grandes, temblorosas y ondulantes, y no las consigo encajar entre las dos líneas paralelas. La ortografía da pena. ¿7, 8 años? Algo así, supongo. No tengo muchos recuerdos claros de aquella época, excepto algunos muy nítidos, eso sí. En algún momento de mi vida pensé que algunos recuerdos de mi niñez eran tan intensos que no dejaban demasiado espacio a otros recuerdos más cotidianos. O más felices.
    En cambio, sí que recuerdo a aquel nuevo papi, como escribí en ese cuaderno, mucho más que a cualquiera de los que vinieron antes o después.
    No hay nada más escrito en el cuaderno. El resto de páginas están llenas de dibujos de los personajes de las películas de Disney que me harté de ver, continuamente, día tras día. Decenas de dibujos pequeños, apretados muy juntos uno al lado del otro a lo largo y ancho de la hoja. Supongo que los apretaba tanto porque solamente tenía un cuaderno y no quería malgastar las páginas. Blancanieves con ese cuello alzado, las mangas abombadas, los labios rojos que son un rayote en su cara. Dumbo, Bambi, Tambor, Peter Pan. Una chica con el vestido roto por todas partes que debe de ser la Cenicienta. La madrastra de Blancanieves está tachada con rabia en la octava página.
    Pero vuelvo a la primera hoja del cuaderno, donde está escrita esa frase:
    nuevo papi canta OOO japi daiii da monton peliculas Disney
    No hay acentos ni puntuación. Solo dos palabras con mayúsculas. El “OOO” con que comienza la canción y la “D” de Disney. Supongo que con el “OOO” en mayúsculas quería marcar que la canción comienza con entusiasmo, que hay que cantar alto. Disney con mayúsculas, con “y” griega, tan correcto… eso lo debí copiar de la carátula de las películas.
    El hombre, mi nuevo papi, como escribí en ese cuaderno, tenía dos hijas. Supongo que estaban en los veinte y pico. Las conocí en un picnic en el parque de la Ciudadela, donde celebramos mi cumpleaños. Eso lo recuerdo. Poco antes de escribir la frase del cuaderno. A él lo conocía desde hacía tiempo.
    Parque de la Ciudadela. Tortilla de patatas, aceitunas, jamón, Fanta. Toda una fiesta. Sé que las hijas de aquel hombre vinieron con sus novios o maridos, pero que todavía no tenían hijos. Lo sé y lo recuerdo porque alguien hizo una foto que estoy segura que todavía conservo. La busco en la caja de zapatos, la encuentro y la miro.
    ¿Quizá tuve la foto durante un tiempo al lado de mi cama y la miraba antes de dormirme? Seguramente sí, yo era así de ingenua, de fantasiosa, de… lo que fuera. No voy a reprochármelo ahora. Recuerdo que miraba la foto y recordaba aquellas chicas tan mayores, tan guapas, tan alegres, tan amables. Podrían ser mis hermanas mayores. ¿Eran felices? Eso parecía.
    Pero el nuevo papi tenía al menos quince o veinte años más que mi madre y aquello no duró mucho. En la foto se les ve distantes. Él sonríe, mi madre ni siquiera finge estar alegre y parece tener la mirada perdida. Esa pose lánguida con que sale en todas las fotos. No se puede distinguir si era muy moreno, quizá mulato, quien sabe el límite y a quien le importa. Sudamericano, no puedo saber de qué país. Lo recuerdo muy nervioso, incapaz de estarse quieto. Venía a casa por la noche. Se suponía que yo estaba durmiendo cuando llegaba pero no era así. Cuando me iba a dormir, le pedía a mi madre que dejaran la puerta abierta –fingía tener miedo a la oscuridad – y así más tarde lo podía ver entrar, vestido con traje y corbata. Cuando se quitaba la americana gris, arrugada, en sus camisas claras (azul celeste, marrón claro, amarillo) se veían cercos de sudor bajo sus axilas.
    Aquel día, en el picnic, sabía que tenía que ser adorable, una niña ingenua y espontáneamente bien educada. Un punto de torpeza sería adecuado. No pretender, no presumir, buscar la ocasión para ofrecerse a algo: acercar un plato, servir, recoger, limpiar. Agradecer mucho. Que me miraran con cariño. Que las mujeres me acariciaran la cabeza y los hombres me pellizcaran la mejilla.
    Me regalaron una colección de películas de Disney que había sido de sus hijas. En vídeos VHS. Los reproductores de vídeo se habían quedado obsoletos y ya hacía tiempo que habían sido substituidos por reproductores de DVD. Seguramente el hombre había visto un reproductor de video viejo en nuestra casa, arrinconado, lleno de polvo, y había encontrado la oportunidad de quedar bien y de paso deshacerse de la olvidada colección de vídeos infantiles de sus hijas ya adultas.
    Nada que reprochar.
    Yo estaba encantada. Pero todavía lo fingí más. Todos rieron, se abrazaron, supe mostrar tan sinceramente mi entusiasmo que las hijas del hombre se emocionaron. Una de ella tenía los ojos húmedos por mi agradecimiento. Un dedo que seca el lagrimal para que no vaya a más. Un beso del novio al verla enternecida. Bien.

