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8 Comments

  1. Julián
    27/11/2025 @ 6:59 pm

    Soy una puerta

    Soy una puerta. ¿Por qué no ser puerta? Alguien dirá ¡qué aburrido ser puerta! Siempre tieso dejando que la gente te atraviese. Pero yo pienso que no está mal ser puerta, te pueden abrir o cerrar, sirves de lugar de paso, pueden tocarte para avisar que van de un sitio a otro, pueden darte un portazo para mostrar indignación, pueden cerrarte con llave para evitar que nadie pase, incluso te pueden dar un hachazo y mirar por el agujero en forma de rombo como en esa película que todo el mundo conoce.

    Pero no. Yo no soy ese tipo de puerta. Yo soy una puerta pintada en la pared, un dibujo de una niña. Primero pintó el marco aunque no le quedaron dos líneas del todo paralelas, un poco más juntas por la parte de abajo, con trazos desiguales y repasando varias veces con el lápiz formando surcos en el enlucido y luego dibujó en perspectiva una puerta abierta hacia afuera, bueno, un intento de perspectiva, la pintora es una niña de seis años sin grandes dotes artísticas.

    No es que sea muy bonita, tal vez algún día pinten la pared y entonces desapareceré. Puede que sea bueno que me eliminen, así todo lo que he visto y he oído quedará emparedado entre la pared y la capa de pintura, como cuando Cecilia cierra los ojos y se tapa las orejas y hace ver que no pasa lo que está pasando. A veces pienso que debería golpearme con decisión para así llamar la atención de los vecinos para que todo el mundo vea lo que pasa en esta casa, o es al revés, abrirme para dejar salir ese dolor y ese sufrimiento, como cuando se ventila la habitación cuando uno está enfermo para que el virus se vaya.

    Ya lo he dicho, no es fácil ser puerta, nunca sabes lo que es mejor hacer. Cuando escuchamos esa voz de cazalla, Cecilia y yo nos miramos y le digo que en el otro lado de la puerta hay tranquilidad, entonces entre el marco y la puerta semiabierta pinta soles y prados verdes y le digo que en el otro lado hay gente feliz, entonces pinta niños en columpios sonriendo, le digo que en el otro lado hay amor y pinta una niña cogida de la mano de su madre y le digo que en el otro lado hay paz pinta una casita rodeada de plantas con humo que sale de la chimenea. La observo cuando pinta, su cara concentrada, queriendo hacerlo bien, suele tener lágrimas que corren por su cara y su mano suele temblar, de hecho no es solo su mano, es toda ella que tiembla, ya que los contornos de los dibujos no le quedan bien definidos.

    Cuando considera que ha acabado de pintar se suele separar un poco y me mira con detenimiento, veo ilusión en sus ojos y veo una sonrisa en su boca y entonces me alegro de ser una puerta, le animo a que coja el color violeta y me pinte de este color, y entonces pienso que no está tan mal ser puerta, ser una puerta violeta.

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  2. Carlos Gallego
    27/11/2025 @ 10:37 pm

    QUIETUD

    Oigo como hurgan en la cerradura de la puerta con torpeza. Debe ser ella, siempre llega cargada como un burro, aún no ha descubierto que le pueden traer las compras a casa. La puerta se abre, se oye un reniego y luego un portazo. Acompaño los movimientos gracias a los sonidos que hace. Al contrario de lo que algunos creen, nosotros gozamos de un agudísimo oído. Ha dejado las compras en el suelo, rueda una lata que se ha salido de la bolsa. También ha dejado algo en la mesita de la entrada. Supongo que sigue ahí ese ridículo mueble cojo. A ella no le gustan los cambios, los odia. Hace ya tres meses que estoy aquí y todo a mi alrededor está tal y como recuerdo que estaba el día que llegué. Hay un instante de quietud en el que regresa el silencio apenas molestado por la respiración de la mujer que sigue agitada. Debe haber subido por las escaleras. Las escaleras seguro que siguen ahí, existiendo fuera de esta habitación. Ha cogido las bolsas, ahora va a la cocina a guardar las compras.

    —¡Ya podíais alguno echar una mano para variar!

