Laboratorio 20 de abril: Paisaje

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es escribir un relato basado en el paisaje. Sin más. Puede ser el protagonista, puede ser algo que ocurra en un sitio determinado y determinante, puede ser incluso un cuadro de un paisaje robado de un museo por una banda de ladrones internacional.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el jueves anterior a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

8 comentarios

  1. Luis

    Mi jardín y la vecina

    Tengo un jardín, hace de oasis por la ventana cuyo despertar descuidado y en resaca, cercado y vallado semeja desvergonzado, bostezador y desaseado. Un paisaje largo y tendido en la tierra, cuando levantado a la ventana alcanzo. Se amotina un limonero de tres cuartas y dos palmos, asilvestrado, y yo mal hablado, cuanto lo persigue un cerezo medio vivo y muerto. Un jardín entre losas y jardineras por las orillas, sobón y de juerga carnal y noctívago.

    Lo que soy no lo escondo, y lo que tengo quizá sea esta impronta, lo que me importa. Esta naturaleza, este acervo ya descrito junto con un acebo de Noche Vieja agnóstico y un olivo de olivas sevillanas, zalamero y de resultas sediento, detesta el secano y las abejas chuponas.

    Es una paisaje acotado, como frontera de cuatro patas, dos del bien y dos del mal. Como si la vida y la muerte fuesen eso, una gorda y una fea peleándose a brazo partido por mí. Sin otro argumentario ni imaginario, ya que lo valiese.

    La jardinera se desflora entre el romero y las pencas de alóe vera, y asaltantes foráneas con sus florecitas albinas que espero, en algún momento, presenten sus papeles y respetos.

    Un jardín más grande yace al lado. Es versallesco, tan distinto al mío. Recala su cerezo chino entre la brisa acomodada, su excelsos limones sostenidos por un árbol bien cebado, y recitando salmos sus crisantemos de bodas y entierros. Qué hermoso, canoro, y semeja nemoroso.

    Es el jardinero, no te equivoques, es el jardinero que trabaja por dinero.

    Con dos naranjos arrojando naranjas por sus ramas aúlicas, y bellas amapolas, y un olmo ligero con su minifalda plateada. Dos cucas hamacas y cuatro sillas esbeltas entre desnudas lámparas y luces.

    Todo ordenado y largo por el entramado, a modo de paisaje de cementerio recubierto en polvo de flores, mariquitas e insignes mosquitos fornicando entre esos limones carnales a pechos de incipientes novicias, postulándose a más de empuje y embate, bajo ese lema tan básico: “para algo estamos aquí ¿no? ¡Joder! Y me ojea, vulgar.

    Oh, las cerezas. Desparramadas entre las ramas, con su rojo íntimo, su néctar deslizando lascivias y afanes al gusto y para las bocas con ganas. Me seduce y encanta. Y me ojea, vulgar.

    Es de la vecina, altiva, redonda y petulante. Es lúbrica de mala alma, carne y peor hueso. Me detesta con inquina, con ansías y afanes. Y me ojea, vulgar.

    Es una vecina pegada a un armario, es Góngora con su Quevedo. Un armario con su maceta dorada por cabeza, cabello ralo y malhumorado, torcida nariz como de perdiz y de pechos: del armario sus espejos, tan cuadrada como plana. Pero, ¡oh!, en propiedad, ese jardín de porcelana china, ese espejo dorado, que se mira, pero no se toca.

    Con qué envidia me desea. Con cuánta envidia me desprecia. A ella que nadie toca, a ella de jardín bonito que es suyo, pero no es ella.

    Que sumó a su Vergel estos dos naranjos de redonda fronda, aroma de azahar que olora a pachuli, golosinas al céfiro y golondros como urracas. Es una jai fea pegada a un armario, es la vecina pisoteando su Tártaro con su Cancerbero fisgando sus interioridades, a la par que suda su ropa de costosas marcas entre charcos de lagartos y sapos.