  4. Carcosa

    Fable Brutality Investigation

    Aquella navidad Hamelín olía a humo, pero no al humo cálido y acogedor de la madera crepitando en chimeneas, no; el pueblo olía a carne carbonizada y a muerte.

    Los bomberos no daban abasto, se encontraban del todo impotentes ante la ola de incendios que asolaba la localidad. El alcalde don Charlatán, como buen político, había reducido el gasto al mínimo cuando ascendió al poder y ahora el cuerpo de bomberos contaba únicamente con un gato famélico al que las botas le iban grandes y con un burro que sólo sabía cantar. Este era el panorama en Hamelín, toda la población estaba aterrada y se sentía desprotegida.

    El primer incendio se había producido el día uno de diciembre. El hogar de la niña más famosa del pueblo, la sonrosada Caperucita, había ardido hasta los cimientos. La escasa policía de Hamelín, los tres hermanos Cerdo, encontraron el cuerpo de la joven junto al cuerpo de su perro lobo Feroz. Ambos cadáveres aparecieron unidos como si fueran un solo ser, grotesco y deforme. Pepe Cerdo, el obeso jefe de policía, al ver tan repugnante escena, vomitó; aquello le había recordado a una noche en la que tuvo que quemar vivo a un pederasta que acosaba a sus hermanos.

    El segundo incendio se desató el cuatro de diciembre. Las víctimas fueron el querido Pinocho y su amiga Pepita Grillo. Del muñeco quedaron solo cenizas y alguna dura astilla que se le había clavado en el corazón con el transcurrir de la vida. De Pepita no quedó ni el sombrero.

    El siguiente incendio sucedió tres días después. Blancanieves y los enanos fueron encontrados en el sótano dónde cocinaban la más pura nieve de la región, una delicia para los sentidos de la que no se pudo salvar ni un gramo. Fue un duro golpe para el alcalde quien se había hecho muy rico con los sobornos que recibía del cártel de la resucitada.

    Días después ardieron la casa de Cenicienta, de quién se encontró más carbón que ceniza; la casa de la familia Oso, en la que se halló un cuarto cadáver todavía sin identificar, y la casa del leñador cuyo cadáver apareció esposado a la cama.

    Hacía dos días de este último incendio y el pueblo estaba horrorizado. El jefe Cerdo se reunió con el alcalde y con la presidenta de la provincia de Cuentista, la resolutiva Hada Madrina. Decidieron reforzar el cuerpo de bomberos, así como solicitar la ayuda del FBI, siglas de Fable Brutality Investigation.

    —Señora presidenta, estamos seguros de que es obra de un asesino en serie. Hemos encontrado restos de gasolina en las casas incendiadas. La población no sabe qué hacer. Temen encerrarse en sus hogares aunque tampoco están seguros en la calle. Ayer, sin ir más lejos, un desconocido intentó rociar con gasolina al pequeño de la señora Pata. Pobre patito Feo, pudo escabullirse tirándose al lago, pero ¿quién nos dice que no vaya a volver a ocurrir? La situación es grave. ¡Estamos a las puertas de Navidad y esto está volviendo locos a todos!

    —Vaya, vaya, señor Charlatán parece que esta situación se le ha ido de las manos. Es la segunda vez que tiene problemas en Hamelín y ya sabe que como presidenta no puedo hacer magia. ¿No volverá a ser ese vendehúmos de Flautista quien está causando todo este jaleo?