    No le contesto. Ninguno de nosotros. Cruzo miradas con mis dos compañeros. Se queja de que no hemos lavado los platos. Loca. Tampoco lo habría hecho aunque pudiera. Por mucho que lo intente, por mucho que la escuche contarme sus penas, no consigo despertar en mí algún sentimiento hacia ella. Compasión, empatía, dolor. Nosotros somos fríos. Sé que debería estarle agradecido; los tres deberíamos estarlo. Nos compró cuando cerró la boutique que había en los bajos del edificio; ahora es una tienda de vapeadores. Seguro que nos libró de un destino más miserable, el destino que debió correr mi compañera, que no entró en la transacción. En ese momento no me preocupé por ello, yo sólo pensaba que el cierre me proporcionaba la posibilidad de ver mundo. Por fin cambiaría el trocito de vida que llevaba años contemplando. Iluso. En el corto trayecto hasta la puerta del edificio, lo único que conseguí fue invertir la perspectiva de tantos años, ver el escaparate donde ahora existía un hueco que había dejado yo. Sentí una nostalgia abrupta al ver desaparecer mi hogar. Me recordé a mi mismo, observando ininterrumpidamente la calle, viendo a la gente pasar, viendo el tiempo pasar. Ahora, el tiempo es un gigante detenido en un comedor con papel pintado. Pero como digo, no debería quejarme. ¿Qué otras alternativas habríamos tenido? Un almacén o probablemente un vertedero. Nos habría cogido algún freaky o peor, un pervertido. O nos habríamos deshecho en la mierda, que es el fin último de todos nosotros.

    —Tranquilos, no os mováis, ya los lavo yo.

    No te quepa duda. Se nos da bien estar quietos. Nacimos para eso. Podemos aguantar en la misma posición eternamente. No nos vamos a mover de las sillas donde nos has sentado.

    —Cariño, ha llegado tu pedido de Amazon, te lo llevo ahora mismo.

    Se oyen sus movimientos en la cocina. No es tan vieja, pero ya tiene ese andar arrastrando los pies que se les pone a los humanos con el tiempo y las tristezas.
    —David, he comprado una pizza en el súper, pero esta vez la compartes con tu hermana.
    Mis compañeros se miran entre sí. Los ha bautizado con los nombres que tenían sus hijos, David y Cristina. Están vestidos con la última ropa que les compró. David con tejanos y una camiseta, el uniforme de un chico de quince años, Cristina con el que le obligaban a usar en el colegio de monjas. Yo soy Paco, aunque normalmente me llama cariño, y estoy envuelto en un raído batín. Sigue trasteando en la cocina. Se oye la puerta del horno, la pizza ya está lista.

    —Ni la persiana sois capaces de levantar. Me tenéis como una esclava.

    Entra en el comedor con un paquete en la mano. Es para mí. Lo deja en la mesa y va hasta la ventana para subir las persianas. Entra el sol como un flash de fotografía y me deslumbra. Cuando me acostumbro a la nueva luz, la veo frente a la ventana en su ritual diario, otro más, como el de bajar la persiana cada noche o el de abrir la ventana por la mañana y poner la mano en la correa de la persiana, pero no subirla. La luz la ha atrapado como a un insecto. Se mueve poco a poco hacia la ventana abierta, se asoma apenas unos centímetros y mira al paisaje anodino de patios de interior de manzana. Lo mira igual que a la boca oscura de un volcán que la va a engullir. Está unos minutos contemplando ese espejo que refleja la negrura que tiene instalada en su alma, después, suspira, se da la vuelta y viene hacia la mesa.

    —Ya te lo abro yo, manazas.

    Quita el envoltorio con cuidado y me mueve el brazo izquierdo. Coloca una caja de pinturas acrílicas en mi mano. Me la acaricia con dulzura, la misma que tiene en los ojos cuando mira a los niños.

    —A vosotros dos tampoco os irían mal unos retoques.

    David ha perdido el color de los labios y Cristina buena parte del esmalte de la nariz. La mujer, que tiene un nombre, Lucía, coge el mando y enciende la tele. Me gira para que pueda ver el partido de futbol que emiten. Arrastra una silla y se sienta a mi lado. Ha servido los platos, que se enfrían en otro rito de desintegración, de caída libre en un agujero sin fondo. El partido acaba cero a cero. Ahora empieza una película. Sé que ella no la está viendo, sé que mira a la ventana que día tras día deja abierta como una invitación. También sé que un día sucederá, pero no consigo apenarme por ella, sólo pienso en mí. Sólo pienso: cuando ocurra qué. Y me digo, con suerte iremos a parar al almacén.