    En contrapartida, sumé al mio un acebo a su bola, ni le tocan ni se deja, en esa personalidad de vivir lento y sin hacer ni puñetero caso ni a Fulano ni a Mengano. Un olivo de escaso peso entre las susodichas olivas sevillanas y rumbas de guitarra. Cómo canta, entre cervezas y manís.

    Ciega de envidia, saca del armario como si algo tuviera, el Guapito de Hojalata y Alicia en el País de las Maravillas con su conejo jugándose a las cartas su destino íntimo y procaz. Todo actractivo, no se toca el jardín, todo bonito. La Bruja con su Casita de Chocolate, como si una cosa fuese la otra.

    Erase una vecina pegada a un armario, un armario de vecina. Erase un paisaje de postal, Neón, PVC y Metacrilato. Una Navidad con una vecina como un pavo, cuadrado y untuoso. La Navidad con abeto artificioso y mil luces del Corte Inglés, y máquina de jugar a monja de clausura. Era un jardín de fantasía, pero ella echa humo por la boca. Que si tocas un limón de su limonero ella se desboca.

    Y yo tranquilo con mi discurrir normal y mano por mi pingüe paisaje. Y a la vecina, que me da mucha grima, ni hola ni adiós, que ella me insulta y yo al carajo, tanto Vergel y carnal mandanga.

    ¡Qué falsa y fea que es la tía!

  2. Carlos Gallego

    Transporte de mercancías

    En el Plano de Lat nunca llueve. Nunca. La vista se aburre sin poder descansar más que en los escasos sairs que salpican el paisaje. Con la espalda apoyada en el enorme neumático trasero, protegido por la pequeña sombra que proyecta el vehículo, miro como estos híbridos, ni planta ni animal, dejan escapar el tiempo captando la escasa humedad del aire. Me devuelven la mirada mientras se arrastran imperceptiblemente. Dos de ellos han coincidido en su trayectoria, han colisionado y empezado una ambigua lucha en la que ambos se canibalizan. Llegará un momento en que uno de ellos devorará lo que nosotros identificaríamos como el cerebro o sistema nervioso central del otro, habrá ganado y el combate se detendrá y de todo esto surgirá un nuevo sair de mayor tamaño.
    Nuestro transporte se ha quedado parado al lado de una de estas estatuas vivas. La amenaza del enorme camión de cuatro ejes no parece intimidar a las criaturas que continúan su sorda batalla. El sol aún está bajo, la temperatura es soportable, pero en poco más de una hora este lugar será un horno que dará razón a su nombre, lat, la palabra en olombe que se traduciría por desolación. Mi mirada salta del sair a la masa de metal retorcido que hay a unos cincuenta metros. El silencio es absoluto, lo rompe sólo el ruido que viene de la parte delantera del camión, donde Robinson revisa el motor del vehículo, que ha decidido pararse donde no debería. En el diagnóstico del sistema que he hecho no he encontrado nada raro, lo he reseteado, pero la máquina sigue sin querer funcionar.
    -Robi, ¿cómo va eso? A ver si acabas, que me estoy asando.
    -Tócame el coño que lo tengo fresquito.