    —No, no creo. La situación con ese depravado está controlada. Hicimos un trato, nos comprometíamos a proporcionarle toda la nieve que necesitase a cambio de que se largarse de aquí con su secta de colgados. Hace unos meses se marchó con la música a otra parte. Que yo sepa se ha cumplido escrupulosamente con el trato, ¿no es así Cerdo?

    —Sí, sí señor alcalde. El cargamento de nieve fue enviado tal como se acordó. Yo estuve personalmente en la entrega, no me fiaba de la desdichada Blanca.

    Pepe Cerdo se secaba la frente mientras hacía ridículas reverencias, ahora al alcalde, ahora a la presidenta.

    —Ya basta desgraciado, deje de moverse como un pelele y haga honor a esa gorra que lleva en la cabeza. ¡Encuentre al culpable o le pondré a limpiar las alcantarillas de Hamelín, gordo inútil!

    —Tranquilo. Tranquilo, don Charlatán, no trate así al pobre Cerdo, no queremos más problemas con el sindicato. Encontraremos al culpable. Voy a hacer unas llamadas. Pondré a trabajar en este caso a Bella, nuestra mejor agente del FBI.

    —¿Bella, señora presidenta?

    —Sí.

    —¿La Bella que se metió un chute con la nieve de Blanca?

    —No hombre no, la Bella que descubrió la guarida del caníbal aquél. ¿Cómo se llamaba?

    —¿De la bestia inmunda que se comía a los sirvientes?

    —Exacto.

    —¡Ah! ¡La Bella del puto Bestia!

    Al día siguiente Bella llegó a Hamelín acompañada por un pelirrojo enorme. Lo presentó como el inspector Barbazul. El jefe de policía sintió un escalofrío recorriendo su espalda cuando vio la sonrisa torcida y los ojos fríos del hombre. Aquel inspector tenía pinta de sádico.

    Pepe los llevó a ver los restos calcinados de los hogares, pero, a pesar de que Bella y Barbazul no dejaron ningún rastro sin analizar, la investigación parecía estar en punto muerto.

    —Tendremos que deducir cuál puede ser el siguiente movimiento de este psicópata. Barbazul, ¿encuentras algún patrón?

    —Parece ser que solo ataca al famoseo de Hamelín. De momento todas las víctimas han sido protagonistas de cuentos.

    —Jefe Cerdo, ¿qué famosos no han sido atacados todavía?

    —Veamos, ni Sirena Muda, ni Soldado Plomo, ni Juan Sin Miedo han sido atacados.

    —Vamos a hacer guardia en esas casas. ¿Te parece Barbazul?

    —Entendido jefa. Los tres Cerdos que hagan guardia en la casa de Soldado, tú puedes quedarte con Sirena y yo me voy a vigilar al tierno Juan.

    —Ni se te ocurra jugar con Juan, ¿entendido?

    —Barbazul sonrió y se relamió, asintiendo.

    Cayó la noche sobre Hamelín. En los hogares todo era silencio. Las farolas de las calles brillaban con luz mortecina y en las avenidas llenas de nieve no se veía ni un alma. Salvo en la calle de Juan Sin Miedo. Una voz infantil cantaba con voz de hielo y pasos ligeros crujían sobre la nieve.

    —Uno, dos. ¡Vengo a por ti! Tres, cuatro. ¡Enciérrate en el cuarto! Cinco, seis. ¡Agarra el crucifijo! Siete, ocho. ¡Cómete un bizcocho! ¡Ostras! Así no, ya me he liado. Siete, ocho, ¿no te duermas chacho? ¡Eso! Nueve, diez. ¡Morirás en Navidad!
    Un chasquido. Una chispa iluminó la famélica cara aniñada que había dejado de cantar. El olor acre del humo de un fósforo y de pronto la casa de Juan comenzó a arder.

    Todo sucedió muy rápido. Barbazul salió de entre unos matorrales y agarró con fuerza a la niña. Ésta dejó caer la caja de cerillas e intentó huir, pero el inspector la tiró al suelo y le puso las esposas. Mientras, Juan Sin Miedo, desde el otro lado de la calle, veía como su casa se consumía sin que él pudiera evitarlo. No sentía miedo, solo impotencia.

    El interrogatorio arrojó algunas luces: la Cerillera, después de casi morir las navidades pasadas sin que ninguno de sus vecinos se apiadara de ella, había decidido vengarse de todos con sus fósforos mágicos y la gasolina que le había proporcionado el mago de Oz, quién envidiaba profundamente la prosperidad de Hamelín.

