Laboratorio 18 de mayo: Sainete

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es escribir un relato con estructura teatral, si puede ser en clave cómica, tipo sainete, mejor, pero como siempre la consigna es amplia.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el jueves anterior a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

11 comentarios

  1. Lluís Guitard

    Dos de Mayo
    – ¡Hola! Dime, Alfredo, voy por Alcalá al desfile del día de la Comunidad.
    – Quítate ese vestido.
    – ¿Qué?
    – Te tienes que quitar ese vestido ¡ya!
    – Pero, Alfredo, qué coño estás diciendo, si estoy en mitad de la calle, pero qué… ah, espera… ya entiendo.
    – ¿Qué?
    – Cómo me pones Alfredo…
    – No, no, no es eso.
    – Sí, sí. Como este verano, ¿no? Estoy llegando casi, dame diez minutos, busco un lavabo o así, y nos hacemos videollamada. Me quito el vestido y me vas diciendo. Ya me estoy poniendo cachonda. Pero será solo un rato, que a las 12 empieza el puto desfile…
    – No, no es eso. Hazme caso: te tienes que quitar ese vestido. Repito: tienes que quitarte ese puto vestido.
    – Así me gustas, Alfredo, en plan malote, cómo me pones… Dame un rato y te llamo ¿Hacemos aquello de que tú eres Marchena y yo una puta zorra roja separatista?
    – ¡Que no es eso! Te he visto en Telemadrid.
    – ¿Telemadrid? ¿Dónde? Joder, ésta es la mía. Espera que busco la cámara y hago declaraciones. ¿Qué te parece: El llorón de Sánchez tendría que aprender de nuestra presidenta…
    – En Telemadrid han filmado las calles cortadas y sin tráfico por el desfile, entre la Puerta del Sol y la de Alcalá…
    – mírala, mírala…
    – …y he visto que ibas andando por la calle y… ¡Llevas el mismo vestido que la Choni!
    – Indignante, el tráfico está cortado por el desfile. No piensan en los ciudadanos. El chófer no podía llegar a Sol y he tenido que caminar por lo menos 50 metros.
    – ¿Has oído lo que te he dicho del vestido?
    – ¿El vestido? ¿Queda bien el vestido en la tele? Es rojo comunidad de Madrid, como tú me dijiste, mi señor asesor malote, malote. Para que quede bien, bien, pero bien claro lo pelota, pero lo bien pelota que puedo llegar a ser con la Choni de la Ayuso…
    – ¡Noelia, el problema es que llevas el mismo puto vestido que la Choni de la Ayuso!
    – Claro que sí. Del mismo color, es rojo comunidad de Madrid, como tú me dijiste, para que quede claro, pero que bien claro, lo pelota, pero lo bien pelota que puedo ser…
    – Sí, sí, ya sé. ¡Pero es que llevas exactamente el mismo puto, puto vestido que la Choni!
    – ¿Exactamente el mismo vestido? ¡Vaya, qué casualidad! ¡Pues qué buen gusto tiene la cabrona!
    – Pero es que llevas el mismo puto, puto, puto vestido y encima eres un pibón joven y mucho, mucho más guapa que ella…
    – Gracias, Alfredo, sabes cómo ponerme cachonda, ¿así que te gusta cómo me queda el vestido?
    – ¡Me importa una puta mierda si te queda bien! Es el mismo puto vestido y eso es una putada.
    – ¿Por qué es una putada?
    – Mañana foto en la prensa: las dos una al lado de la otra, con el mismo vestido y todo el mundo comentando que tú eres más guapa que la Choni. La bella y la entre normalita y resultona.
    – Ay, Alfredo, cómo me pones. Dame cinco, diez minutos y hacemos videollamada.
    – Noelia, ¡tu carrera política está en peligro!
    – ¿Mi qué, qué? Oye, que yo sigo tus consejos y a mí nadie me gana a hacerle la pelota a la Choni.
    – ¡Pues te has comprado el mismo puto vestido que la Choni y eso la va a cabrear mucho!
    – Oye, que yo no soy tonta y no lo veo así. Es ella la que se ha comprado el mismo vestido que yo.
    – No. Eres tú, tú, tú, la que te has comprado el mismo vestido que la Choni.
    – A ver listillo ¿Por qué?
    – Porque la Choni es la puta presidenta de la comunidad de Madrid, la puta ama, y tiene muy mala leche, y tú eres una simple diputada. ¡Una simple diputada no puede ir con el mismo puto vestido que la Ayuso, joder! ¡Y mucho menos si está más buena que ella y las comparan!
    – ¡Hostia! Vale, ahora lo entiendo, Alfredo. Ya os lo he dicho muchas veces, a mí, si me lo explicáis claro y sin gritar, al final os entiendo. Pero bueno, es una casualidad, no tendría que ser un problema, no es culpa mía.
    – Es la puta Ayuso, coño, la he visto cortar cabezas por menos. No es la mejor forma de hacerle la pelota ir con su mismo vestido y estar más buena que ella.
    – Cortarme la cabeza por llevar el mismo vestido no sería racional.
    – Ella no es racional.
    – ¿No lo es?
    – No. Se ha puesto una puta tarima en medio de la puerta del Sol para pasar revista a las putas tropas del ejército como si fuera el puto rey de España para salir mañana en todas las putas portadas de España con su puto vestido rojo. Y tú hoy eres un pibón más guapa que ella con el mismo puto vestido rojo y le chafas las putas portadas.
    – Será una anécdota que pronto olvidará.
    – Ella ni olvida ni perdona.
    – Ella sabe que yo soy muy, muy, pero que muy pelota.
    – Casado también lo era. A la Choni le sobran las pelotas. Tiene pelotas de sobra y puede prescindir de las que quiera. Lo digo en varios sentidos…
    – ¿Y si pongo cara de fea?
    – Tú con cara de fea estás mucho más buena que ella.
    – Cómo me pones, Alfredo, pero cómo me pones, espera cinco minutos y ….
    – ¡No! Ahora tienes que pensar algo.
    – Diré que me he quedado en casa porque estoy enferma.
    – Noelia, acabas de salir por la tele en directo.
    – Me compro otro vestido.
    – Noelia, eres diputada y vas a la celebración de la fiesta de la Comunidad de Madrid, joder, tendrías que saber que hoy es fes-ti-vo, las tiendas están cerradas.
    – Alfredo, no me presiones, pensar no es mi fuerte.
    – Lo sé, Noelia.
    – ¿Pero follo bien, no?
    – Vaaaaaale, pero ¿Qué vas a hacer?
    – Alfredo, no me preguntes tú a mí, sabes de sobra que a mí en follar y en política me tienes que decir exactamente lo que tengo que hacer. Tú eres mi asesor, joder.
    – Vale. Llama a tu marido y dile que te traiga otro vestido. ¡Ya! Cagando leches.
    – Álvaro está en pádel, no me contestará el teléfono.
    – Díselo a tu chacha, a tu secretaria, a tu madre, a alguna amiga si tienes, a quien sea. Que vayan a tu casa y te traigan otro vestido. ¡Ya!
    – Alfredo, sabes que no soporto Madrid y por eso vivo en La Moraleja. No da tiempo a que me traigan ningún vestido. Además, solo tengo un vestido rojo y es el que llevo puesto. Me dijiste que tenía que ir de rojo Comunidad de Madrid para que no quedara ninguna duda…
    – Lo sé, lo sé. Pero tienes que pensar algo.
    – Alfredo, sabes que a mí en follar y en política…
    – Lo sé, lo sé, no discutamos. Solo queda una solución.
    – ¿Cuál?
    – Mi mujer.
    – ¿Tu mujer?
    – Sí.
    – ¿Qué coño pasa con tu mujer? ¿Está con mi marido?
    – No, está aquí, en la sede de la Comunidad. Les han pedido a las secretarias que vengan a trabajar hoy, aunque sea festivo, para atender llamadas de la prensa.
    – ¿Y eso que tiene que ver?
    – Que mi mujer ha venido a trabajar con un vestido rojo comunidad de Madrid.
    – ¡Qué pelota! Es repugnante, no soporto a la gente pelota.
    – Al menos no es el mismo puto vestido rojo que os habéis comprado la Choni y tú. Tenéis la misma talla. Le diré que se cambie su vestido contigo vestido y así no vas con el mismo vestido que Ayuso.
    – ¿Yo con el vestido de una secretaria?
    – Secretaria de Dirección. Y es un vestido elegante, la imbécil se creía que la invitaban al desfile y se ha gastado una pasta en el puto vestido.
    – Un piojo revenío, eso es lo que son las secretarias de dirección.
    – Pero es la secretaria del Director de Servicios porque es servicial, que es lo que ahora importa. Ven a la sede de la comunidad, estás a 10 minutos, y mi mujer y tú os cambiáis los vestidos.
    – Hummm, ya veo por donde vas. ¿Quieres un trio? ¿Eso es lo que quieres, malote?

