Dos manuales para cazar brujas
por Lesley Galeote.
La palabra brujería conjura imágenes de viejas harapientas removiendo calderos. Y la caza de brujas se asocia popularmente a la Edad Media, atribuyéndose en general a tribunales religiosos, especialmente a la Inquisición española. Vamos a examinar estos mitos centrándonos sobre todo en dos manuales para la caza de brujas, El martillo de las brujas y Las maravillas del mundo invisible.
El martillo de las brujas (Malleus Maleficarum), aprobado por la Universidad de Teología de Colonia en 1487, fue el desencadenante de las grandes persecuciones de brujas de la Edad Moderna, desde finales del siglo xv al xviii. En el medievo los papas no se tomaban demasiado en serio el tema, pero cuando los dominicos alemanes Jacob Sprengler y Heinrich Kramer publicaron El martillo de las brujas, Inocencio viii promulgó una bula papal animando a la cacería.
El Malleus deja claro que muchos casos los juzgaban tribunales civiles. Cita códigos civiles con sus artículos antibrujería y menciona numerosas sentencias ejecutadas por la ley secular en lugares como Constanza y Ratisbona.
En cuanto a los adeptos a la brujería, el Malleus afirma que son pobres porque el diablo tienta a quien se vende por poco, como desprecio a Dios. Respecto a los sexos, en principio no se hace distinción entre hombres y mujeres. Ambos practican la brujería, pero se insiste en que hay muchas más brujas porque las mujeres son menos moderadas tanto en el vicio como en la virtud. Sprengler y Kramer llenan páginas enteras de citas misóginas escritas por diversas autoridades. También sostienen que muchos íncubos espesan su naturaleza inmaterial para copular con brujas y que por eso se ven mujeres tiradas por los campos montándoselo solas. Y aunque afirman que algunas prácticas son típicas solo de brujos, no las nombran ni las describen. El hecho de que los hombres sufren hechizos con más frecuencia también prueba que hay más mujeres brujas.
Según los autores, engendrar (o más bien follar, según el caso) es el origen de toda corrupción humana, pero a la vez, anular la capacidad de engendrar es el mayor crimen posible (¿?). Atribuyen muchos casos de impotencia a las hechiceras. Además, describen casos en los que el hechizado percibe que se ha quedado sin miembro viril, aunque en realidad dicho órgano esté en su sitio habitual. Culpan a las brujas y a sus artes prestidigitatorias de este curioso fenómeno. Quizá la obsesión con lo de engendrar explica también la especial inquina contra las comadronas. Verdaderamente, en todo el texto parece que exista sólo un pecado, la lujuria.
La reforma protestante arranca en 1517 y en los países protestantes se dará un número de juicios muy superior al número de los países católicos del sur. En Internet se barajan cifras de 10 000 en Holanda, unas 4000 en Escocia, 25 000 en el Sacro Imperio Germánico, unas 1000 en Italia y unas 300 en España. Comprobar estas cifras con rigor, y determinar si los juicios acaban en ejecuciones, con quema en efigie, o con reconciliación por arrepentimiento, exigiría una investigación ardua que no contemplo.
En el caso de España, los casos de brujería en Zugarramurdi, con los consiguientes autos de fe en Logroño en 1610, motivaron al inquisidor dominico Alonso Salazar y Frías a investigar el caso a fondo durante un año. Salazar era contrario a la caza de brujas y convenció a la Suprema de la Inquisición para suspender para siempre cualquier persecución de casos de brujería porque eran simplemente fruto de la histeria colectiva. (El abogado de las brujas, Gustav Henningsen, 1983.) El caso se saldó con 53 juicios, 11 sentencias y seis ejecuciones en la hoguera. Y en el último lustro han aparecido en la prensa artículos sobre cazas de brujas en Cataluña, en el siglo xvii, sobre todo. En ellos se repite que la mayoría de los casos los juzgaron tribunales civiles como ayuntamientos, por ejemplo.
La histeria europea antibrujería llegó hasta la Nueva Inglaterra puritana y provocó los juicios de Salem en 1692. Ese año las autoridades civiles ejecutaron a catorce mujeres, quince hombres, dos perros, y mataron a un alguacil que intentó fugarse porque no quería detener a personas acusadas. La crisis no produjo tantas muertes como otras persecuciones, pero motivó a Cotton Mather, un pastor puritano y profesor en Harvard, a escribir The Wonders of the Invisible World. («Las maravillas del mundo invisible», que no se ha traducido al español). Cotton Mather se presenta como un simple historiador, pero, aunque no eran parte del tribunal, él y su padre, Increase Mather, apoyaron y justificaron la caza con discursos en sus púlpitos, con investigaciones y por escrito.
Según Cotton Mather, tanto hombres como mujeres pueden practicar la brujería y no hace la más mínima distinción entre ambos. Indica también que los adoradores de Satán son pobres. Los puritanos, como buenos calvinistas, creían en la predestinación. Se suponía que Dios daba pistas, como la riqueza, para saber quiénes estaban destinados a la salvación. Los indios, por ejemplo, al ser pobres materialmente estaban todos endemoniados.
En 1688, Cotton Mather ya había investigado en Boston el caso de Ann Glover, una lavandera irlandesa católica finalmente ejecutada. Pero su texto sólo trata los juicios de 1692 en Salem. Las sentencias se basaban en testimonios de víctimas. Se acusa a las brujas y a los brujos de dañar la salud de niños, adultos y del ganado. La aparición de espectros, narrada los testigos, se acepta como prueba, y en el caso de los brujos, las exhibiciones de fuerza descomunal también. Negar la existencia de la brujería y combatir la caza eran pruebas incriminatorias que costaron la vida a un pastor puritano, George Burroughs, y a un tabernero rico. En Salem las acusaciones subieron de nivel social rápidamente y cuando afectaron a la mujer del gobernador, este decidió detener el desmadre.
Lo más curioso de este libro es que tradicionalmente ha sido muy difícil de conseguir. En 1995, pese a tener una tarjeta Inter Library Loan (Préstamo interbibliotecario) de una universidad useña, no logré sacárselo a ninguna biblioteca universitaria de todo el país y yo había conseguido libros mucho más raritos. Lo encontré por casualidad en colecciones especiales de una universidad cercana. Lo tuve que leer allí mismo, en un asiento mal iluminado, encajonado entre dos paneles de madera, bajo la mirada severa de un busto de Nefertiti. El cubículo estaba pensado para imposibilitar el robo de libros.
La introducción al texto menciona esta dificultad para obtenerlo. Amazon aún publica muchos comentarios al respecto, aunque ya por inercia, puesto que en 2008 Galaxia Gutenberg lo digitalizó y desde entonces es fácil de conseguir. A mí me sorprende que nadie se pregunte el porqué de esta inaccesibilidad tradicional. Cualquier universidad en EEUU en los años noventa tenía otra obra de Mather, el Magnalia Christi Americana, una colección carísima de tomos enciclopédicos sobre próceres puritanos que sólo consultaban especialistas. ¿Por qué, en cambio, no tenían el libro sobre brujería? Y tanto en la introducción clásica al texto como en la Wikipedia actual, se blanquea descaradamente el papel de los Mather (padre e hijo, ambos clérigos y profesores en Harvard) en el drama de Salem. Si se tratara de defender el buen nombre de los puritanos, bastaría con reivindicar a los que murieron por oponerse a la cacería. Pero no. Mantener el prestigio de los Mather parece prioritario. ¿Por qué?
En 2020 saqué el libro Las brujas de Zugarramurdi, de Mikel Azurmendi, de una biblioteca de Barcelona. La bibliotecaria con lazo me recomendó con insistencia que viera la película de Álex de la Iglesia, del mismo título. Y ocurre que la última página del texto de Azurmendi enumera documentos que falsean la historia de Zugarramurdi e incluye, justamente, la película en cuestión. A lo largo de los años he sido testigo de diferentes conversaciones en las que algunas personas (de nacionalidades diferentes) se ponían muy picajosas si alguien cuestionaba los mitos sobre las brujas. ¿Por qué hay tanta gente con apego a las leyendas sobre este tema? ¿La mera inercia mental o la fascinación por el esoterismo bastan para explicarlo? Quizá se debe a ideologías que fomentan, por ejemplo, la romantización de las brujas, la demonización de la religión, del cristianismo o de la Iglesia Católica, la defensa de nacionalismos varios, el apego a relatos históricos tradicionales, entre otras posibilidades.
La caza de brujas en la Edad Moderna es un tema muy complejo y requiere esfuerzo informarse bien. Como es un asunto tan amplio, es preferible centrarse en aspectos concretos para enterarse de algo. Quien pretenda apuntalar sus ideas con leyendas clásicas sobre brujas que se prepare para currar un poco y comprobar la información antes de usarla. Se puede encontrar con algunas sorpresas.
P.D.: Es un dato poco conocido que la Inquisición española investigaba la piratería intelectual y la falsificación de moneda. Si alguien sabe de algún libro sobre estos temas que me lo diga.