    Pero quedaban varios flecos por pulir y aquellos enigmas molestaban a Bella. ¿Dónde estaban los hijos del leñador, Hansel y Gretel, y por qué éste había aparecido esposado a la cama? ¿Quién era el cadáver encontrado en la casa de los tres Osos? ¿Quién iba a fabricar nieve en el futuro?

    La mujer se rascó la cabeza. Tendrían que pasar meses hasta que consiguiera resolver todos los enigmas, pero era Nochebuena y le apetecía una buena cena, así que dijo: Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

    Encendiendo una cerilla se dispuso a cocinar un rollizo y suculento Cerdo, tal y como su exmarido Bestia le había enseñado.

  5. Ni Grimm ni Andersen

    ESPERANZA

    …los niños se habían perdido en el bosque…
    Fatiha y Ousman estaban sentados en el suelo de la gran sala con las piernas cruzadas viendo los dibujos demasiado cerca de la pantalla de televisión. Fatiha con sus apenas seis años tenía una imaginación desbordante y miraba embelesada, ojiplática, con la boca abierta y se sorprendía al identificarse con la protagonista que estaba perdida en el bosque con su hermano como cuando el cayuco en el que pasaron varios días se quedó a la deriva en el mar.
    —¿Tu crees que Papá y Mamá nos han abandonado?
    —¡Venga Fatiha déjame escuchar!
    Ousman con ocho años se sentía mayor, responsable y protector de su hermana, pero a su vez creía que debía adoptar un papel distante, rudo e insensible como había visto a los hombres de su casa y por eso trataba de distanciarse de sus sentimientos.
    …Hansel había dejado migas de pan para poder volver a su casa….
    —Nosotros no sabremos cómo regresar a casa.
    —¡No seas tonta!
    …encontraron una casa de ensueño cubierta de caramelo y chocolate…
    La imaginación de Fatiha surfeaba y en su cabeza se iban relacionando los temas a toda velocidad, la residencia de acogida de los MENAS donde se alojaban le había parecido desde el primer momento un lugar rebosante de comida donde se saciaba como nunca lo había hecho.
    —Ousman…
    —Venga, calla ya.
    …había una vieja bruja que les obligó a trabajar y encerró a Hansel en una jaula…
    En el centro de acogida les hacían seguir una rígida disciplina de horarios de clase y de estudio al que no estaban acostumbrados y la imaginación de Fatiha relacionó a una de las educadoras más exigentes con la bruja de los dibujos.
    —Ousman, ¡a ti también te han encerrado!
    —Es diferente. A mi me han castigado por portarme mal.
    Ousman quería hacerse el mayor pero los comentarios de su hermana le estaban haciendo mella y también estaba viendo las similitudes que tenía el cuento con ellos y acercó su cuerpo al de su hermana para sentirse protegido.
    …quería engordarlo para comérselo más adelante…
    —¿Te va a comer la señorita Olga?
    —Que nooo… A mi no me comerá nadie.
    Fatiha no escuchaba las réplicas de su hermano y respiraba entrecortado mirando con miedo los dibujos agradeciendo la cercanía de su hermano, movió sus bracitos alrededor del brazo de su hermano que agarró con fuerza y lo atrajo hacia ella.
    …la bruja le hacía mostrar el dedo y Hansel enseñaba en su lugar un hueso de pollo….
    —Ousman…—gritó con voz aguda de pánico.
    —¡Fatiha!
    Ousman también tenía miedo y luchaba consigo mismo para no mostrarlo, se le formó un nudo en su garganta y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas mientras estaba pensando lo tonto que fue cuando la semana pasada les pusieron pollo y no guardó un hueso en el bolsillo.
    …pero la bruja se dio cuenta del engaño y pidió a Gretel que le ayudara a encender el horno para cocinar a Hansel…
    Fatiha abrazó con toda la fuerza que pudo a su hermano y escondió la cabeza en su hombro contagiando su nerviosismo a Ousman que estaba temblando de miedo.
    …y Gretel empujó a la bruja que cayó dentro del horno y así los niños pudieron escapar…
    Los dos niños gritaron llorando y moviendo sus cuerpos convulsivamente queriendo animar a los niños a salir de la casa. Cuando los niños de los dibujos ya se habían alejado de la casa y parecían a salvo, Fatiha se apartó ligeramente de su hermano y le dijo con voz entrecortada:
    —Ousman, si te escapas, ¿me llevarás contigo?
    —No te dejaré nunca sola. Siempre cuidare de ti— repitiendo las instrucciones que le había dado su madre la noche antes de salir de su casa por última vez.
    Fatiha sonrió sintiéndose protegida y volvió a abrazar con fuerza a su hermano y Ousman también se tranquilizó sabiendo que su hermana estaba con él.
    …los niños encontraron un tesoro, se llenaron los bolsillos de monedas de oro y cruzaron un río subidos a un pato…
    Los dos hermanos abrazados apenas estaban viendo sombras de los dibujos con sus ojos anegados de lágrimas y sus cuerpos se estremecieron, no fueron capaces de decirse nada ya que se estaban dando cuenta que para volver con sus padres tendrían que volver a cruzar el mar que tanto miedo les dio.
    …y se encontraron de nuevo con sus padres y fueron muy felices…
    Los dos hermanos sonrieron y se abrazaron con fuerza, las lágrimas corrían por sus mejillas y cuando una musiquita infantil alegraba los créditos finales de los dibujos, Ousman dijo con la voz más varonil de adulto que supo poner.
    —Algún día volveremos a casa con un coche lleno de regalos para Papá y Mamá.
    Fatiha miró con devoción a su hermano sintiéndose fuerte, con la seguridad que ella estaría a su lado cuando su hermano cumpliera su palabra.