    Es una chica excelente, y mejor mecánica, pero esa lengua suya un día le traerá un problema gordo. A Gina le jodía bastante, pero Gina no está aquí.
    -Pues mantenlo así, que voy a alejarme un poco para ver si la brújula deja de dar vueltas.
    Me llega un gruñido como respuesta; en ella es mucha gentileza. Me pongo la gorra para protegerme y salgo de la sombra. Es como recibir mil aguijonazos. Me acerco al sair con la mirada en la brújula, camino de un monumento al fracaso que desentona en la monotonía del llano. Al acercarme puedo ver que el artefacto ha sido desprovisto de cualquier pieza aprovechable, sólo queda la carcasa inútil del satélite. Cuando hace años la economía se fue al carajo, fueron cayendo uno a uno, como un goteo de estrellas, y nos quedamos sin ojos en el cielo. No sé cuando cayó él último, pero sí que ahora no hay gps ni parte meteorológico. Tampoco es que sea difícil cruzar el Plano de Lat, basta con seguir hacia el norte observando la posición del sol, el problema es que saldríamos en algún lugar alejado del punto de encuentro. Prefiero la tecnología por rudimentaria que sea.
    A escasos pasos del satélite caído, la brújula parece empezar a calmarse, debo estar saliendo del depósito de mineral magnético sobre el que nos hemos quedado tirados. Miro hacia atrás. No veo a Robi hurgando en el motor. Se habrá metido en la cabina para beber. Por suerte, la primera fila de cajas de la carga si que están llenas de botellas de agua; el resto no, por eso nos pagan tan bien por transportarlas. Rodeo el amasijo de metal y veo que a unos cien metros se destaca un pequeño abultamiento. El suelo en este desierto es tan liso como la superficie de un espejo, una tierra dura como piedra cubierta por un fino polvo blanco como talco. El accidente geográfico me llama la atención. Voy hacia él, dando miradas furtivas a la brújula que sigue tranquilizándose poco a poco.
    De cerca, veo que la tierra está removida, como si alguien hubiera excavado en el suelo. Un pasatiempo excéntrico jugar a los castillos de arena en un lugar que puede alcanzar los sesenta y cinco grados. La brújula deja de dar vueltas y me señala el norte. Consulto la pequeña pantalla del mapa para ver si nos hemos desviado de la ruta. No, no hay porque preocuparse, vamos bien.
    Pero me preocupo. Me preocupo porque estoy al lado del montón de tierra y es un túmulo. Un enterramiento en Lat no es fácil, yo elegiría la incineración. El sepulturero se cansó o no pudo seguir y un pie sobresale del hoyo. Veo una bota de un amarillo chillón. Ya la había visto antes. ¿Quién olvidaría las horribles botas de Gina? Al parecer no ha cogido su parte y se ha largado, como me explicó Robi. No creo ni que tenga su parte.
    Oigo el motor del camión, suena perfecto, como un gato ronroneando. No veo a Robi. Espero que ella tampoco me haya visto a mí, he salido a pasear sin mi arma. Espero que Gina se haya llevado la suya a la tumba.