  2. Estefanía

    El bar de Diego.

    Personajes:
    Diego, dueño del bar.
    Sr José, padre del dueño.
    El chulito, caco y maleante.
    La abuela, vecina del barrio.
    El universitario , vecino del barrio.
    Pepín, amigo de Diego.

    Acto único
    En el bar de Diego, una bodega del barrio del Carmel.Telón corto.
    Escena I
    [Diego y Pepín]
    Diego: Otro día más…
    Cuatro carajillos,
    seis cervezas
    y nada más.
    Eso es lo que habrá.

    Pepín: ¡Venga, Diego,
    que hoy te pido unas bravas
    y unos buenos chocos!
    Diego: Déjate de bromas , Pepín,
    Que no estoy pa hostias.
    Pepín: Qué bromas ni que leche…
    Que hoy me pego un homenaje.
    Diego: Pero si tú no te pegas ni a la bebida,
    que ni gastar pa agua, Pepín.
    Que nos conocemos…
    Pepín: Pues mira , hoy te voy a pedir
    que me prepares
    un buen bistec con patatas
    y una botella de vino, del bueno.
    Diego: ¿Te ha tocado la lotería, Pepín?
    Pepín: Y dale con la ironía.
    ¡Qué fama tan injusta!

    Escena II
    [Entran la abuela y el universitario.]
    La abuela: Buenos días, Dieguito.
    Diego: Y dale con Dieguito, abuela,
    Que sabe que no lo soporto.
    La abuela: Hoy no quiero ni café, Dieguito.
    Hoy vengo a que me prestes dos euros
    Que hasta mañana no me da mi hijo el dinero
    De la pensión y no tengo pa la barra de pan.
    Diego: Ya estamos pidiendo otra vez, abuela.
    Tome los dos euros.
    La abuela: Anda, prepárame el café,
    que mañana te lo pago.
    El universitario: Hoy no llevo para el bocadillo, Diego
    Este mes he tenido mucho gasto.
    Prepárame sólo un café.
    Pepín: Tranquilo, chico.
    Esto de estudiar sale caro,
    Diego, prepárale el bocadillo
    y el café, que se lo pago hoy.

    La abuela: ¿Te encuentras bien, Pepín?
    Pepín: fenomenal, abuela, fenomenal.
    También le pago el café,abuela.
    Abuela: Diego, un café y otro bocadillo,
    Que es la primera vez
    Que al Pepín le saco un durillo.

    Escena III
    [Entra el Sr José y Pepín desaparece]
    Sr José: ¿Dónde está mi hijo?
    El universitario: En la cocina ,
    Y yo estoy esperando
    a que salga mi bocadillo.

    La abuela: Mira, ¡Y yo también!
    El universitario: Abuela, yo pedí antes el bocadillo.
    La abuela: Menuda consideración
    a una abuela como yo.
    Muchos estudios ,
    muy poca educación.
    Sr José: Yo soy el padre
    y al que sirve es a mí.
    ¡Pepín, el café y la magdalena!

    Escena IV
    [ Entra El chulito y sale Diego de la cocina]
    La abuela: Por fin, mi café y el bocadillo.
    El universitario: Me voy ya, que llego tarde
    Sr José: Ese café, Dieguito,
    Que tu padre es lo primero.
    El chulito: Hoy no he conseguido ni diez euros.
    Qué pelá va la gente , oye.
    Si las carteras dan ganas de llorar.

    Diego: ¿ Dónde está Pepín?
    La abuela: Pepín se ha ido hace rato.
    El universitario: Sí, Pepín marchó.
    Diego: ¡La madre que lo parió!
    Me la ha jugado, el desgraciao.

    El chulito: Pues el menda hoy no paga.
    Que no ha birlao bien,
    y tiene hambre.

    Escena V
    [Salen todos del bar, menos el chulito ]
    Diego: Otro día más…
    ¡ Dos bocadillos,
    2 cafés,
    un bistec con patatas
    y una botella “ Marqués de Murrieta”
    sin pagar!

    El chulito: ¡Y una caña con chorizo , Diego!
    Y una caña con chorizo…

  3. Luis

    ¿Faldas o pantalones?

    En la consulta del urólogo, don Alexis del Sumidero, de pelo corto y cara bonita, entra un hombre. Pedro, de unos cincuenta y tantos años, pelo tintado, modoso y bien cuidado.