  6. Luis XVI

    La bella durmiente:

    En un reino lleno de víboras, camaleones de mediatinta, lameculos a jornada completa, idealistas de sueños vacíos y zombis cerebrales vivían nuestros reyes. Sabedores ellos que a la mas mínima su cabeza serviría de comida para las granjas de los campesinos que ellos tenían muertos de hambre. En ese contexto solo había una solución para mantener su reinado de fantasías, hipocresías y discursos del tamaño del ego del rey. Un heredero, heredera al trono. Así fue, pero nuestro rey no sabía lo que era la rapidez. Conocido por sus problemas de fimosis el rey en la cama iba mas perdido que una sanguijuela en una fiesta de veganos. Así que la reina tuvo que esperar. Mientras esperaba la reina se dio sus antojos, sin estar embarazada se dio sus caprichos. Bellos caballeros fueron a su cama. A veces la reina aprovechaba las ofertas del 2X1 para saciar su apetito sexual. Follow the Lidl les decía a los jóvenes novatos.
    Llegaron los mejores médicos y 7 años más tarde por fin, el hombre de discurso vacío dio una heredera para el reinado de sueños vacíos y de pueblos adormecidos. La princesa Leonela vino al mundo. Su aparición calmó las ansias de revolución. Fueron 18 años apacibles, tan aburridos que no sabe uno si valía la pena vivirlos o contarlos. La princesa recluida en el castillo solía salir al pueblo para contactar con el exterior. Con su iphone de nueva generación. Algunos “likes” se llevó. Alguno de estos «likes» se llevó a la cama, no era ella diferente de sus padres. Menudos zorrones dirán algunos¡, espíritus libres dirán otros, otros dirán: el rey hace lo que le sale de la cadena de mando como la reina y la princesa.

    Cuando la princesa cumplió 18 años se hizo una fiesta en su honor. Invitaron a toda la corte. A los babosos del rey, aquellos que con su presencia inundaban el suelo de baba y peloteo para seguir manteniendo su nivel de vida. A las brujas con título y las que lo eran sin ellas saberlo. Lo mismo pasó con los brujos, por que aquí los títulos se ganan con el comportamiento no con tu condición sexual. Sin embargo, algo falló y la mas bruja de las brujas, la mas zorra de las zorronas no fue invitada. Qué mal se lo tomo, no hagas enfadar a la víbora si no quieres que suelte su veneno ¡
    Apareció en medio de ese baile, de esa corte de cerdos donde apestaba el aire por aquellos que aparecen en el baile sin desodorante.

    Bruja- La madre que os parió, habéis invitado a todos menos a mí, reyes de hojalata, vuestro reinado va a ser más oscuro el ano de un campesino a partir de ahora¡. Esta princesa que tenéis aquí dentro de unos días escuchará una canción en su móvil que la dormirá durante 100 años. Le diría que se duerma cosiendo, pero es tan vaga que ni sabe lo que es coser, ni ha cogido una aguja en su puñetera vida. Todo o el día en la cama mirando los “influencers” en su móvil. Cada día con más nalgas, cuando sale de la cama lo hace por los dos lados, camina un poco mujer ¡Por cierto no esperes apuestos príncipes que te despierten, dentro de 100 años gobernaran las amazonas y de muchos hombres puede que solo quede un recuerdo que dejaremos en el congelador para seguir viviendo, el resto a la basura, al contenedor de la orgánica que en este cuento se recicla.