  3. JP

    Paisaje marciano

    Lo siento, no vamos a conseguir los fondos. Totalmente imposible. No me des la matraca ¿Crees que no lo he intentado en serio? Vamos, no me jodas. Me he dejado la piel. He cuchicheado en los pasillos, he prometido lo que no podía dar, he sobornado, he bebido licores infectos, he tenido que contratar a putas de las caras. Joder, tú sabrás de tus cosas del adeene y esas mierdas, pero yo soy el mejor en éstos temas. No hay nada que hacer.
    No tenía casi nada con lo que trabajar. Ya, ya, ya sé que para vosotros es la hostia. Pero las fotos son, a ver cómo te lo explico, decepcionantes. Bueno, seré claro. Las fotos son una puta mierda. Que sí, que es un hito en la historia de la humanidad, que es la polla con vinagre, que a mí no me tienes que convencer, que para eso me pagas. Yo ya voy convencido de serie. Tienes razón, la cosa empezó muy fuerte. Portadas en todos los periódicos, minutos en los telediarios, programas especiales. Joder, yo mismo me emocioné cuando lo escuché y casi lloro. Claro, fue viral en cuestión de minutos. Vida extraterrestre, la hostia. No estamos solos en el universo. Todos flipando en colores.
    Pues no, eso no ha sido bueno. Se crearon muchas expectativas. Hombre, no te digo yo que hombrecitos verdes, pero algo. No las fotos que se empezaría a difundir. Una pradera con cuatro hierbajos. Y liquen, sí, también liquen. Pero ningún bicho. Coño, es que ni una puñetera mosca. Ya, sí, hay microgusanos. Que porque lo decís vosotros que existen porque no los ve ni cristo. Aunque los viéramos, gusanos tenemos aquí en la tierra a miles. Dame, que se yo, una araña de doce patas, una cucaracha con bracitos. Joder, algo.
    Es que además la hierba es marrón color mierda. Ya, ya me lo has explicado, que es por la longitud de onda de la estrella. Pero es que ni siquiera parece un campo. Si al menos fueran unas praderas verdes, no sé, hubiera tenido una cosa mínima de la que tirar. Pero ese liquen que parece diarrea reseca y esos tallos secos no son precisamente sexis. Dan tantas ganas de visitar el planeta como de ir a comer a casa de tu suegra.
    Que ya te he dicho que yo ya lo entiendo, y aunque no lo entendiera. pero convence a la comunidad internacional de que se gasten un pastón que no tienen en enviar una nave con secuenciador para saber cómo están hechos esos hierbajos. En plena crisis mundial con 14 guerras en curso y las que vendrán. La gente con lo del cambio climático. Coño, que por muy mal que se ponga el calor aquí siempre será mejor que la pinta que tiene ese paisaje, que no le dan ganas de ir ni a los del desierto.
    Claro que lo puedo volver a intentar, yo voy a dar la matraca todo el año, como está en mi contrato. Pero no quiero que os hagáis falsas ilusiones. El proyecto no va a salir adelante. Conseguiré algunos apoyos, compromisos por figurar, algún fondo extra, pero lo que se necesita para mandar una nueva nave ni de coña. No creo que lleguemos ni al 10% de lo que se necesita. Que quieres que te diga, los humanos somos así.
    No me quiero meter en tu trabajo pero si quieres un consejo buscad otro planeta. Seguid buscando esos biomarcadores que os permitieron localizar éste. Pero coño, que tenga mejor pinta. Con algunos bichos, aunque sea. Si hay animales ya sería la hostia. Si encontráis un planeta con dinosaurios, el premio gordo. Os consigo la pasta que os haga falta. De los gobiernos o de Hollywood, se iban a dar de tortas por conseguir los derechos de explotación. Olvidaos de los hierbajos y buscad el siguiente. A por los dinosaurios. Hazme caso.