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  3. La liada
    28/11/2025 @ 12:33 am

    El diario de un diario

    ***
    Un día emocionante. Me siento como nuevo. ¡Hoy es el día de mi estreno! Por fin comienza mi vida de verdad. Después del letargo de los días del almacén, donde nada cambia nunca, donde no era nadie, una unidad cualquiera entre los millones iguales, finalmente podré cumplir mi misión en el mundo y expresar mi personalidad única. Esta sensación de ser elegido cuando te compran no es comparable con nada. La espera del calor de las manos que me cojan, del tacto del boli sobre el papel para llenarme con las palabras divinas. ¡Una nueva página!

    ***
    ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra! Me llaman “querido” y me confiesan los secretos más profundos del alma, los que no se cuentan a cualquiera. Soy un confidente, soy importante. Qué buena sensación, me llena de orgullo. Esto sí que es la vida.

    ***
    Soy un canal. Abro los poros de mis células energéticas para que mis páginas se impregnen de las palabras que vienen desde fuera de mí. Esto es la transcendencia del ego. Soy parte de algo más grande que yo solo. Creo que de esto hablaban los libros de autoayuda en los almacenes. Y esos tíos sí que saben. Así que esto será mi práctica. Me entrego.

    ***
    Bueno, ya hemos cogido nuestra rutina con mi socia. Un día sí, un día no. Mucha disciplina no tiene, la verdad, pero ¿quién soy yo para exigir nada? No me quejo, por lo menos es entretenido. Me cuenta todo el rato sobre tíos de los que se enamora y nunca nada llega a ningún puerto. La pobre niña está desesperada, cree que nunca encontrará a un novio. ¿Qué le vamos a hacer? Solo me hacen falta palomitas.

    ***
    Entro en letargo otra vez. No tengo ningún contacto con la realidad. Mi chica se fue a una cita y después de eso no sé nada. He perdido la noción del tiempo, no sé cuántos días han pasado. Qué bajón, qué sueño.

    ***
    ¡Hemos vuelto a la guerra! La tía dejó a su novio (o él a ella, aún no lo tengo claro, sus palabras son un caos) y se ha acordado de mí. Yo siempre soy fiel. Yo no la voy a engañar con otra, creo que ahora empieza a valorarlo. Me cuenta sus penas y procuro transmitirle buenas vibraciones para que se contagie de la energía positiva. Los libros de autoayuda siempre decían que es muy importante. Formamos un buen equipo, creo.

    ***
    Qué tedio, de verdad. Cada día lo mismo: que nadie la quiere, que nadie la entiende, que el mundo es injusto y su vida no tiene sentido. Estamos depre. Me empiezo a aburrir ya.

    ***
    ¡Ja! ¡Nos vamos a terapia! Las cosas vuelven a ser divertidas.

    ***
    Creo que me estoy iluminando. Tanto desarrollo personal por página es demasiado. Tal vez debería cambiar mi posicionamiento y empezar a llamarme el libro de autoayuda. ¡Devolvedme a los almacenes! ¡Voy a ser un gurú!

    ***

    Ups… Estaba tan cerca. La cima de la sabiduría, la iluminación, las nuevas perspectivas. Y de repente se me acaban las páginas. Esto no me lo esperaba. ¡Esto es injusto! Acababa de empezar a sentir el gusto por la vida. ¿Y ahora qué? ¡¿Esto es el fin?! ¿Hay vida después de la muerte?
    ***

    ***

    ***

    ¿ah? ¿qué? ¿Qué está pasando? ¿Qué es esta luz y este ruido? No me toquéis, que me duele. Dejad en paz a mis páginas, que no sé cuántos milenios tienen, están frágiles. Uff, ¡qué asco! ¿para qué me metéis estos químicos? ¡que tengo alergia! Y miran, y miran, chafardean, meten sus narices adonde no les llaman. ¡¿Cómo que no soy nada importante?! Soy el testigo de toda una vida. Cada vida es importante. Soy único. Soy una expresión irrepetible del cosmos. Que no sabéis apreciar el verdadero arte, incultos.