    Así fue, días más tarde la adicta al móvil escucho en su iphone un reguetón duro: Hola papi somos dos y vosotros también, nos juntamos los cuatro?. Esa canción la llevo a la excitación y después al sueño profundo.
    Pasaron 100 años, la tierra se extinguió, el cambio climático cerró un ciclo inevitable. La princesa dormida fue colocada al lado de Walt Disney. ¿A ver a quien se despertaba primero? el fabricante de sueños o a la antigua princesa de cuentos clásicos. Sus padres fueron guillotinados por su torpeza antes de que la tierra engullese a los hombres de sueños vacíos. En el fondo ese sueño la salvó, sino ella también hubiese seguido el mismo destino. En esa guillotina fue donde por primera vez fueron fieles el uno al otro. Aunque después su cabeza se convirtiese en objeto de partidos de baloncesto para el pueblo.
    Cuando la princesa fue vista por los supervivientes en esa nave uno de ellos se acerco para darle un beso. En la misma estaban los supervivientes de la masacre, los últimos herederos. El también era de sangre azul, pero no por ser príncipe si no por venir de otro planeta. El beso de ese ser humanoide de orejas interminables, cabeza rasgada y hedor insoportable despertó a la princesa.
    La princesa no sabía que había pasado, cuando el ser de otro mundo vio a la princesa, vio su aspecto después de 100 años, toda ella llena de pelo, de olor insoportable, supo que no entendería todo lo que estaba pasando, como explicarle lo que había pasado durante 100 años. Valia la pena hacerla sufrir.
    El ser extraño le dio una bebida y le dijo: Dulces sueños princesa, sigue durmiendo un poquito más.
    Colorín, colorado este cuento se ha jorobado.

