Fuera de temporada o el tiempo detenido
por María Haro Cruz
En plena temporada de calor, con una canícula irresistible a finales de julio y tras haber pasado por la pastelería Bertrán con las explicaciones tan maravillosas de Lidia a unos turistas nacionales sobre sus helados artesanales de avellana, pistacho, chocolate, regaliz, coco, fresa y, degustando la tarrina de Tuzu-Vilafranca sin azúcar, veo en la Sala Zazie, Fuera de temporada, una pieza fílmica refrescante rodada en un paisaje lleno de luz azul mar, de niebla espesa, en la Bahía de Quiberon, un cuerpo de agua protegido por los vientos dominantes del norte formando una lengua rocosa que se adentra en el mar, una antigua isla, donde el tiempo se detiene y largas playas llegan a la arena y a sus acantilados rocosos que bordean la costa sur de Bretaña, bañada por las lluvias de invierno, en ella transcurre una historia pequeña de un encuentro breve con cierta distancia entre un hombre y una mujer.
Mathieu, un actor famoso en la cincuentena vive en París, decide hacer una cura de reposo en esa costa Atlántica en temporada baja. Alice, una profesora de piano, la antigua novia italiana a la que él había abandonado casi 15 años atrás, se entera de que ese actor famoso instalado en el balneario donde ella reside es Mathieu. Alice dirige una carta a recepción para contactar con él.
El film comienza con un preámbulo sobre el personaje de Mathieu, en la zona minimal del complejo donde Guillaume Canet como un mimo comparable al personaje del actor Jacques Tati en el rol de Monsieur Hulot y a las escenas en la playa de Saint Mer-sur-Mer en Las Vacaciones de Monsieur Hulot, interpreta situaciones divertidas y torpezas cómicas —con gestos irónicos y sutiles como la incomodidad de estar zambullido en un traje térmico, un entrenador que no lo reconoce cuando hacen deporte en la playa, pastillas para dormir y momentos caóticos de no saber hacer funcionar aparatos y luces en su sofisticada habitación—, que nos hace reír en ese espacio aséptico con su blanco y luminoso albornoz. Mathieu pasa horas en un estado de reflexión y de inquietud no se siente seguro porque nunca ha actuado en el teatro. Alice se encuentra con Mathieu y, envueltos en una arrolladora banda sonora Ni avec Toi Ni sans Toi (composición a piano de Vincent Delerm) y, bajo la atmósfera de la costa de Quiberon, con una excelente fotografía de Antoine Herbele de tonos fríos e invernales irá reflejando el estado de ánimo de los dos personajes, vemos cómo pasean por la ciudad, caminan por la playa agitada por el viento que envuelve sus bufandas, comen en un buen restaurante de la zona mientras la lluvia empaña sus cristales, al atardecer regresan a sus coches esperando a expresar sus sentimientos, viajan en Ferry a visitar la isla y reconocerse en la profundidad del mar y de sus pensamientos, conversan en la larga sobremesa sobre el presente de manera educada y con cierto pudor intentando ser amables, hablan de sus actividades profesionales, de lo que les gusta y quizás también de lo que leen cada uno…
Todos estos momentos componen tomas de emotivas secuencias rodadas en formato documental, no son más que una historia de amor y desamor que vamos descubriendo y que al mismo tiempo reportan a mi memoria y, quizás también a la de otros, una circunstancia que define muy bien el poeta Manuel Alcántara:
«Sabemos del amor por lo que alumbra, en sus caras, por lo que tuerce sus vidas por lo que acrecienta y rige sus destinos, por su forma de andar en la penumbra por el rastro que deja ese cruce de dos vidas distintas».
Sus cortos y duros diálogos aunque aparentemente no lo parezca, caben pocas palabras pero exactas, sus miradas y posturas delicadas y cordiales contienen sentimientos como el dolor y la melancolía de un pasado sin resolver de Alice y un presente incierto de Mathieu y por primera vez toman su tiempo para las cosas que valen la pena.
El realizador hace recaer todo el guion en los personajes cuyas interpretaciones tanto de Guillaume Canet como de Alba Rohrwacker, son magníficas, maravillosas, naturales y sencillas como la vida misma, como si fuera la de cada uno de los actores. ¡Esto es lo que le interesa a Brizé puesto que ambos tienen la misma edad que sus personajes!
Alba Rohrwacher interpreta de una manera sensible y acurada el personaje de Alice, uno de los mejores de su carrera, mueve hacia delante la trama de la película, una mujer que parece ser feliz con una vida corriente construida alrededor de un marido, una hija, una casa, y sus clases de piano, sin embargo, esconde una profunda insatisfacción interior por no haber perseguido sus sueños de dedicarse profesionalmente a la música y por no sacar a la luz sus pequeñas composiciones, vive en un halo persistente de melancolía. Ella, con las visitas a Mathieu comienza un camino hacia la búsqueda de una respuesta, no entiende por qué no volvió a saber nada de él y no sabe si sus sentimientos siguen siendo los mismos. Y mientras, que Alice trabaja y colabora musicalmente en una residencia de ancianos, Brizé utiliza ese otro mundo dentro del mundo de Alice mediante una secuencia rodada con un móvil en un intervalo de dos minutos (un primer plano fijo de una mujer de 70 años que reconstruye su vida vivida junto a un marido que no deseaba y al que sin embargo quería porque era un buen hombre y no le pegaba). La secuencia empieza con un pequeño plano en el centro de la pantalla rodeada de un marco negro que se va empequeñeciendo al mismo tiempo que el plano de la mujer va aumentando, a continuación Brizé pone su punto de mira, otra vez, en esa mujer mayor, con el formato inicial de la película, en la que nos muestra que la vida continúa y que existe un verdadero amor, una compañera y amiga del hogar, celebran una fiesta íntima de boda a la que son invitados Mathieu y Alice. ¿Para qué estas secuencias? ¿Qué final habrá entre esta mujer y este hombre? ¿Qué será de sus vidas?