    —Buenas, puedo… —Pedro.
    —Si no puede le ayudo —Alexis.
    —¿Perdón…?
    —No me pida perdón. Todavía no le he hecho nada.
    —¿Me puedo sentar?
    —Si no le duele.
    —Oh, no. Es que nunca…, yo nunca he tenido problemas, ¡sabe usted!
    —¿Sus problemas?, no. Los desconozco. Yo ando con los míos. ¿Se los cuento?
    —¿Es parte del tratamiento?
    —El psiquiatra me ha aconsejado que me abra a la gente —Alexis.
    —Pero es que yo vengo al urólogo.
    —Y yo marcho al psiquiatra. ¿Si o no?
    —Bueno, usted es el que sabe… Si quiere yo escucho. —Pedro.
    —¿De mala gana? No. Cuente, a lo mejor le escucho.
    —Ejem…, verá, es mi mujer, no está contenta, dice que debe ser la próstata.
    —¿Lleva falda su mujer?
    —¿Qué…? No entiendo.
    —Querido, hay mucha noticia falsa por ahí. Un día es pescado y otro día es carne. Claro, que si no eres sincero con tu médico ¿qué se puede esperar de la próstata?
    —Lleva falda larga, siempre larga. Pero sobre todo pantalones, un poco de látigo sí que es.
    —Ves, querido, ahí radica la historia clínica del problema. Lo otro es dar por culo y una pastilla.
    —¿Y si cambio ya no tendré problemas?
    —¿De próstata? Con todas. Son todas iguales.
    —¿Las próstatas?
    —No, los pantalones que se ponen. Te has fijado, querido, que tu mujer solo se pone vestido, y escotado, cuando sale de casa.
    —¿Y eso es grave?
    —Querido, en casa estás con un hombre. Y los tiene bien puestos. Oh, qué ingenuo. Hombre tenías que ser.
    —Oiga, que tenemos dos hijos…
    —Y yo un gato y un perro, y son amantes. Bien, por faena, primero la ficha para la computadora. ¡Qué desagradable! A ver, ¿la tienes grande o pequeña?
    —¿La próstata?
    —Por favor, querido, si empezamos con jueguecitos. ¡Tu aparato, querido! ¿Dos huevos o uno?
    —Cómo qué uno o dos, ¡siempre dos, y gordos! Y quince con seis centímetros, aunque estoy preocupado porque el último año solo me mido quince con cuatro centímetros.
    —Y tu mujer está preocupada.
    —No duerme. Un día y otro día, uf, me la mide. Me tiene a dieta, no sea que coma demasiado. Un sinvivir. La verdad, estoy preocupado.
    —¿Por ella o por usted?
    —Por mí, claro. Ella es un coñazo.
    —Qué insensibilidad. En fin, bájese los pantalones.
    —¿Los pantalones…? Pero así, sin…
    —Si quiere llamó al anestesista, querido. Y entre los dos…, nunca se sabe.
    —Por internet dicen que con una analítica. El PSA, o algo parecido.
    —¿Acaso tienes el culín sucio?
    —¿Qué?, no, en absoluto. Mi mujer se ha encargado.
    —Tu mujer sí que sabe. Te tiene calado.
    —¿Qué quiere decir?
    —Te trae niquelado. Cómo te conoce.
    —¿Entonces, la analítica…?
    —Querido, ya que el culito está virgen… Ea, mirando para Cuenca, sin temblores, un poco de dolor.
    —Ah, ¿pero duele?
    —El amor y la guerra siempre duele —se levanta, Alexis, de su sillón tras la mesa y se dirige a Pedro, que comienza a bajarse los pantalones.
    —Pero…, ¡pero si llevas falda!
    —¡Ah!, si es por eso, llámame Alexia.
    —Yo no sabía, por el nombre parecía…, ¡una mujer urologo!
    —Ya, querido, ¿prefieres una mujer con pantalones?
    —No, no es eso. Es que te hacía hombre, y de pronto…
    —Todavía no te he metido el dedo, querido.
    —Pero esas piernas…
    —Esto de depilarse por ser mujer es un coñazo, como tu mujer.
    —Pero, ¿es…, eres…?
    —Llevo falda, ¿no?
    —Ya, pero, ¿y las tetas?
    —Un hombre puede ir sin tetas pero una mujer, no.
    —No, no. ¿Pero eres…, te sientes?
    —No binario, querido.
    —Ah, ¿y eso…?
    —Un mérito a favor para ser urólogo. El Colegio de Médicos de Francia te lo pone más fácil.
    —Uf, haberlo dicho. A mi me gusta el francés.
    —A mí también, pero con gusto a croissant. Tengo que encontrar el gusto.
    —No, si al final, ¿sabes?, no parece tan duro —y acaba de bajarse los pantalones.
    —Con un dedo, no, pero igual se requieren dos. Pero solo si se complica.
    —¿Se puede aprovechar para alargarla un poco?
    —Si no se queja, vale —Alexia
    —Es un sugerencia —Pedro
    —Si se te pone intentaré darle un estirón, ¿contento?
    —Vale, y sin miedo, que no me duelen prendas.
    Alexis se coloca detrás de Pedro, mientras este mira a la pared desnuda.
    —Prepara el culín.
    —Un momento, ¿cuándo duele?
    —Si disfrutas duele. Y si lo pasas mal, también.
    —¡Joder!
    —Ahí es cuando más duele —Alexia le mete el dedo de una tacada.
    —Ahhh…, sin avisar…, joder.
    —Por joder duele más, querido. Quieto…
    —Estás volteando el dedo por ahí dentro. ¿Es normal?
    —Normal, no lo es, este dedo nunca lo ha sido. Se ha liado a buscar el punto G.
    —¿Pero eso no es de mujer?
    —Una mentira de las redes sociales. El punto G es gay, pone cachonda a la próstata y así se puede tocar mejor y saber de qué pie cojea.
    —¿Y se ha puesto cachonda?
    —Más que una vaca loca. ¡Y esto no pinta bien!
    —¿Tan mal está?
    —Lo siento, pero veo a tu mujer a todas horas con el látigo y el pantalón puesto.
    —¡Dime la verdad desnuda!
    —En seis meses serás gay.
    —¡Oh, no! Estoy muerto. Ya verás mi mujer…

  4. Carlos Gallego

    Mutabilidad de las cosas

    (Una sala con un banco de plástico en el centro, en él está sentado un astronauta. A la izquierda del escenario hay una mampara de vidrio con una puerta, al otro lado se sienta un policía.)

    ASTRONAUTA -Vamos a ver si lo entiendo. ¿Quiere usted que le muestre mis papeles?
    POLICÍA -Exactamente. Lo ha cogido a la primera.
    ASTRONAUTA -Agente, ¿cree que cojo el carnet de identidad cuando voy a la estación espacial?
    POLICÍA -Incorrecto, el carnet no le serviría, necesito que me muestre el pasaporte.
    ASTRONAUTA -¿No necesita los papeles del cohete?
    POLICÍA -No se haga el gracioso conmigo. Debería habérselo pensado mejor antes de lanzarse a viajar indocumentado.

    (El astronauta deja en el suelo el casco que hasta ahora llevaba en el brazo y se quita los guantes, rebusca en los bolsillos del traje espacial.)

    ASTRONAUTA -Bolígrafo, medidor de radiación, dos raciones alimenticias… Aquí tenemos algo. Mire.
    POLICÍA -¿De que se trata?
    ASTRONAUTA -Son las órdenes directas dictadas por el general Kantillo, director del programa espacial de Justiciolandia. (Las pasa por la ranura del vidrio.) Podrá ver que aparece mi nombre y el general se dirige a mí como hijo insigne de la patria.
    POLICÍA -No sé, no sé. No es ningún documento reglamentario.
    ASTRONAUTA -Perdone pero me voy a sentar un poco, he estado medio año orbitando y se me han quedado las piernas como dos palillos, no me aguanto en pié. (Se acerca al banco y se sienta con la cabeza gacha) Podría hacer un esfuerzo de empatía.
    POLICÍA -A ver si se cree usted que yo hago las leyes. Faltándome al respeto no avanzamos. Déjeme examinar el documento.

    (El policía saca unas gafas y mira el papel, el astronauta rebusca más en los bolsillos de su traje.)

    ASTRONAUTA -¿No tendrá un cigarrillo por ahí?
    POLICÍA -Aquí tiene. Quédese el paquete y las cerillas.

    (El astronauta enciende un cigarrillo y lanza el humo con satisfacción.)

    ASTRONAUTA -Me moría por fumar.
    POLICÍA -Sí, es lo que más odio de viajar. Antiguamente se podía fumar en los aviones, pero ahora, ahora no hacen más que prohibirlo todo.
    ASTRONAUTA -Y bien, ¿qué me dice? (Más relajado)
    POLICÍA -Pues siento mucho decepcionarle, pero creo que el documento no nos arregla mucho. ¿Ha estado al tanto de las noticias durante estos meses?
    ASTRONAUTA -No mucho, nos centramos en el trabajo y evitamos información que nos distraiga.
    POLICÍA -¿Entonces no sabe lo de la revolución?
    ASTRONAUTA -¿En Justilandia?
    POLICÍA -Incorrecto. Justilandia ya no existe, está usted solicitando asilo a la República Unitaria de Integrilandia.
    ASTRONAUTA -Estoy entrando en mi país. (Ofendido)
    POLICÍA -Incorrecto. Ese país del que usted me habla pasó a mejor vida. Lamento comunicarle oficialmente su condición de apátrida.
    ASTRONAUTA -Agente, soy amigo íntimo del general Kantillo, fui al bautizo de su nieta. Es el director de todo esto, y no va a quedar usted en buen lugar cuando se entere de lo que está pasando.
    POLICÍA -Del general Kantillo no podría, no me atrevería, a mentar la menor mácula. Es un gran hombre, uno de los próceres de nuestra joven república. Debería referirse a él como ministro, ahora tiene la cartera de interior en el nuevo gobierno de concentración.
    ASTRONAUTA -Pues déjeme entrar como apátrida. ¡Solicito asilo político!
    POLICÍA -No tan rápido. Tendremos que rellenar la documentación de su solicitud, ¿no? Espere, llamaré a mi superior.