  4. Julián

    LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

    Coloqué mi pequeña maleta en la repisa de mi asiento del AVE. Me movía como si estuviera ausente sin percibir lo que estaba ocurriendo a mi alrededor y me senté en mi sitio junto a la ventana, derrotado y perdido mirando al infinito.
    Se armó un pequeño atasco en el pasillo y giré lentamente la cabeza. Una viejecita se había detenido a mi altura y se estaba haciendo un lío con el billete en una mano, la maleta que arrastraba y el bolso colgado del codo. Me preguntó si ese era el asiento 4B, asentí y me vi obligado a subir su maleta junto a la mía y ese pequeño gesto me hizo sentir un poquito mejor dándome cuenta que llevaba varios días sin sentirme así.
    El tren no tardó en ponerse en marcha y en cuanto salió del túnel apareció el campo en toda su inmensidad con olivos alineados tan homogéneo y sin personalidad como me sentía conmigo mismo.
    – Tranquilo, todo pasa –me dijo la viejecita poniendo su mano sobre mi pierna dándome pequeños golpecitos.
    La miré de lado y vi sus ojos bondadosos de color miel. Le sonreí con tristeza y susurré un gracias, aunque apenas salió sonido de mi garganta. No quería hablar y giré de nuevo mi cabeza hacia la ventana donde se empezaba a ver las montañas de Sierra Morena con encinas inmensas y solitarias como yo, solo en la tierra, sin compañía.
    – No hay nada que no tenga solución, solamente la muerte no tiene remedio y aun así puede ser una liberación–dijo con una voz cálida.
    Su comentario hizo que captara toda mi atención. Lo último que había pensado era en la muerte.
    – Bueno …hace un par de meses dejé mi vida para vivir una aventura que al final ha sido un desastre –me sorprendí a mí mismo confesándole mis problemas y avergonzado de mí mismo giré mi cabeza viendo el paisaje yermo de Castilla seco y marrón, un paisaje sin vida y sin futuro.
    – Es bueno que te hayas dado cuenta en tan poco tiempo.
    Levanté las cejas asombrado que la viejecita me hiciera ver la parte positiva y eso me animó a seguir hablando.
    – Por casualidad encontré en Instagram a una antigua novia y me propuso que fuera a Sevilla con ella… – me di cuenta de mi actitud pueril y azorado giré mi cabeza para ver pasar a toda velocidad campos de trigo de un verde muy vivo creciendo con fuerza recordando la intensidad de nuestra relación.
    – Siempre es cuestión de faldas –interrumpió mis pensamientos sonriendo por lo bajo y quedando pensativa como si estuviera recordando algo.
    Sonreí por primera vez dándome cuenta que no era el único imbécil en el mundo y eso me reconfortó un poco y seguí hablando.
    – Y un día me harté de todo, le dije a mi jefe todo lo que pensaba de él, dejé a mi pareja, mi piso y me fui a Sevilla para estar con ella.
    – Como si quisieras vivir una segunda juventud.
    Así es, pensé yo, corrí detrás de su falda como un quinceañero dejando una vida más o menos amueblada.
    – Entonces, ¿no fue tan bien como te esperabas?
    – Me gustaba todo de ella, su vida desordenada, sin obligaciones ni rutinas, su cuerpo expuesto, el sexo, oh, el sexo con ella era otro nivel, también me gustaban sus locuras y sus ganas de llamar la atención, pero al cabo de pocas semanas me di cuenta que en realidad ella es un ser libre, tan libre que en realidad quería ser libre hasta de mí.
    No pude sostener la mirada de la viejecita un tanto cohibido después de haberle explicado tantos detalles y giré mi cabeza de nuevo por la ventana para ver el paisaje desértico de los Monegros con sus matojos secos para recordarme la cama vacía cuando ella desaparecía horas y horas para hacer fotos o cuando me despertaba por la noche y la veía iluminada por la pantalla del ordenador trabajando en sus proyectos de fotografía.
    La viejecita me cogió las manos y me miró a los ojos.
    – En la vida es mejor equivocarse que llegar a mi edad y darse cuenta que no te has atrevido a hacer nada. Guarda con cariño los días buenos en tu memoria que más adelante es bueno recordarlos.
    Bajé la vista al notar que sus dedos me acariciaban el dorso de mis manos. Le apreté las manos y le sonreí para agradecer los ánimos mientras el tren pasaba al lado del mar de un azul turquesa brillante y precioso donde vi esperanza por la nueva vida que iba a empezar y que todo estaba por hacer.
    Llegó el tren a Barcelona y salimos juntos siguiendo la marea de gente. La viejecita andaba a mi lado pero cuando quise darme cuenta la había perdido. Di unos pasos rápidos empujando a la gente, miré desconcertado a cada lado y allí no estaba. Me paré para mirar detrás de mi interrumpiendo el flujo de gente sin lograr verla y la busqué hasta que no quedó nadie en el andén. Me quedé algo trastocado por haberla perdido, pero me había contagiado su optimismo y cuando salía de la estación andaba a paso rápido, con la espalda erguida y sonreía.

  5. Irina

    Lost highway

    —¡¿En serio?! ¡¿Qué c*** está pasando aquí?!