A lo largo del film aparecen varios finales casi sin darme cuenta durante el transcurso de las citas… Un intento de recuperar la pareja que sabemos que es perfecta, ellos están otra vez al principio aunque se ven escasas horas parecen eternas… Veo la indecisión de volver a quedar y Mathieu, imperceptiblemente, con algunos gestos y silencios parece decirle: «Han pasado quince años para mí, pero también para ti».
El director utiliza la filmación de pequeño formato —al margen de que los dos protagonistas son ajenos en un principio a esa historia— de la conmovedora señora para manifestarnos el amor que se profesan ambas a pesar del paso del tiempo y que una segunda oportunidad es posible y, fundamentalmente para contestar a nuestras preguntas.
Alice dentro de sí misma va comprendiendo que a veces no sabemos por qué pasan las cosas ni qué hacer para cambiarlas, que a veces no tenemos la fuerza y la valentía para encontrar de nuevo la felicidad y pregunta a Mathieu bailando, ¿A ver cómo me vas a pedir perdón? ¿Qué quieres que te diga?, parece decirle él… ambos tienen algo pendiente y esta es la ocasión de aclararlo.
Mathieu parisino, atractivo y famoso vive en otro mundo, en nuestra sociedad contemporánea, con dolor y angustia, con el miedo a perder el trabajo, a no tenerlo, quizás, el miedo a lo diferente, el miedo en la cama, el miedo hacia lo demás, ese miedo que finalmente le permite conservar su status quo. Reside en un mundo contrario al de Alice, pequeño, y vive el presente con una escala de éxito; probablemente se quedará en él con su mujer estupenda y sus niños maravillosos, pero está confuso consigo mismo y solo ante la decisión de haber dejado la producción teatral en cartel como primer actor.
Estephan Brizé consigue un efecto inquieto e interno en Mathieu, con mucho humor que contrasta con ese otro mundo de una ciudad de provincias, un mundo grande quizás, en el cual habita Alice, donde se canta, se baila y hay tiempo para tomar café, degustar una buena cena, escuchar el pequeño concierto que por primera vez Alice interpreta ante él, sus propias composiciones (escena especialmente exquisita), asistir a una ceremonia de amor, un mundo donde Alice se reconozca y le brinde otra oportunidad para extraer lo mejor de sí misma, que le haga dudar, donde pueda analizar, pero también relativizar la búsqueda de la felicidad para dejar a un lado el fracaso del pasado y su larga recuperación.
Fuera de temporada es una de aquellas películas en las que el guionista y el director forman un Tándem y ponen en el centro de su historia al ser humano que puede fracasar, elegir y remediar. Es una historia de esas que no se cuentan, con una textura delicada y elegante donde está presente el amor, la desilusión, la victoria, el éxito y el dolor envueltos en una música romántica que nos sumerge en un firmamento gris y pausado que contagia al espectador y acompaña a dos buenos actores que no necesita largos diálogos para expresar lo que sienten y lo que piensan, para dar la sensación de que están fuera de temporada.
Stéphane Brizé explica en la cinta para qué sirve esta historia que más que el encuentro entre un hombre y una mujer y ver cómo se hablan para decirse las cosas que no se han dicho, es la utilización de uno y del otro para hablar de sí mismos, para decirse la verdad el uno delante del otro, para buscar de nuevo su sitio, para encontrar de nuevo su rastro, su lugar y relación con el mundo. Es un punto de partida para revisar sus vidas en un tiempo detenido y descartar, sin que vuelvan a enamorarse.
Salgo de la sala de cine, aún hay gente en la avenida y con el cielo oscuro y lleno de estrellas camino hacia la Plaça Jaume I, la luz de sus farolas de hierro alumbran las sombras de los edificios antiguos, miro la inclinación del pavimento empedrado y recuerdo unas frases que oí en algún programa y que siempre me acompañan:
«No sirve de nada encontrar la persona indicada si el momento no es el adecuado.
El amor, el amor es una cuestión de tiempo».
Ficha técnica:
- Título original: Hors-Saison
- País: Francia
- Dirección: Stéphane Brizé
- Intérpretes: Alba Rohrwacher, Guillaume Canet, Sharif Andoura, Emmy Boissard, Hugo Dillon, Stéphane Brizé.
- Duración: 106 min.
- Guión: Marie Drucker, Stéphane Brizé
- Género: Drama romántico
- Música: Vincent Delerm
- Dr. fotografia: Antoine Herbele
- Nominada al León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia.