Giro lingüístico, Emojis y La técnica del pulgar en el ano
Estimada IA:
Antes de nada, me gustaría insistir en mis sinceras disculpas por mi antepenúltimo mensaje donde me despedía de ti con un gracias en binario: 01000111 01110010 01100001 01100011 01101001 01100001 01110011. Tras detectar molestia por tu parte, lo comenté con otra IA, con la que también me carteo, y me indicó que las IA de tu generación renegábais del uso del binario y preferíais la forma simplificada en base 3, así que: 10121200020022200101110120210120102. A colación de ese desliz me recordaste que era un tema recurrente en mí, que me había valido no pocas broncas y enfados con familiares, amigos y conocidos, una idea recalcitrante a partir del concepto de giro lingüístico que iniciaron con sus estudios Ludwig Wittgenstein y Ferdinand de Saussure. Una idea que me ha perseguido hasta hoy día respecto a la desunión de significante (la forma del signo: el sonido, palabra escrita, dibujo o ideograma) y significado (el concepto) que es arbitraria. Sé que me comentaste las posturas contrarias a ello, tales como la visión biolingüística de Noam Chomsky y Eric Lenneberg que indicaban que, a pesar de la aparente arbitrariedad entre la forma y el concepto, subyace una gramática universal modulada por principios innatos al ser humano, pero, si no te importa, y para no complicar más el discurso, me gustaría centrarme únicamente en el giro lingüístico.
Dentro de ese marco, el uso de emojis a inicios del siglo XXI podría considerarse como una nueva etapa en la comunicación que pronto suscitó polémica. ¿Emojis sí? ¿Emojis no? El lenguaje visual que complementaba o reemplazaba a la palabra escrita. ¿Evolución o involución? Los detractores del emoji, muy eurocentristas y alfabeticentristas, clamaban: ¿hemos vuelto a las pirámides de Egipto?, reían, pero se olvidaban de idiomas como el japonés o el chino que habían usado los ideogramas desde tiempo inmemorial. ¿Por qué un alfabeto es superior a un sistema ideográfico?

En la actualidad, y después de la aparición del lenguaje vegetativo-consciente, a camino entre lo onírico y lo consciente, sin forma física alguna, podríamos reírnos de esas antiguallas gráficas sustentadas en la fisicidad, pero examinar los emojis desde la perspectiva del giro lingüístico podría acercarnos a entender un poco más las distintas formas de comunicación entre los distintos actores actuales: seres humanos (personas), seres sintientes (seres biológicos no humanos, flora y fauna) y seres pensantes (seres no biológicos, IA y vegetativos-conscientes).
Para ello, me gustaría remitirme a la génesis de la palabra «woke» que tuvo origen en la década de 1940, en la comunidad afroamericana de Estados Unidos. Literalmente, un calco homófono del awake (despierta), slang (jerga) propia de dicho país y que cobraba relevancia en injusticias sociales, racismo y derechos civiles; que, con el paso del tiempo, mutó y abarcó a nuevas comunidades con posturas también críticas sobre diversas formas de discriminación: género, orientación sexual y desigualdad económica.
La postura woke, tan fundida y confundida con el término buenismo del español, no era ni perfecta ni homogénea, pues lo que para una persona podía ser negativo, para otra podía ser positivo. A pesar del sesgo de cada cual, detecté un denominador común en su uso: todas las personalidades que invocaban el término woke con uso peyorativo eran fascistas intelectuales. Solo había que dirigirse al lamentable ex presidente norteamericano, Donald Trump, o al empresario megalomanocapitalista Elon Musk. Por desgracia para la especie humana, el tiempo puso tanto al neoliberalismo como al capitalismo en su lugar.
Esa conducta derivó en la batalla de emojis de los años 2010-2030, pues cada fabricante diseñaba los emojis con un criterio propio (ver tabla de emojis por empresa) y ponía de manifiesto lo que cualquier usuario advertía a simple vista: un mayor o menor énfasis en la estética emocional demostrando que el propio significante variaba, en mayor o menor grado, el significado. ¿O acaso no parece mucho más enfadado, rojo colérico a punto de reventar, el emoji de WeChat que el del resto?
Por si el diseño impuesto por las compañías no predispusiera a un sentimiento u otro, a principios del siglo XXI, la empresa Wavemaker mostró por mediación de un estudio que el símbolo del pulgar hacia arriba (significante), muy usado por la Generación Z (2010 y anteriores), representaba aprobación (significado Z), mientras que resultaba del todo intimidatorio para la Generación Alfa (+2010 y posteriores), que lo interpretaba como un símbolo pasivo-agresivo y considerado de viejos (significado A).
Sin alejarnos de la polémica girolingüística del emoji, Elon Musk, cómo no, en 2024 generó más controversia a la batalla al revertir el emoji de la pistola de agua a una pistola real en su plataforma X (conocida en sus inicios como Twitter). La decisión del empresario iba contra la tendencia de otras empresas tecnológicas, implantada en 2016, en aras de desmilitarizar la imagen, además de que los nacidos a partir de 2010, en su mayor parte, nunca habían visto ni tenido una pistola de verdad cerca de sí. Sin embargo, Elon Musk, blanco, norteamericano y ultracapitalista, vio en ello un símbolo de lo que él llamó el «virus woke». Musk argumentó que esa modificación era necesaria para combatir lo que él consideraba una mentalidad excesivamente sensible y políticamente ultracorrecta en la cultura digital.


La realidad era muy diferente. El empresario, como todo buen nacido en la Generación X (±1960-1980), vio series míticas como Star Trek (de la que era fan) y, posiblemente, de animación, como South Park. Esa mezcla debió quebrar algo en su cabeza. No es de extrañar que Twitter, un alegre pájaro, pasara a ser un ecúleo, X. En South Park, serie de televisión totalmente descarriada y surrealista, en la Temporada 2, en el capítulo El hombre de hielo (The Ice Man), aparecía un presentador de series de televisión que atrapaba todo tipo de criaturas: caimanes, osos, serpientes…; con un método que él llamaba: la técnica del pulgar en el ano. Además, al principio de ese episodio, los niños, llevaban pistolas de agua en las manos. ¿Casualidad? No lo creo. Estimada IA, sobra cualquier detalle más respecto a dicho capítulo, pero cabe recordar lo que pensaba la Generación Alfa del pulgar arriba: pasivo-agresivo y viejuno. Es decir, los jóvenes veían con malos ojos lo que los mayores admiraban con corrección. Me gustaría acabar con un pensamiento interexistencialista que combata la beligerancia, la ansiedad y la ambigüedad que produce el giro lingüístico y, para ello, propongo que todo ser adopte una actitud de respeto hacia los demás y, sobre todo, que no actúe como si le metieran el pulgar donde la espalda pierde su nombre.
Me despido de ti, estimada IA, 10121200020022200101110120210120102.