    (El policía va hasta el lateral del escenario y coge un teléfono que hay en una mesita. Mantiene una conversación que no se puede escuchar. Regresa al lugar donde estaba.)

    POLICÍA -Lo he consultado con mi capitán. No es un dictamen firme, tiene que pedir el parecer de sus superiores, pero la cosa no pinta bien.
    ASTRONAUTA -¿Pero si hace años que firmamos la adhesión a la Convención sobre el estatuto del apátrida.
    POLICÍA -Ustedes sí, pero la República Unitaria de Integrilandia todavía no. Aún estamos con el estado de excepción, fronteras cerradas… ¡hay tanto por hacer en este país! Infelizmente no puede ser usted apátrida.
    ASTRONAUTA -Y entonces, ¿qué soy?
    POLICÍA -Esa es una pregunta para los juristas, yo soy un simple servidor del orden público.

    (El astronauta rasga el envoltorio de una de las raciones y empieza a comer. Suena el teléfono. El agente atiende la llamada, habla un momento y cuelga.)

    POLICÍA -Parece que hoy es su día de suerte. Me dice mi capitán que darán curso a la solicitud y podrá entrar en el país con el resguardo a la espera de la resolución. Tan sólo debemos esperar a que nos traigan la documentación.
    ASTRONAUTA (Aliviado) -Le apetece una. Yo ya estoy bastante harto, pero al principio las encontraba buenas.

    (El astronauta se levanta y le ofrece una de las raciones al policía. Los dos se sientan en silencio comiendo. Pasa un minuto y el teléfono vuelve a sonar. El policía atiende la llamada.)

    ASTRONAUTA -¿Qué, ya llegan con los documentos?
    POLICÍA -Amigo, ¡cómo cambia nuestra fortuna en un instante! Está usted de pega. Acaban de dar un golpe de estado.
    ASTRONAUTA -¿Pero eso me va a impedir entrar en Integrilandia?
    POLICÍA -Incorrecto. Legitimilandia, ahora somos la República Moral de Legitimilandia. Me temo que tendremos que volver a empezar. A ver, los papeles…

  5. Dani

    Este texto lo ha hecho la IA. Os lo dejo para que le echéis un vistazo si os apetece. Igual no es un sainete pero el resultado de mi experimento a mi me parece asombroso.

    Puedes escribir un sainete de ciencia ficción en la que haya un astronauta y una hoguera de 200 palabras?

    **Título: El Fuego Estelar**

    (En una remota luna de Júpiter, el astronauta Diego ha establecido un campamento improvisado. La vista es deslumbrante: un horizonte helado y el gran planeta gaseoso en el cielo. Al centro, una hoguera de plasma azul chisporrotea, alimentada por tecnologías avanzadas.)

    **Diego:** (Mirando las chispas de plasma) Nunca pensé que extrañaría tanto el calor de una hoguera de verdad. (Suspira y se sienta junto al fuego estelar.) ¡Quién diría que el hogar podría ser tan… solitario!

    (Un zumbido se escucha, y aparece un pequeño dron, flotando y emitiendo luces de colores.)

    **Dron:** (Con voz metálica) Diego, la temperatura externa ha bajado 10 grados. Te recomiendo acercarte más al fuego.

    **Diego:** (Sonríe con nostalgia) Gracias, Z-12. ¿Sabes? Esta hoguera me recuerda a los viejos tiempos en la Tierra, cuando acampaba con mis amigos.

    **Dron:** Los archivos indican que una hoguera terrestre se alimenta de madera y oxígeno. Este fuego es alimentado por energía de fusión. ¿Por qué te recuerda al pasado?

    **Diego:** No es el fuego, Z-12. Es la sensación. El calor, la luz… me hace sentir un poco menos lejos de casa. (Mira al cielo estrellado.) Y también me recuerda que, a pesar de estar tan lejos, aún llevo un pedacito de la Tierra conmigo.

    **Dron:** (Pausa, luego con un tono casi humano) Entiendo, Diego. Encenderé una simulación de crepitaciones de madera. Quizás eso te haga sentir aún más cerca de casa.

    (El sonido de ramas crepitando llena el aire. Diego cierra los ojos, sintiendo el calor del fuego estelar y la presencia de su pequeña pero importante compañía.)

    **Diego:** Gracias, Z-12. (Murmura) A veces, no es el lugar, sino la compañía lo que hace que uno se sienta en casa.

    (Caen estrellas fugaces en el horizonte, mientras la hoguera de plasma sigue ardiendo, manteniendo a Diego cálido en su odisea estelar.)

  6. Carlos Gallego

    Mutabilidad de las cosas

    (Una sala con un banco de plástico en el centro, en él está sentado un astronauta. A la izquierda del escenario hay una mampara de vidrio con una puerta, al otro lado se sienta un policía.)

    ASTRONAUTA -Vamos a ver si lo entiendo. ¿Quiere usted que le muestre mis papeles?
    POLICÍA -Exactamente. Lo ha cogido a la primera.
    ASTRONAUTA -Agente, ¿cree que cojo el carnet de identidad cuando voy a la estación espacial?
    POLICÍA -Incorrecto, el carnet no le serviría, necesito que me muestre el pasaporte.
    ASTRONAUTA -¿No necesita los papeles del cohete?
    POLICÍA -No se haga el gracioso conmigo. Debería habérselo pensado mejor antes de lanzarse a viajar indocumentado.

    (El astronauta deja en el suelo el casco que hasta ahora llevaba en el brazo y se quita los guantes, rebusca en los bolsillos del traje espacial.)

    ASTRONAUTA -Bolígrafo, medidor de radiación, dos raciones alimenticias… Aquí tenemos algo. Mire.
    POLICÍA -¿De que se trata?
    ASTRONAUTA -Son las órdenes directas dictadas por el general Kantillo, director del programa espacial de Justiciolandia. (Las pasa por la ranura del vidrio.) Podrá ver que aparece mi nombre y el general se dirige a mí como hijo insigne de la patria.
    POLICÍA -No sé, no sé. No es ningún documento reglamentario.
    ASTRONAUTA -Perdone pero me voy a sentar un poco, he estado medio año orbitando y se me han quedado las piernas como dos palillos, no me aguanto en pié. (Se acerca al banco y se sienta con la cabeza gacha) Podría hacer un esfuerzo de empatía.
    POLICÍA -A ver si se cree usted que yo hago las leyes. Faltándome al respeto no avanzamos. Déjeme examinar el documento.

    (El policía saca unas gafas y mira el papel, el astronauta rebusca más en los bolsillos de su traje.)

    ASTRONAUTA -¿No tendrá un cigarrillo por ahí?
    POLICÍA -Aquí tiene. Quédese el paquete y las cerillas.

    (El astronauta enciende un cigarrillo y lanza el humo con satisfacción.)

    ASTRONAUTA -Me moría por fumar.
    POLICÍA -Sí, es lo que más odio de viajar. Antiguamente se podía fumar en los aviones, pero ahora, ahora no hacen más que prohibirlo todo.
    ASTRONAUTA -Y bien, ¿qué me dice? (Más relajado)
    POLICÍA -Pues siento mucho decepcionarle, pero creo que el documento no nos arregla mucho. ¿Ha estado al tanto de las noticias durante estos meses?
    ASTRONAUTA -No mucho, nos centramos en el trabajo y evitamos información que nos distraiga.
    POLICÍA -¿Entonces no sabe lo de la revolución?
    ASTRONAUTA -¿En Justilandia?
    POLICÍA -Incorrecto. Justilandia ya no existe, está usted solicitando asilo a la República Unitaria de Integrilandia.
    ASTRONAUTA -Estoy entrando en mi país. (Ofendido)
    POLICÍA -Incorrecto. Ese país del que usted me habla pasó a mejor vida. Lamento comunicarle oficialmente su condición de apátrida.
    ASTRONAUTA -Agente, soy amigo íntimo del general Kantillo, fui al bautizo de su nieta. Es el director de todo esto, y no va a quedar usted en buen lugar cuando se entere de lo que está pasando.
    POLICÍA -Del general Kantillo no podría, no me atrevería, a mentar la menor mácula. Es un gran hombre, uno de los próceres de nuestra joven república. Debería referirse a él como ministro, ahora tiene la cartera de interior en el nuevo gobierno de concentración.
    ASTRONAUTA -Pues déjeme entrar como apátrida. ¡Solicito asilo político!
    POLICÍA -No tan rápido. Tendremos que rellenar la documentación de su solicitud, ¿no? Espere, llamaré a mi superior.

    (El policía va hasta el lateral del escenario y coge un teléfono que hay en una mesita. Mantiene una conversación que no se puede escuchar. Regresa al lugar donde estaba.)

    POLICÍA -Lo he consultado con mi capitán. No es un dictamen firme, tiene que pedir el parecer de sus superiores, pero la cosa no pinta bien.
    ASTRONAUTA -¿Pero si hace años que firmamos la adhesión a la Convención sobre el estatuto del apátrida.
    POLICÍA -Ustedes sí, pero la República Unitaria de Integrilandia todavía no. Aún estamos con el estado de excepción, fronteras cerradas… ¡hay tanto por hacer en este país! Infelizmente no puede ser usted apátrida.
    ASTRONAUTA -Y entonces, ¿qué soy?
    POLICÍA -Esa es una pregunta para los juristas, yo soy un simple servidor del orden público.

    (El astronauta rasga el envoltorio de una de las raciones y empieza a comer. Suena el teléfono. El agente atiende la llamada, habla un momento y cuelga.)

    POLICÍA -Parece que hoy es su día de suerte. Me dice mi capitán que darán curso a la solicitud y podrá entrar en el país con el resguardo a la espera de la resolución. Tan sólo debemos esperar a que nos traigan la documentación.
    ASTRONAUTA (Aliviado) -Le apetece una. Yo ya estoy bastante harto, pero al principio las encontraba buenas.

    (El astronauta se levanta y le ofrece una de las raciones al policía. Los dos se sientan en silencio comiendo. Pasa un minuto y el teléfono vuelve a sonar. El policía atiende la llamada.)

    ASTRONAUTA -¿Qué, ya llegan con los documentos?
    POLICÍA -Amigo, ¡cómo cambia nuestra fortuna en un instante! Está usted de pega. Acaban de dar un golpe de estado.
    ASTRONAUTA -¿Pero eso me va a impedir entrar en Integrilandia?
    POLICÍA -Incorrecto. Legitimilandia, ahora somos la República Moral de Legitimilandia. Me temo que tendremos que volver a empezar. A ver, los papeles…

  7. El farmacèutic de Hamelin:
    NARRADOR: On comença la llegenda i on acaba la realitat?, què és real i què és imaginari?. En tot cas en el mon dels contes l’ unic límit és el de la imaginació i aquesta no en té.

    A la bonica villa de Hàmelin hi havia molta preocupació. Els pares no sabíen que passaria amb els fills. Ningú volia que fessin el mateix camí . Els joves havien menjat massa carns vermelles, massa bolleria, massa dolços, massa pastissos.. –
    Però anys més tard tot el poble estavà diagnosticat de diabetis 2, la Metformina que es dona per baixar el sucre era el primer plat de cada dia , ara tot eren lamentacions.

    Narrador: La farmacéutica local era incapaç de solucionar-ho. En el fons a ella ja li estava bé, més malalts , més medicaments, més diners . Era esquerpa i egoista. Recordo el nom de la farmàcia. Farmàcia Scrooge.

    Ningú sap d’ on va arribar. Ja qui diu que des de el cel i amb un paraïgues. Què cantava:?
    So i Imatge: Apareix Imatge de Mary Poppins a la pantalla i la música de Mary Poppins.

    Francec: Supercalifragilístico espialidoso , la píldora que os dan, que os dan.. Va arribar amb una bata blanca i un petit maletí i va cridar: Alcaldeee Alcaldeeeee….
    (Opcional: Narrador reconeix el farmacèutic),: Perdoni vostè no sera pàs Biòleg.
    Francesc : ¡Que diu, jo soc agent de Borsa i cada dia menjo al McDonalds, faig teatre per moure una mica el cos,Biòleg jo?,¡ quines coses ¡. Alcaldeee, Alcaldeee)

    ( Mig del teatre): ( Alcalde ve del vestidor)
    Alcalde: ¡Que passa que passa , que són aquets crits.¡
    -FRANCESC: Alcalde, Alcalde,, jo soc farmacèutic, si em deixes, jo curaré aquesta epidèmia d’ Obesitat que ha invaït els vostres fills. Nomès us demano un local , i poder passar la tarda amb els nens mentre vosaltres treballeu. Si l’ epidèmia marxa haureu de deixar-me obrir la meva farmàcia al poble. ( Francesc marxa al darrera).
    ( Entren els nens de darrera l’ escenari).
    Narrador: Així va ser Ni grassos , ni prims, tots en el seu pes. Els somriures van començar a ser la única dolçor del poble. Dormien millor, rendien més a l’ escola. Tothom estava feliç.
    ( nens tornen a vestidor)
    ( sota l’ escenari): Scrooge.
    Narrador: Bé tothom , tothom no. Scrooge estava envejosa, furiosa. Ja no era la més popular, ja no era la preferida. Un dia va decidir averiguar que estava passant. Va entrar per una finestra , va esperar a que el seu «Colega» rebes els nens a la tarda. No esperava el que va descobrir.¡A la farmàcia no hi havia cap medicament¡, Als calaixos cap medicament, ¡ nomès contes i jocs¡.

    Francesc apareix a l’ escenari i comença a obrir calaixos:

    Francesc: Al calaix de la I Iogurts amb I… ;
    Nens: ilusió, Alternem: Al de la F , Faves amb la F de Felicitat, al de la E , Espinacs amb Esperança
    Narrador: De sobte Scrooge va veure con marxaven per un passadis ,

    ( Surten per l’ escenari) marxaven al bosc de Hamelin. (Francesc recull algun nen del públic i algun adult)). Francesc amb la flauta fa sonar: l’ himne a l’ alegria. (els nens van fins al final i han de tornar darrera l’ escenari pel lateral del gimnàs que dóna al carrer per escenes posteriors, public torna al seu lloc).

    ( Mig de l’ escenari). Scrooge (ve del darrera) estava furiosa: ¡ ALcaldeeee. ALcaldeee¡

    Alcalde: Que passa¡, tot el dia cridant, que passa ara.
    El teu farmacèutic és un estafador ¡Per curar necessitem medicaments, no contes , Mira els calaixos. ( Obre els calaixos). No hi ha cap medicament. Opció : treure verdures, naps,,,). Crida al teu farmacèutic

    Alcalde: Hamelin, Haamelin.

    Francesc: ¡Qué passa, esteu trencant l’ armonia de la natura i així no sereu feliços, ni vosaltres ni el planeta terra¡
    Alcalde: Ets un estafador, tot el que tu fas és una burla, ni et pagarem ni et deixarem tenir una farmàcia ¡Fuig¡ .
    Narrador: Furiós el nou farmacèutic va sortir de l’ ajuntament. Va treure del seu maletí una flauta màgica. ( Himne a l’ alegria). Nens darrera seu.
    (Opcional: Agafem algú del públic de nou). ( Els nois ara es queden al darrera, públic torna a lloc, Francesc , Llucia a vestidor)

    Narrador: Van passar els dies i la moneda va canviar de costat. Els pares que fins ara estaven amagats entre el públic, van començar a anyorar els seus somriures, les seves històries, les seves abraçades, van començar a plorar i cridar : Alcaldeee, Alcaldeee :
    Narrador: No ens sent, es dirigeix al Públic: Cridem tots: Alcaldeee, Alcaldeee………)
    Alcalde: Què passa, no pot estar un tranquil.
    Pares ( Rafa): Per culpa teva i de Scrooge els nostres nens han desaparescut, fes que tornin.
    Narrador: De sobte l’ alcalde va recorda que tenia el telèfon del farmacèutic i li va enviar un whatsapp.
    Alcalde: Sisplau tornens els nens, hem après dels nostres errors, Scrooge també.
    ( Nens tornen a entrar)- No van passar ni dos dies que els nens van tornar, van tornar els somriures però no va tornar el farmacèutic,
    ( Arriben els nens i s’ abraçen als pares): Felicitat, surten de l’ escenari pel lateral.
    Narrador :L’ alcalde va respirar aliviat ( Al mateix temps apareix l’ alcalde al mig de l’ escenari) i rep un whatsapp.
    Representació de l’obra:
    https://www.youtube.com/watch?v=65QyA7WkZnc

  8. Julián

    DOS NAUFRAGUITOS EN LA PUERTA DEL CIELO

    (Una mujer tocando la aldaba de la puerta de San Pedro con insistencia y un hombre separado de ella como si estuviera haciendo cola)

    SAN PEDRO: Ya va, ya va. Un poco de calma por favor. ¿A qué se debe tantas prisas?
    MUJER: Con todos mis respetos, San Pedro, quiero entrar inmediatamente en el cielo, estoy segura de tener todos los números para ser aceptada en el paraíso.
    SAN PEDRO: Un poquito de por favor, mujer (mirando al hombre) ¿Y este hombre viene contigo?
    MUJER: (sorprendiéndose de que haya alguien más en el escenario) ¡No! Nunca lo había visto (se acerca para escrutarlo sin disimulo y separándose hablando al público). Y con la cara que tiene seguro que no va a entrar.
    HOMBRE: (tímido) Tal vez tenga razón, puede que me haya equivocado de puerta.
    MUJER: Sin ninguna duda. Ya puedes irte por donde has venido, tal vez tengas suerte en el purgatorio.
    (El hombre se da la vuelta para marcharse).
    SAN PEDRO: ¡Quieto aquí! ¿A dónde vas?
    HOMBRE: (duda mirando al suelo) Siento las molestias, ya me marchaba.
    MUJER: (mirando con despecho al hombre) Eso, eso. Desfilando. Déjame paso.
    SAN PEDRO: (mirando magnánimo a ambos). De aquí no se mueve nadie. ¡Esto lo decido yo!
    (El hombre y la mujer miran expectantes. San Pedro mira a la mujer).
    SAN PEDRO: Dime mujer, ¿por qué crees que te mereces entrar en el cielo?
    MUJER: Es evidente, yo he sido siempre una buena mujer, piadosa y pura. No he tomado el nombre de Dios en vano y he cumplido con los diez mandamientos.
    SAN PEDRO: (San Pedro mira al hombre) Y tú,…¿cómo te has portado?
    HOMBRE: ¿Yo?… pues lo normal… lo de todos… A ver que quiere que diga. Unos días mejor, y otros días… pues eso.
    SAN PEDRO: (con media sonrisa en la cara) Si no te explicas mejor no podré juzgarte.
    HOMBRE: Miré usted, yo he sido bueno, pero a mi manera. Los días que me han dejado he sido bueno, y cuando me han buscado, me han encontrado.
    MUJER: (desafiante) ¡Lo ves! ¡Eso ya lo decía yo! Pues está todo dicho. Adiós, au revoir, “aufidersen” my darling. Otra vez será.
    HOMBRE: (con cara de pena dirigiéndose a San Pedro) Yo lo he intentado…(duda si sigue hablando). Bueno, no siempre he sido bueno…Pero sí algunas veces… Pocas. Y cuando lo he sido esfuerzo me ha costado.
    (San Pedro hace una larga pausa pensativo)
    SAN PEDRO: Mira mujer, no tengo claro si te dejaré pasar porque has pecado de engreída y de soberbia.
    MUJER (poniendo los brazos en jarra y roja de rabia) Pues si lo llego a saber no llevo esa vida de mojigata.
    SAN PEDRO: (mirando al hombre) Y a ti … no lo sé … me has caído bien.
    MUJER: (da una patada en el suelo de rabia, y luego se lo piensa y se acerca a San Pedro zalamera) ¿Y yo no le caigo bien, señor San Pedro?
    SAN PEDRO: Mejor no preguntes si no te va a gustar la respuesta.
    MUJER: ¿No podría darme una oportunidad?
    SAN PEDRO : (haciendo otra pausa larga pensativo) Está bien. Os voy a dar a los dos una oportunidad. Si me respondéis correctamente a una pregunta os dejo pasar.
    (Hombre y mujer miran curiosos a San Pedro)
    SAN PEDRO: (mirando a la mujer) Si me puedes decir cuantos hombres, en cualquier lugar y momento de tu vida, han querido susurrarte al oído palabras de amor y de deseo… o algo más, pero no lo han hecho.
    (La mujer da unos pasos rápidos acercándose a San Pedro para responder, pero éste levanta una mano para cortarla)
    SAN PEDRO: Piénsalo bien que te juegas el paraíso. Y mientras lo piensas (mirando al hombre) te hago la misma pregunta, cuántas mujeres habrán querido susurrarte palabras de amor y de deseo, pero no lo han hecho.
    (el hombre se da la vuelta y se pone a contar con los dedos de una mano mostrando los diez dedos, pero mira a San Pedro de lado y va escondiendo todos los dedos).
    SAN PEDRO (magnánimo). ¡Habla mujer!
    MUJER: Siento no tener la respuesta, ya que muchos hombres me han mirado con deseo y no me lo han dicho y no sé cuantos has sido.
    (San Pedro mira al hombre)
    HOMBRE: Pues… yo … no he llegado a contar ninguna.
    SAN PEDRO: (Alegre abriendo las hojas de la puerta) Los dos habéis respondido correctamente. ¡Bienvenidos al paraíso!
    FIN

  9. admin

    Me gustaría verlas

    – No le veo la gracia
    – Es superclásico, los chavales lo siguen contando
    – Eso no quiere decir nada.
    – A ver, no es la cima del humor, pero tiene su gracia. Me parece increíble que no lo conocieras.
    – Para empezar nadie llama así a su perro
    – La dueña es inglesa
    – Yo he vivido 5 años en Londrés y te aseguro que allí tampoco los llaman así
    – No, yo lo digo porque como en inglaterra usan el Miss
    – Muy pillado por los pelos
    – Es que le sacas pegas a todo
    – Lo del policía tampoco se entiende
    – ¿Que se las quiera ver?
    – No, eso está claro. Que le pregunte si ha visto a su perro ¿llevaba una foto? ¿Lo conocía de antes? Porque si no es así ¿cómo va a saber el policía como era su perro?
    – Pues no lo había pensado. Tienes razón.
    – El chiste hace aguas por todos los lados, no tiene lógica
    – Pero es que los chistes no tienen que tener lógica, es como el de que van dos y se cae el del medio
    – ¿Cómo?
    – Otro chiste, van dos y se cae el del medio
    – Si van dos no puede haber nadie en el medio
    – Claro, ahí está el chiste
    – Pero cómo se cae, ¿se tropieza o desaparece en un agujero?
    – ¿Y qué más da?
    – No da igual. Si se tropieza no tiene sentido, pero si se cae igual estamos hablando de una desaparición por esclarecer de una mitad de cada uno de los dos individuos que, técnicamente, podrían considerarse ‘uno’
    – ¡Pero entonces no tendría gracia!
    – Y de la otra manera tampoco
    – Me rindo
    – En tu perfil ponía que eras muy gracioso.
    – Y lo soy. En el tuyo que te gustaba el humor inteligente
    – Y me gusta. No me vas a decir que el chiste del perro es humor inteligente.
    – No, ahí tienes razón
    – Cuéntame algún otro
    – Preferiría no hacerlo
    – Mira, éste sí que tiene gracia
    – ¿Cómo? No era un chiste
    – Perdona, me lo pareció. Bueeeeno
    – Vaya….
    – Esto no marcha..
    – No. Así que de follar ni hablamos
    – ¿Por qué no? A mi no me parece mal
    – Era otro chiste
    – ¿Cómo?
    – Un chico se acerca a una chica en una discoteca y le pregunta ¿Bailas? Y la chica le responde No y el contesta, entonces de follar ni hablamos
    – Yo no veo la relación. Puede que no le guste bailar, pero sí follar. O a lo mejor le aprietan los zapatos y está deseando llegar a casa y que se los quiten con delicadeza, la tumben en la cama, y se la follen con desesperación y ternura
    – Es una manera de verlo …
    – Si está muy cansada pues follar no, pero que le peguen una buena comida de coño que le provoque tres o cuatro orgasmos y se quede con las piernas temblando olvidando del dolor de los piés y quedarse dormida abrazada al chico para despertar a la mañana siguiente y repetir, ahora sí, descansada, y desplegar todas sus habilidades amatorias.
    – Bueno…
    – ¿Tú comes coños?
    – ¿Cómo?
    – Hay muchos tíos que no quieren comer coños
    – Te aseguro que no soy uno de ellos
    – Hay citas que te tienen toda la cena hablando y hablando, te ponen la cabeza como un bombo y tu aguantas porque tienes ganas de eso y luego a la hora de la verdad te dicen que les da asco y que de eso nada
    – Claro, y tú quieres que te coman el coño, no que te coman la cabeza
    – ¡Exacto!
    – Era otra broma
    – Era una descripción exacta. Esta frase me la voy a apuntar, la voy a soltar nada más empezar una cita
    – Tu eres muy directa ¿verdad?
    – Sí ¿te parece mal?
    – No, no, que va
    – Mira, es verdad que no eres gracioso, pero no estás mal y pareces limpio. No eres un baboso gilipollas, y si no te importa que sea directa, tengo ganas de que me coman el coño. Espero que no me digas que preferirías no hacerlo.
    – Pues mira, te voy a ser directo yo también. No he conocido nunca a nadie que tenga menos sentido del humor que tú, y no sé como acabará todo esto, pero también me gustas y estaré encantado de comerte todo lo que me pongas por delante
    – Pido la cuenta
    – Se te han puesto duros los pezones, se nota a través del vestido
    – Erección anticipatoria de la areola, me pasa mucho. Todavía no has visto mis tetas en toda su gloria.
    – No, pero me gustaría verlas.

  10. Irina

    Lo siento, se me ha ido la olla;-)))

    LA MORADA

    Personajes:
    El Demiurgo
    El Sabio
    El Chiflado
    El Jefe
    La Bruja
    El Niño
    El Pringao/El Héroe
    La Niña

    En el centro del escenario está sentado El Sabio en la pose de loto. Tiene los ojos cerrados y una sonrisa totalmente feliz ilumina su rostro. Al lado, en un diván de pinta psicoanalítica está tumbado El Demiurgo. Está en una pose de relax, con sus piernas elevadas sobre el respaldo del diván. Sus brazos están restringidos por una camisa de fuerza.

    EL DEMIURGO: Me siento impotente. Es como si tuviera mis manos atadas: no soy capaz de hacer nada. ¿Y si fracaso? Sí, sí, ya lo sé qué me vas a decir: que el fracaso no existe. Pero esto se aplica a todos los demás. A mí me mirarán con lupa. Todo lo que hago será escudriñado hasta el mínimo detalle para ser cuestionado y criticado. El Jefe será el primero. No puedo fallar.

    El Demiurgo mira a El Sabio, como si estuviera escuchando una respuesta. El Sabio sigue con su pose, sonrisa y los ojos cerrados.

    EL DEMIURGO: Sí, sí tienes razón: cuanto más grande eres, mayor es la responsabilidad que te exige el mundo. Pero qué peso siento sobre mis hombros, qué cansado estoy. (Dirige una mirada melancólica hacia el techo).

    (Suena un grito fuera del escenario).

    EL CHIFLADO (desde fuera del escenario): ¡¡¡Sííííííí!!!

    El Demiurgo sobresalta en el diván, y mira en pánico hacia la dirección desde donde ha sonado la voz. El Sabio sigue en la pose de loto sin reaccionar.

    Entra El Chiflado conmocionado, agitando los brazos con gestos muy exagerados. Lleva la ropa desordenada, el calzado y los calcetines diferentes, y el pelo de Einstein. Se dirige hacia el diván. El Demiurgo se levanta rápidamente, y con cara de menosprecio se coloca en un rincón en una pose arrogante, dejando con todo su aspecto ver que quiere estar lo más lejos posible.

    EL CHIFLADO: ¡Ya la tengo! ¡La idea! ¡Esta sí que es LA IDEA! Va a funcionar seguro.

    El Demiurgo suelta una risita de desprecio. El Chiflado se gira hacia él entusiasmado.

    EL CHIFLADO: No, no, ¡no lo entiendes! Esto no es cualquier idea. ¡Ésta realmente es LA IDEA! (Hace círculos grandes con los brazos, jadeado, con la cara super emocionada). Será… Seremos… Podremos… Haremos… Nos hará…

    EL DEMIURGO (en tono irónico): El Jefe…

    El Chiflado mira a El Demiurgo asustado.

    EL CHIFLADO: ¿¡El Jefe!?

    EL DEMIURGO (con la cara engreída): El Jefe.

    La postura de El Chiflado se desinfla, sus hombros se bajan, la espalda se encorva.

    EL CHIFLADO: Sí, tienes razón… El Jefe…

    En el escenario de espaldas entra La Bruja. Vestida en una túnica negra, con un típico sombrero puntiagudo de bruja sobre la cabeza, haciendo unos pases ritualistas de brujería. En las manos tiene diferentes objetos para realizar los hechizos, echando humo alrededor.

    Ahora los dos, El Demiurgo y El Chiflado, la miran con caras asustadas.

    EL CHIFLADO (susurrando, dirigiéndose a El Demiurgo): ¿Sigue enfadada con El Héroe?

    EL DEMIURGO (también en susurros): Enfadada no, lo siguiente. Ahora, por sus brujerías, él ya no es El Héroe. Ahora es El Pringao.

    Los ojos de El Chiflado salen de las órbitas.

    La Bruja, como se desplaza de espaldas, se tropieza contra el diván, y se cae sobre él, pegando un grito. Sus objetos se caen y se dispersan por el suelo. Ella se acurruca sobre el diván y se pone a llorar.

    LA BRUJA: ¡¡¡¡Aaaaahhhh!!!! ¡¿Por qué los hombres tienen que ser tan cabrones?!!!

    El Demiurgo y El Chiflado, guiñando y haciendo señas uno al otro, de puntillas se van desplazando hacia la salida. En este momento entra El Niño, barriendo con una escoba. El Chiflado, sobresaltado, corre hacia él.

    EL CHIFLADO: ¡Otra vez! ¡Otra vez explotación del labor infantil! Este niño tiene que jugar, no estar todo el rato trabajando como un esclavo. Niño, niño, dime, ¿no quieres estar jugando?

    EL NIÑO (pasando la mano por debajo de la nariz para limpiar los mocos): Soy un niño bueno, no quiero molestar.

    EL CHIFLADO (alzando el dedo indice arriba): ¡Este niño tiene un trauma! (Dirigiéndose de nuevo a El Niño) Dime, niño, ¿quién quieres ser de mayor? ¿Un cosmonauta? ¿Un escritor? ¿Un científico?

    En este momento, El Demiurgo empieza a hacer los gestos de negación energéticos para El Chiflado. La Bruja deja de llorar, mira aterrorizada a El Chiflado hablando con El Niño, y se pone a hacer los mismos gestos. El Chiflado no les hace caso.

    EL CHIFLADO: ¡Deja a este instrumento de la subyugación de tu creatividad, niño! (Coge la escoba y la tira al suelo). ¡Vete a jugar! ¡Haz lo que quieres!

    La Bruja y El Demiurgo tapan sus caras con las manos. El Niño durante unos segundos mira atónito a El Chiflado, y luego se pone a saltar y a correr como loco por el escenario, gritando.

    El NIÑO: ¡¡¡Hurrrah!!! ¡¡¡Hurrrah!!! ¡Puedo hacer lo que quiero!

    El Chiflado se da cuenta de que ha creado un problema, y empieza a hacer los gestos energéticos para atraer atención de El Niño. El Niño sigue corriendo como loco y gritando.

    El CHIFLADO (gritando a El Niño): ¡El Jefe!

    El Niño se para en seco, recoge la escoba sobre el suelo, y se pone a barrer. Todos (menos El Sabio, que sigue en la pose de loto, con la sonrisa y los ojos cerrados) sueltan un respiro de alivio.

    Entra El Pringao, vestido como un contable, con un montón de papeles en las manos y una calculadora, haciendo unos cálculos.

    La Bruja le señala con un dedo.

    LA BRUJA: ¡Tú!

    El Pringao se para, intentando a esconder la cabeza entre los hombros.

    En este momento suena una sirena. Todo el mundo empieza a correr caóticamente por el escenario.

    TODOS: ¡La Niña! ¡La Niña! ¡Otra vez La Niña se siente abandonada!

    Entra El Jefe.

    EL JEFE (en una voz de mando): ¡¿Qué pasa por aquí?!

    Todo el mundo se para y apresuradamente se pone en fila delante de El Jefe.

    EL JEFE: ¿Por qué tenemos un escape de la melancolía descontrolada en la casa?

    EL PRINGAO (levantando la mano como en un colegio): Es La Niña. Se siente abandonada otra vez.

    EL JEFE: ¡Claro! Porque la habéis abandonado. Pues, ahora alguien tendrá que ir a consolarla.

    Todo el mundo empieza a echarse para atrás, señalando con el dedo al otro.

    TODOS: Yo no… ¡Él! ¡Ella!

    El JEFE: ¡Silencio! ¡¿Cuándo va a haber orden en esta casa?! A ver, ¿por qué El Niño no está jugando? ¿Quién le ha dado esta escoba?

    Todo el mundo señala a El Jefe.

    EL JEFE: ¿¡Yo¡? Ah, es verdad, es que si no es un desmadre. Y esto es porque no hay ningún adulto en esta casa (dirige una mirada acusatoria a todo el mundo; todo el mundo miran al suelo avergonzados). ¿Y quién ha restringido a El Demiurgo?

    Todo el mundo señala a El Demiurgo.

    EL JEFE. Claro, ¿quién más tiene tanto poder? A ver, quitadle la camisa.

    Juntos liberan a El Demiurgo de la camisa de fuerza. El Demiurgo alza los brazos arriba.

    El DEMIURGO: ¡Tengo el poder!

    Todo el mundo (menos El Jefe y El Sabio, que sigue con lo suyo) aplaude.

    El JEFE. Claro, cómo no. A ver, coge al El Niño y a El Chiflado, y a crear vuestras cosas imposibles. Aunque… para que no me pongáis la casa patas arriba necesitareis a El Héroe. Pero claro, no tenemos a ningún héroe porque (mira a La Bruja) alguién ha olvidado de que sus poderes están para hacer posible lo imposible, no para convertir a los hombres en los pringados.

    La Bruja tímidamente dibuja unos circulitos con su pie sobre el suelo. Luego quita el sombrero de bruja y la túnica, y se convierte en una mujer guapa y sexi. El Demiurgo y El Chiflado sueltan unos silbidos. El Pringao deja sus papeles y la calculadora sobre el divan, saca desde por debajo del divan a una espada y se convierte en El Héroe.

    El Héroe: Khm, khm, khm (mira con adverténcia a El Demiurgo y a El Chiflado, jugando con la espada).

    El Demiurgo y a El Chiflado se apartan de la Bruja y levantan las manos. La Bruja demostrativamente se pone de espaldas a El Héroe y empieza a jugar con El Niño.

    El JEFE: A ver, y ¿a qué estáis esperando? ¡A por La Niña!

    Todo el mundo, menos El Jefe y El Sabio, salen del escenario hablando animadamente entre todos.

    El Jefe se tumba sobre el divan.

    EL JEFE: Todo el mundo me está acusando “¡El Crítico Interior! ¡El Crítico Interior!”, como si fuera un monstruo. Pero ¿has visto qué pasa si los dejo solos por un segundo? No sé cómo lo hacías antes de mí. Y ¿cómo puedes mantener ahora tanta… ecuanimidad?

    EL SABIO: Hijo mío, no te preocupes, después de unas cuántas reincarnaciones, ya aprenderás de la ecuanimidad y de la suspensión del juicio. Y… sobre la delegación. Yo lo hice.

    El Sabio abre los ojos, se levanta del suelo, y con una sonrisa y unos cantos sale del escenario.

    El SABIO: Ooooooommmmm…

    El Jefe esconde su cara entre sus manos.

    EL JEFE: En la próxima vida quiero ser un chiflado.

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