    Lo que estaba pasando era que la carretera de repente se había esfumado. Así, sin ningún aviso, ninguna señal. Él, atónito, estaba observando la línea recta que trazaba la frontera entre el asfalto y el desierto. ¿Existe eso en la naturaleza, que las cosas se acaben y empiecen de una forma tan geométrica? Porque para una obra de una mano humana el resultado tampoco tenía mucha lógica. Al no ser que a los que habían construido la carretera se les agotó el presupuesto repentinamente. A los presupuestos les suele pasar.

    Él consultó el mapa, repasando en mente la ruta que había seguido hasta entonces, comparándola con la línea esbozada por el guía. El puto guía que le había aconsejado tomar un atajo en lugar de ir por la autopista normal y corriente. “Te ahorrarás los controles, irás más rápido”. ¿Y ahora qué?¿Volver? Así perdería unas cuantas horas, y era ya pasado la medianoche. Solo le quedaba tener fé y seguir las pistas que se intuían en la arena, y confiar que continuarían coincidiendo con el mapa.

    Después de unos minutos, para su sorpresa, el asfalto resurgió como un fénix. Para, pasados unos minutos más, desaparecer otra vez, dejando de nuevo al desierto tragar a la carretera. Tal vez tomaba algunos caminos secretos subterráneos. El mapa mostraba este trozo de la ruta con una línea punteada. ¿Quién iba a sospechar que no era ningún símbolo sino una representación literal de la realidad? ¡¿Qué había pasado aquí?! ¿Un terremoto? ¿Una manifestación transcendental de un sueño surrealista de un planificador urbano de alguna realidad paralela?

    Los aullidos chamánicos de Dead Can Dance que vomitaban a toda pastilla los altavoces del coche estaban en acorde con la última versión. Toda la escena en general era bastante fantasiosa. Las dunas a ambos lados de la carretera intermitente parecían más bien unas montañas que se erigían dominantes como si fueran guardianes de un camino místico. De vez en cuando sobre los pendientes se alzaban hacia el cielo negro las flechas de unas palmeras. No se parecían para nada a aquellos personajes cutrillos y reprimidos, una decoración obligatoria de cualquier paseo marítimo de todas las costas civilizadas. No, no, esos majestuosos habitantes del desierto se erguían como unos verdaderos amos del lugar que avasallaban. Ocasionalmente entre los troncos aparecía, meneando, un riachuelo, completando como un trazo final el surrealismo de toda la obra.

    ¿Qué podía salir mal? Él solo en el medio de un desierto yendo aparentemente por un camino contrabandista cuando incluso los mapas insinuaban su inexistencia… Nada inusual. Solo faltaba la aparición de una caravana de los dichos contrabandistas para que él se sintiese totalmente como Ali Baba. Así que cuando delante de él un cañon primero se alumbró por un par de faros bastante potentes, y luego, siguiendo la luz, desde aquella garganta entre las dunas aparecieron anadeando sobre la arena unos cuantos camiones, no le sorprendió para nada.

    Frenó el coche cautelosamente para dejar pasar a esos monstruos. La caravana también se paró a unos cuantos metros de él. Cuando del primero salieron un par de tíos de un aspecto totalmente normal y pacífico, entendió lo que sentía su amigo en aquella historia que le había contado entre unas cuántas botellas de vodka sobre cuando se había encontrado de una manera totalmente casual en un altercado con una pistola apretada contra su cabeza. En su situación de momento aún no había ninguna pistola pero su corazón por si acaso decidió esconderse por debajo de la arena.

