Laboratorio 28 de junio: Más allá del horizonte

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es escribir un relato más allá del horizonte. Como destino, como metáfora, como recurso…

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el jueves anterior a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

3 comentarios

  1. Strider

    Quest

    El viento, metiéndose en las fisuras entre las piedras empolvadas, cantaba melancólicamente sobre las eternidades de desolación y abandono. “Vosotros habéis venido y os iréis”, parecían lamentar los aullidos del aire resonando contra los muros desiertos, “y yo me quedaré aquí, todos nos quedaremos aquí”. El olvido perpetuo en cada convulsión de la brisa, el anhelo quimérico por una caricia, las memorias retenidas en las entrañas del éter.

    La fachada ruinosa les miraba con los ojos tristes en las caras de unos seres míticos de los tiempos antiguos. Algunos tenían alas, otros eran monstruos. Monstruos con alas. Un templo. Un lugar sagrado donde las personas ofrecían sus oraciones a su dios. O dioses, quién sabe. En cualquier caso, ninguna plegaria les salvaría ahora de los horrores que les aguardaban en las vísceras de las sombras, que con cada minuto se hacían más espesas.

    —Tenemos que movernos —le dijo a su compañero, escaneando el espacio alrededor y las calles contiguas que abrían sus bocas oscuras a la plaza del templo. Se le ponían los pelos de punta con cada nueva nota de la canción del viento, que arrastraba su copla por el empedrado de la ciudad abandonada. Las sombras parecían moverse al compás.

    —Sí, prefiero mil veces pasar la noche en el camino que aquí. Este lugar huele mal.

    Y no se refería a la percepción de sus fosas nasales. Su compañero efectivamente tenía un buen olfato para el peligro. Había que moverse. Además…

    —Necesito ver la meta.

    Todo siempre era más fácil con la meta a la vista.

    No llevaban mucho tiempo compartiendo el camino. Nadie lo hace por mucho tiempo. Pero tenían la misma meta, y esto era suficiente. Por ahora.

    Cada paso resonaba con un staccato rebotando contra los pedruscos que estaban acostumbrados únicamente a la melancolía del viento. Y las sombras, cada vez más densas, cada vez más atrevidas, como una manada de chacales presintiendo la debilidad de su presa, les acorralaban, tanteando con sus tentáculos cuánto territorio del camino podrían apoderarse.

    Sus corazones retumbaban con la cadencia de la marcha, el ritmo del tambor en los oídos, la adrenalina en las venas provocando el ímpetu de correr. Había que contenerse: las sombras son como perros, no puedes mostrarles tu miedo. Y así, con campanas repicando en sus costillas, se movían por los intestinos de las calles oscuras del laberinto de esta ratonera en búsqueda de una salida. Una luz al final del túnel. Una insinuación del horizonte.

    La última calle les escupió al camino de ronda de la vieja muralla. Varias eternidades atrás la elevaron para proteger la ciudad. Ahora, incluso con toda la desolación infligida por el tiempo implacable, les seguía reteniendo dentro de la trampa maldita. Los picos de las antiguas torres aún sobresalían como unos montículos, demarcando la línea que les separaba del camino. Allá, entre las colinas del valle dormido, se serpenteaba la antigua carretera que arrastraba su cuerpo hacia el paso entre dos cimas, donde una enorme luna sangrienta, ascendiéndo por el firmamento, iluminaba la línea del horizonte.

    La meta.

    Todo es más fácil con la meta en vista.

    Luego se moverá. La meta siempre se mueve. Y sus caminos se separarán, cada uno persiguiendo su más allá.

    Pero esto será más tarde. Ahora les esperaba el enemigo en común que les unía mejor que cualquier misión imposible. Primero tenían que salir de la ciudad. Preferiblemente vivos.

    Se dieron la vuelta, poniéndose de espaldas a la muralla, a la carretera, al valle. Al camino. A la meta.

    Las sombras les estaban esperando.