  7. Alguien: el octavo enano

    DECLARACIÓN

    -Bien, entonces le leo:
    “Yo, Pulgarcito Gómez Canijo, declaro que el día de autos…”
    -La noche sería más correcto.
    -Lo cambiaremos por la noche anterior al día de autos, ¿Le parece? Prosigo
    “…del día de autos, recibí una llamada telefónica en mi domicilio particular, calle Sirenita, 14, bajos, de parte del señor Príncipe. El susodicho se mostraba profundamente alterado…”
    -Ya le pasa a menudo, es lo que se dice un plasta. A las tres de la mañana, para que le busque una fulana.
    -Le ruego que no interrumpa y que se exprese con mayor decoro. Como decía…
    “El motivo de la llamada era que localizase a una señorita que el señor Príncipe había conocido aquella misma noche, pero que por avatares del destino había desaparecido, dejando tras de sí un zapato como única pista.”
    -Una rave guarra, seguro. Disculpe.
    “Como soy detective de profesión, y de los buenos, acepté el caso. De hecho, el señor Príncipe dispone de una tarifa plana que le permite importunarme habitualmente a cualquier hora del día o de la noche, algo que no duda en hacer. Me levanté y me dirigí al palacio donde reside mi cliente para recoger el zapato de la interfecta y recabar mayores informaciones.
    Por el estado en que se encontraban los aposentos de palacio y el rostro desencajado del señor Príncipe, deduje que había sido una fiesta movida y que la desaparecida, seguramente, habría optado por largarse aprovechando alguna omnubilación de mi cliente, supongo que no sin antes arramblar con cualquier objeto de valor que se encontrase a la vista. Pensaba que el verdadero motivo de la consulta de mi cliente fuera éste, pero me negó que faltase nada en palacio y me aseguró que se trataba de amor verdadero.
    Zapato en mano, salí de palacio, convencido de que el “amor verdadero” del señor Príncipe era de la misma naturaleza que las otras ciento cincuenta veces en que me había confiado el mismo arrebato de pasión haciéndome perder el tiempo con sus majaderías. Como ya había amanecido, me dirigí al barrio de los zapateros, pues deduje sagazmente que si la muchacha había perdido un zapato, habría de menester proveerse de otro. Beneficiado por el estado aún elevadamente etílico de mi cliente, obtuve de él un pequeño extra pecuniario, no recuerdo muy bien bajo que excusa, así que decidí hacer antes una parada en la posada del señor Feroz…”
    -Con el estómago lleno se investiga mejor, ¿verdad?, y con unos tragos, ni te digo.
    -Yo desayuno en casa. Prosigo.
    “Volví a mi quehacer investigativo un par de horas más tarde, habiéndome comido y bebido la mitad del extra y perdido a las cartas el resto. Querría aprovechar para denunciar aquí que en el establecimiento del señor Feroz opera una banda de fulleros, encabezados por el Gato con Botas; sino de que me iban a mí a desplumar al mus. Llegué al barrio de los remendones y el tercero con el que hablé, me dio una pista sobre la posible propietaria del zapato. Al parecer, una señorita le había estado insistiendo para que le vendiera un único zapato, a lo que el artesano se había negado. Finalmente, la airada clienta compró un par de chancletas y le lanzó con malos modos el único zapato que portaba. Lo comparé con el mío y no cabía duda, había dado con el objeto de la pasión del Príncipe. El zapatero me dijo que conocía a la muchacha, una fregona con ínfulas y malos modos que vivía tres calles más abajo, en casa de la señora Madrastra Verruga.”
    -Como puede deducir, a la presunta hora del crimen, yo me encontraba en compañía, mi coartada es sólida.
    “Me acerqué a la residencia de la señora Verruga y pude ver por la ventana a una de sus hijas. Al parecer, la historia del zapato perdido había corrido como la pólvora, creo que mi cliente tiene contratados también los servicios de la señorita Caperucita, una pésima investigadora que denosta nuestra profesión. La joven Hermanastra, hija de la señora Verruga, se disponía a cortarse los dedos del pie con un serrucho oxidado, con tal de que le cupiera en el zapato de su empleada doméstica. No lo había indicado antes, pero la señorita Hermanastra también es clienta, y con los tiempos que corren, no es plan perder mercado, más si esto sucede por una hemorragia y una infección de tétanos. Como digo, conseguí disuadir a la señorita de sus intenciones y le propuse que serrase las punteras de los zapatos para que los dedos pudieran asomar libres. Expresó sus dudas, pero le afirmé que el Príncipe era un alelado, y que no se daría ni cuenta, máxime si yo, a cambio de una módica suma, le inducía a creer que ella era la original propietaria del calzado.
    En eso estábamos cuando llegó usted con un destacamento, derribando las puertas y encañonando a todo el mundo.”
    -¿Se ratifica en su declaración?
    -Totalmente. No tengo nada que añadir ni que ocultar. Soy inocente.
    -¿Nada que declarar sobre el carnet de identidad, el suyo, que se encontró en la boca del cadáver?
    -Cualquiera pudo quitármelo. Seguro que fueron el Gato con Botas y su banda de Ratones ciegos.
    -¿Y el mechón de pelo en la mano de la víctima? Es igualito a esa calva al lado de su patilla.
    -Casualidades. Mucha gente tiene un pelo sedoso como el mío. Con las prisas por ir al palacio del Príncipe se me fue la mano con la navaja de afeitar.
    -¿Esta de aquí? ¿La que tiene las iniciales PGC? La que se encontró clavada en el cuello del Príncipe.
    -Otra casualidad.
    -Señor Pulgarcito, ahórreme tiempo, que me esperan en casa para comer. ¿Sigue declarando lo mismo a pesar de la grabación de la cámara de seguridad del banco del Sheriff de Nothingham?
    -Inspector Enano, tiene que entenderme. Tenía mucho sueño, perdí el control, no quería hacerlo. No paraba de hablar, apestando a vino, pavoneándose de su estirpe. Ni imagina lo pesado que llegaba a ser ese hombre. Deberían darme un premio por librarles de ese heredero.

  8. Alejandro

    La luna palito

    Claudia tiene un sueño. Cuando se acuesta siempre mira al cielo para ver si esa noche hay luna. La luna palito. Pequeña, tímida, casi sin atreverse a ser luna. Como ella. Un poco escondida siempre. Un poco tímida. Pero con un brillo que traspasa el cristal de la ventana. Cuando se va a la cama, sólo en ese momento, Claudia se atreve a ser Claudia y mira a su compañera. Su cómplice en el Universo. Ambas se saludan con una sonrisa. Buenas noches. Hasta mañana.

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