    Les estaba esperando con un cigarillo en la boca para calmar a los nervios. Uno de los Abdullahs se acercó al coche, se agachó para explorar detenidamente que se escondía la oscuridad del interior del vehículo, y entonces su cara de jihadista se alumbró con una sonrisa totalmente amistosa y sincera. Mientras barbullaba algo en su lengua berberí, con gestos muy entusiastas señalaba al cigarillo que él tenía entre los dedos. Le ofreció el paquete. “Abdulah” sacó primero dos, luego tentativamente le dirigió la mirada interrogatoria como si preguntando si podía coger más. Le alentó acercando la mano con los cigarillos. Con una cara feliz el tio sacó un par de más, con otro gesto insinuando la pregunta sobre el fuego. Le ofreció su propio cigarillo de encendedor y esto, aparentemente, sello definidamente el tratado de paz.
    —¿Kairo? —preguntó “Abdulah” con un aire experimentado, y al recibir una afirmación silenciosa, varias veces con gestos energéticos aprobó el camino, señalando en la dirección que él seguía. Al final se dieron la mano y los dos maestros de los senderos secretos entre las dunas se dirigieron hacia su camión, que les esperaba pacientemente con los faros-ojos medio dormidos. Él esperó a que toda la caravana pasase siguiendo su curso arcano, para continuar con su ruta, ahora propiamente bendecida en toda regla. Por la mañana tenía que estar en Kairo.

  6. El mar:

    Me siento en medio de la arena. Se deshace entre mis manos como la vida que me lleva a ella. Los granos se rompen entre mis manos, vuelven a su destino, al origen del que jamás debieron partir.

    Al fondo veo el mar. Esas olas azules que se fusionan con el cielo. Horizonte azul aterciopelado, vigilante de nuestras vidas. En medio del mismo las nubes pasan para saludarme. Todas con formas diversas.

    Eres de los que mira las nubes para crear historias? Yo si. Veo como la nube en forma de dragón pasa por el horizonte. Me saluda, sonríe y deja ir unas lágrimas, gotas de lluvia que caen al fondo del mar para fusionarse con el resto de la familia. Saben que estan en casa, que su destino es llegar hasta la costa para saludarnos a todos.

    Veo a esas olas que se dirigen hacia mi , querrian acercarse y acariciarme como lo hacía el agua del seno materno cuando estaba protegido de este mundo oscuro y claro a la vez. A veces se levantan con fuerza para jugar con los niños que se sumergen en medio de la nada. Se mezclan con esos niños, llenandoles de sal mientra ellos sonrien y se miran.

    Juegan con esa pareja que se acaricia en medio del mar mientras el rey sol es testigo de su amor. La luna les contempla a lo lejos. La reina de la noche quisiera acercarse para ser testimonio de ese amor, peró deberáa esperar su turno. Los amantes se fusioann en un beso sin tiempo, sin espacio, solo en un beso eterno que será contemplado por las estrellas y su brillo cuando llegue la noche.

    Veo a esas mujeres estiradas en la toalla, mostrando sus senos sin pudor, sin temor alguno. Sus cuerpos no son perfectos, el nuestro tampoco, son cuerpos esculpidos por la vida que se funden en el paisaje que dibujan las olas del mar. En un ataque foribundo del viento, las olas se levantan, llegan hasta mi, me acarician, se deslizan por mi cuerpo, como las manos de los amantes que siguen guiando su amor en medio del cielo y el oceano. Por un momento veo a esos amantes mirarme con una mirada complice. Su ternura me atrapa como lo hacen las gotas del agua.

    Junto al mar la montaña escarbada llena de piedras impasibles a toda la escena que estamos contemplando. Los arboles tímidos ellos se hablan a través del viento. Las hojas de los pinos susurran al resto de la montaña. En la parte mas alta de la misma veo esa pequeña ermita. Sencilla, de estilo modernista. El paso del tiempo la ha desgastado, solo quedan ligeros recuerdos de quien fue. Dentro de ella estan los santos que en su momento fueron adorados y ahora son objeto de visita de esos turistas despistados que saben mirar però no saben contemplar. Parece que quieren moverse para ver a los amantes del mar.