  2. Pepe

    Atiende, hijo

    Nunca llegarás al horizonte. Es inútil que te esfuerces. Atiende, hijo, la voz de la experiencia. Todos los caminos están llenos de trampas. Quién te diga que hay un camino fácil te está engañando. Quiere tu dinero o tu sangre. Todos te van a engañar. Esperan la más mínima ocasión para traicionarte. La primera, tu madre. Yo le cortaba flores del camino cuando regresaba a casa y ella las recogía con una sonrisa que me hacía temblar las piernas y las colocaba en un jarrón que nos regalaron el día de la boda y me decía te quiero y el niño está dormido y me agarraba de la mano y me sentía un adolescente que se enfrenta al sexo por primera vez. Atiende, hijo, las sonrisas más bonitas son las peores. Desconfía de quien te pone buena cara, peor si viene con halagos. Quieren que bajes la guardia para clavarte mejor el cuchillo. Porque siempre lo hacen, está en su naturaleza, corrompidos por el pecado original. Chusma infecta que solo piensa en su propio interés. Le gustaban especialmente las margaritas, no siempre eran fáciles de encontrar. Pero yo me salía del camino para buscar las más hermosas, nunca volvía con las manos vacías, yo también sonreía como el imbécil que era aunque me pinchara las manos o tuviera que subir cuestas. Atiende, hijo, no te sacrifiques nunca por los demás. Oleran tu debilidad y se lanzarán como lobos para aprovecharte de ti, te usarán en su provecho y nunca te devolverán los favores. Al contrario, se reirán de ti a tus espaldas y te mirarán con condescendencia. Era nuestro aniversario y pasé por la panadería para comprar las galletas que tanto le gustaban. Miguel, el panadero, tenía una margarita en su oreja derecha. El suelo tembló debajo de mis pies, se me paró la respiración, esa margarita la había cogido yo el día anterior, y él negando, que la traía de su casa, y yo con un martilleo en la cabeza, no podía pensar, gritándole que confesara la verdad si quería seguir vivo. Atiende, hijo, la gente siempre te va a mentir. Aunque los pilles con las manos en la masa pondrán su mejor cara de inocencia y dirán yo no fui cómo puedes creer eso. La falsedad y la hipocresía imperan en la sociedad, mala gente que usa la máscara de la virtud para esconder los peores vicios. Corrí todo el camino, la primera vez que llegaba a casa sin flores y tu madre qué te pasa por qué estás así y yo ya lo sabes no me mientas y vi el miedo en sus ojos y eso me dio la confirmación aunque su boca decía no sé de qué me hablas cómo puedes pensar eso su mirada aterrada proclamaba a gritos su traición. Atiende, hijo, nunca hay que fiarse de las palabras, que retuercen la realidad a su antojo. Intentarán seducirte con sus cantos de sirena, consiguen que lo que sea blanco parezca negro y viceversa, desconfía del lenguaje, tramposo, al servicio siempre del engaño. Fíjate en el cuerpo, que miente muchísimo peor, ahí encontrarás la verdad, en los gestos, el rictus, la mirada. Cuando todo acabó me sentí en calma, de repente. Metí lo imprescindible en una mochila que cargué a la espalda y a ti te puse en mi pecho, para que estuvieras tranquilo. Me puse a andar, hacia el horizonte, quería llegar más allá, a un país sin mentiras ni traiciones, donde la gente fuera buena. Pero no importaban los kilómetros, el horizonte siempre estaba más allá, riéndose de mí, escapando. Y entonces lo entendí, también era mentiroso y traicionero. Atiende, hijo, incluso el horizonte es una promesa que nunca llegará a cumplirse, así que no te esfuerces en alcanzarlo. Es inútil. A veces sueño que regresamos, y visito su tumba, y deposito un ramo de margaritas, y le pido perdón, si solo hubieras sido sincera podía haber perdonado la traición, no de inmediato, pero con el tiempo, pero tuviste que negarlo todo y eso sí que no, y me despierto llorando, tú ya me has visto y sabes que es mejor no hablarme esos días. Atiende hijo, no pasa nada porque un hombre llore al ver la iniquidad del mundo. A veces siento que hayas nacido en un mundo tan terrible, y me entran ganas de ahorrarte tanto sufrimiento. Pero no encuentro fuerzas, hijo, espero que puedas perdonarme.

  3. Julián

    Redacción lo que quiero ser de mayor

    Cuando sea mayor quiero ser bombero, iré con un casco muy grande y conduciré como un loco sin pararme en los semáforos y me llevaré a mamá y nos divertiremos mucho haciendo sonar la sirena y bajaremos las ventanas y mamá se dejará el pelo largo otra vez y se le enredará en su cara cuando entre el aire y todo el mundo me mirará y dirá ¡mira que valiente como corre! y mamá estará contenta y se reirá y me dará besos y podré dormir con ella todas las noches y ganaré tanto dinero que no tendremos que estar más en casa de Pedro y mamá no tendrá que trabajar y estará por las tardes en casa cuando vuelva del colegio y haré los deberes con ella y tendré el cuaderno limpio y ordenado y por las noches vendrá a mi habitación y se quedará conmigo y nos explicaremos historias y me hará cosquillas y Pedro no me dará empujones diciendome que me quite de en medio y cuando venga Pedro por la noche pondré la sirena del camión tan fuerte que saldré con la manguera para apagar los gritos de Pedro y no me esconderé más debajo de las sábanas y no oiré los gritos ni los golpes de los muebles y seré tan fuerte que seré yo el que le grite y le diga que soy yo el que dormiré con mamá y mamá me dará besos y me dirá que soy muy valiente y nos reiremos juntos y nos iremos lejos en el camión y me abrazará y me dará besos.

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