    ***

    Y otra vez almacén, vaya. El polvo, la oscuridad, cada día lo mismo. Voy a dormirme otra vez, no sé para qué me han despertado. Ningún respeto a la vejez, ningún respeto.

    ***
    Soy el polvo de las estrellas…

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  4. Alicia
    28/11/2025 @ 2:13 pm

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  5. Yamir Ramírez
    28/11/2025 @ 7:05 pm

    La Silla

    Puta madre otra vez este gordo de mierda me parte el alma cada vez que se sienta en mi lomo, el doctor ya le dijo que baje de peso, un día de estos me parte en dos. Cree que mi asiento es de acero y el espaldar de titanio. Este hijo de puta algún día hará ejercicio, dejará de comer tanta mierda y me dará más descanso.

    ¡Soy de plástico con armadura de metal barato, «made in China», pedazo de bestia! Si tuviera una boca se lo gritaría.

    Hace un unos meses trajo a una chica, la sentó sobre mi, vaya que era agradable, delgada, pesaba poco. Al parecer la dama solo quería algo concreto de él. No eso no, humanos básicos que ponen sus partes íntimas en nuestro lugar más público, la mujer quería que le ayudara con una asignación universitaria. Ella obtuvo lo que quiso, le dio una sonrisa y un «gracias» y nunca más pasó por aquí.

    Aunque no lo crean este maltratador de objetos baratos tiene algo bueno, sus sobrinos. Pequeñas criaturas que pesan poco, juegan mucho y a veces conmigo son la alegría de esta habitación. Deberían venir más a menudo, solo aparecen los fines de semana.

    El lunes de tanto joder el tipo me rompió el espaldar, era algo previsible e inevitable, hoy es jueves, veo entrar un asiento de gamer por la puerta.

    En el barrio de Gracia los días como hoy todas las semanas los vecinos sacan los muebles viejos e inservibles a la calle para que el ayuntamiento disponga de ellos, a veces un alma caritativa repara un mueble y le da una segunda vida.

    Es noviembre y hace frío.
    Adiós.

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  6. Raakeelee Sseetrok
    28/11/2025 @ 7:26 pm

    Tic-tac

    Tic-tac, el pasar de segundos. Tic-tac. El rumor del silencio. Lento. Como el crecimiento de la raíz de la planta que tengo enfrente. Potus le llaman. Lo cuidan y lo riegan y lo abonan, pero la trepadora no trepa. No tiene hojas nuevas. No busca la luz, porque en este lugar la luz no entra nunca. Se ha rendido, como también se rindieron los habitantes de esta sala. Las raíces de la planta, aprisionadas en la tierra pétrea de la maceta, se marchitan. Las oigo lamentarse con esa voz velada y remota de los árboles. Llegará el día en que la planta ya no consumirá más tiempo. Detendrá su fotosíntesis y perecerá. Como todo lo que guarda esta sala, que está ya parado en la eternidad de la nada.

    Tic-tac. El goteo de segundos. Tic-tac. El crujido de las mesas. Ellas también están cansadas de cargar con tanto peso. Siempre sosteniéndolos a ellos. A los inmóviles. A aquellos a los que el tiempo se les ha escapado entre los dedos. Aunque ellos vienen y se van, las mesas quedan en este espacio en donde el tiempo se arrastra, siempre manchadas por la savia ácida de sus miserias.

    Tic-tac. El flujo de segundos. Tic-tac. El sonido de los sollozos acallados. Tic-tac. El perecer cansado de las motas de polvo sobre hombros trémulos y encorvados. Tic-tac. El olor a flores que se marchitan. Tic-tac. El arrastrar de pies dolidos. Tic-tac. El golpeteo flojo del pulso de los vivos.

    Desde esta pared, colgado como una mosca enredada en una tela de araña, sigo marcando el paso inexorable del tiempo. Tic-tac. Mis agujas ajadas dando vueltas, tejiendo la lentitud trémula del tiempo. Tic-tac. Y, yo, reloj de pared, sorprendido por la fuerza de la despedida que dan los vivos a sus muertos, me pregunto: ¿qué será vivir?, ¿qué será morir?