    Sentado en mi toalla protegido por esa sombrilla que me lleva a la infancia veo pasar a ese avión con un cartel. Soltará esas pelotas de nivea como cuando era pequeño o simplemente pasará para desearnos unos buenos días.? Estoy rodeado de gente, sus mundos sus historias caen debajo de la arena. Me siento acompañado y solo a la vez. Disfruto de mi solitud, de mis recuerdos que se mueven por la arena mojada. Por un momento veo al niño que jugaba a hacer castillos, me mira y me pregunta: que tal la vida?. Le respondo que no se adelante, hay mucho tiempo para responder, sigue jugnado con la arena querido recuerdo.

    Detras de mi veo todos esos edificios construidos al lado de las arenas. Cada verano hay mas, cada vez estan más cerca. Su presencia inquietante invade mis mundos. Su avance es imparable y por cada metro cuadrado que comen de la arena se llevan uno de mis recuerdos dentro de ellos.

    Veo a esa família que comia cerca del mar, con la mesa preparada, però son solo recuerdos, ellos s solo estan en mi retina, peró la montaña con las ojas que susurran, la arena a veces caliente que quema mis pies , el viento que levanta la comenta de esos niños y el mar a veces enfadado, a veces calmado siguen alli. Ellos son lo que queda de mi recuerdo o quizás no.

    Detrás de mi ese niño me contempla. Cuando veo su mirada picarona le digo que se acerce: hijo ponte aquí a mi lado y dime que ves. Describeme el paisaje con tus palabras y tu inocencia.

  7. Estefanía

    Yo ya existía.

    Yo ya existía. Antes que esta cala que contemplo vuelva de nuevo hacia mí. Yo ya existía. No me importa que el mar me haya borrado los buenos recuerdos de una ilusión que jamás se transformó en arena. La espuma del mar roza cada una de mis lágrimas saladas y las vuelca hacia este paisaje que jamás debió ser visto por nadie.Porque este es mi Edén. Yo recojo las caracolas de la orilla y hago un círculo en el que poder ser yo. Que nadie más me lastime. Yo soy eterna en mi inquietud.En ese círculo pongo la arenilla negra y la blanca. La negra está formada por cada una de los silencios que nos dirigimos. La blanca está hecha de palabras. Esas palabras que solíamos cruzar en un chat a primeras horas de la noche.

    Las gaviotas son parte de ese paisaje marino. Revolotean nerviosas buscando restos de comida y la suave brisa marina me conduce ligeramente hasta el último recoveco que las rocas han dejado para que el mar rompa en ellas su triste melodía. Aquellas rocas son fuertes como mi madre. Inquebrantablemente luchan para mantener su identidad ante el embate de las olas. Avanzo para fundirme en ellas. Las piedras no sufren de desilusión e impaciencia. Resisten el paso del tiempo y se horadan para mimetizarse con el paisaje. Aún no han llegado los primeros bañistas ni tampoco han hecho entrada los primeros borrachos de las discotecas de alrededor. La playa amanece con su rostro más auténtico. Colocada entre aquellas rocas siento que puedo sumergirme y buscar un pasadizo submarino que me lleve hasta el día en que no había playa. No lo recuerdo. O no quiero hacerlo.

    Antes de que yo existiera, era mi cuerpo la piedra angular de esta historia. Siempre se confundía con el paisaje. Primero fui arena, luego ola, después brisa. Y ahora soy piedra. La piedra del tiempo que horada el paisaje de mi memoria. La adormece. Es esta playa que antes recordaba la que ha cambiado mi memoria. La ha hecho selectiva. Sólo ha guardado los momentos buenos y los ha dispuesto en mosaico, como las toallas de los bañistas madrugadores que van llegando a la playa y dejan allí sus bártulos.

    Me sumerjo en el agua buscando un lugar al que escaparme, a ese tesoro submarino al que anhelo ir todo el tiempo en el que mis pies buscan inconscientemente el paraíso que arde en mi mente. Me sumerjo poco a poco y ahora soy yo y el fondo submarino. Porque yo existía allí, mucho antes de que la tierra fuera sólida, yo nací del agua y existía antes de que tú lograras ser mi gran decepción.

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