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  7. Pantera morada
    28/11/2025 @ 8:04 pm

    Reality show

    Todos están flipando con las tomas del cámara 2. ¡Bah! Si hasta hacía cuatro meses era solo un pobre becario sirviendo cafés y bubble teas a la gente. Pobre desgraciado. Pero he de admitir que Arthur me es muy útil, él es mis piernas y mis brazos, ¡y joder cómo corre el cabrón! Menos mal que me encendí en cuanto Michael y Tiffany salían corriendo de la casa. Y suerte de los micros que siempre están encendidos que si no nos perdemos la discusión previa. Le ha estampado otra tarta en la cara y como no tiene cojones a sacarla de casa se va él. Calzonazos. ¡Joder Arthur da la vuelta, que Tiffany se ha cansado tras correr varios metros y va hacia el coche! En fin, en su cabeza tenía sentido, claro que sí, iba a alcanzar a un nigeriano corriendo estando obesa y fumando tres paquetes al día. Suerte, se ha dado cuenta de Tiffany y aunque esté un poco lejos la toma es buena. ¿Se está yendo? ¿Qué coño hace? Eso es, Arthur, apunta hacia ella… ¡Joder! La tarada ha estampado el coche contra la fachada de la casa. No sí quería que Michael volviera lo ha conseguido, y todo el vecindario está saliendo de casa. Bien, Arthur bien, no pierdas de vista a Tiffany… ¡Uy! Que casi se cae al salir del coche. Ahora va hacia Michael a echarle la bronca. Ya tenemos otro momentazo de My Love Adventures Abroad. Michael y Tiffany son una mina. Menos mal que he acabado en este show, que ya estaba hasta los cojones de grabar los telediarios. Bueno, nunca pasaba nada interesante hasta que decidí encenderme y grabar al presentador con la jefa montánsdoselo en la mesa, ¡eso sí que dio de qué hablar! Luego empecé a grabar porque sí cuando habían cuchicheos, pero nada como esto ¡Ser cámara de este programa es lo más divertido del mundo! ¡Y en esta temporada se están luciendo!

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  8. The Rock
    28/11/2025 @ 8:24 pm

    Cansada

    Soy alta y majestuosa. Desde mi cúspide se domina con claridad todo el paisaje a mi alrededor, hasta donde alcanza la vista. Soy única y hermosa. He tenido una vejez tranquila, atrás queda lo tumultuoso de mi nacimiento, dos olas de piedra chocando y formando el plegamiento más alto del contorno. Ya la erosión me ha dado este aire plácido que tengo ahora, mis formas redondeadas y perfectas. Ya estoy cubierta de verde ¡Que placer cuando surgieron, casi de la nada, esos colores nuevos! Mi tierra es acogedora para sus raíces y ellas me engalanan cuando llega la primavera. El viento agita sus hojas y el susurro me adormece cuando se esconde el sol.

    Soy codiciada. Los bichitos veloces, tan rápidos como un suspiro, se empeñan una y otra vez en adornar mi cúspide. Me ponen peinados de piedra, y se meten dentro. Su caminar me hace cosquillas. Luego, de vez en cuando, se forman tumultos y derraman su sangre roja sobre mis laderas. Un buen abono para mis adornos. Después un breve descanso, apenas un suspiro, y vuelta a empezar. Cambian los colores de sus trajes, el color de sus pieles, los materiales con los que fabrican mi toca, pero nunca cambian los gritos, las carreras, el acero y la sangre.

    Soy vieja. Demasiado. Apenas guardo memoria de cuando fue la última vez que vi a algún bichito. Solo ruinas imperceptibles a simple vista. Mi manto ya no es verde, se ha ido oscureciendo poco a poco con el tiempo y la luz del sol es ahora rojiza y tenue. Hace más frío. Intento recordar el calor del pasado pero cada vez me cuesta más. Estoy perdiendo la memoria. Me gustaría desplomarme en un cataclismo, no erosionarme tan lentamente que apenas me doy cuenta. Quiero morir, pero no puedo.

    Soy una sombra. Un amasijo. Una ruina. No quiero ser más. Mañana, quizás lo consiga.

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