Laboratorio escritura 13 de enero: Novela negra

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es escribir un relato de novela negra escrito en primera persona. Vamos a ir trabajando diferentes técnicas narrativas y empezamos con la primera persona pero para añadir un extra de complejidad nos moveremos en el terreno del género.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el día 13 de enero a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás. Recordad que esta sesión es virtual.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

3 comentarios

  1. Carlos Gallego

    TONY EL GORDO

    Aquel sitio estaba cerca de Shingle Springs, un pueblucho a unas treinta millas de Sacramento, antes de llegar al Red Hawk Casino. Cogí la cincuenta camino del Lago Tahoe. Crucé el pueblo y me desvié hacia el sudeste por una pequeña carretera que separaba los pastos de una zona boscosa, cinco minutos después entré en un camino de tierra a la izquierda. Tenía el irónico nombre de Desperate Drive. Yo llevaba mi remedio para ironías en la guantera, una Desert Eagle calibre cincuenta.
    De todas formas, no las tenía todas conmigo, al final del camino me iba a encontrar con Tony el Gordo. Nada se mueve al norte de San Francisco sin que Tony lo sepa y saque su tajada. Había llegado apenas diez años atrás y se había apoderado de todo el territorio hasta la frontera con Oregon. Lo había hecho con el tesón que sólo tienen las hormigas y algunos emigrantes. Tony se apoderó del noroeste de los Estados Unidos como antes lo hiciera del de España. Allí era conocido como, O Toño.
    El gran hombre me abrió la puerta, el propio Toño Fariñas; eso me descolocó. Mis primeras palabras fueron torpes. Daba igual, podría haberle recitado a Rosalía de Castro que el habría puesto la misma cara. Toño se fiaba más de su ojo que de lo que le dijeras. Te radiografiaba con la mirada, pero tú no podías entrar en él. En una escalera nunca sabrías si sube o baja. Hubo un tenso silencio. Ya estaba dudando entre meter la mano en el sobaco para coger la pipa o mearme en los pantalones, cuando abrió la boca y dijo:
    -¿Pasas u qué?
    Me hablaba en español, eso era buena señal. Yo me defiendo bien, pasé mi juventud entre San Diego y Tijuana. Le dediqué un saludo con la cabeza, casi una reverencia, y crucé la puerta.
    -Le he traído un obsequió, don Antonio. –alargué el brazo con el paquete que llevaba cogido por el lazo de cuerda. –Una tontería.
    -Bueno, hombre, vamos ver. Y llámame Toño, que me haces viejo.
    Pasamos a un salón de techos altos, decorado con un estilo barroco. Me llamaron la atención un par de lámparas que colgaban imperiales del techo. Las arañas descomponían la luz con sus cuentas de cristal salpicando la estancia de colores. Recargado, pero lujoso.
    -Pero, bueno. Si son pastelillos de cabello de ángel. Coño, que piensas que soy de Tortosa ¿u qué? –Cogió uno y comió un poco. Hizo sonar una campanilla.- Deliciosos. Juanita, trae unos platos y un par de copas de Meus Amores.
    Me indicó un sillón cerca de la chimenea en la que ardía un fuego. Un perrazo, algún tipo de mastín del tamaño de un caballo, dormitaba casi quemándose el lomo.
    -Tranquilo que no muerde. Se llama Niebla, como el de la Heidi. Le puse así por mi nieta que le gustan los dibujos.
    Elegí el asiento más alejado del animal, tengo un par de malas experiencias con chuchos.
    -Quítate la chaqueta que aquí hace calor -dijo.
    -Gracias, estoy bien así.
    -Al menos la pistola, que te va salir un golondrino.
    Su cara era indescifrable. Aquel tipo podría ganar las Series Mundiales de Póquer a poco que se lo propusiera. Saqué la Desert y la dejé con suavidad en una mesita que había a mi derecha. Niebla levantó una oreja y se removió levemente.
    -¿En que puedo ayudarte, rapaz?
    -Señor, yo a usted lo admiro mucho…
    -Muchos kilómetros hiciste para dorarme la píldora.
    -Ya sabe a qué he venido.
    -Una cosa es venir y otra hacer las cosas.
    Cogió otro pastelito y lo mordió; lo dejó en el plato y bebió un sorbo de vino dulce. Yo no había tocado el mío, no me atrevía a despegar los ojos de él.
    -Don Antonio -me miró con cierta irritación-, Toño, le sonará melodramático, pero es por mi madre. Necesita una operación.
    -¿Qué me dices? ?¿Y qué tiene la señora?
    -El hígado, ha fallado por completo.
    -Mala cosa, mi primo Evaristo, que le daba bien al frasco, muriose de eso.
    -No puedo elegir.
    -No seas trágico, siempre se puede elegir. ¿Y quién lo encargó?
    -James Seis Dedos.
    -Carallo, ese catalán cabrón. No tiene bastante con Oregon. Hay que joderse.
    Que temple. Me sentía avergonzado. Quería explicarme, quería su absolución. El Don se llevó otro pedazo de dulce a la boca pero se quedó a medio camino.
    -Oye, ¿los pastelillos son del Seis Dedos? ¿No estarán…?
    -No, no, coma tranquilo que los he comprado yo mismo. Que bajeza, nunca usaría veneno, yo eso lo hago cara a cara, mirando a los ojos. Sino no podría coger los cien mil.
    -¿Cien? Pero si con eso no te lo hacen ni en China. -Se echó a reír.- Mira, yo toco un poco el tema este y te digo que por menos de dos cientos le van poner a la señora el de un borracho.
    Le dio otro trago a su vino y continuó.
    -Alma de cántaro. ¿Y ya pagó?
    -No, lo recibiré cuando haga el trabajo.
    -Pues entonces no hay compromiso. Sabes qué vamos hacer, ahora me voy levantar y abrir la caja fuerte y te voy dar doscientos mil dólares para que operes a tu señora madre. -Intenté decir algo, pero me atajó.- Sí, sí, sí. Eso voy hacer. Además daré un par de telefonazos y le vamos poner un hígado de deportista. Eso sí, tienes que hacerme un favor.
    Me despedí de don Antonio con un abrazo y los ojos brillantes, casi a punto de llorar. Qué gran hombre. De nuevo en Desperate Drive comprobé si la Desert Eagle estaba cargada y encendí la radio. El camino hasta Portland es largo.

  2. Irina

    Crimen y castigo

    “¡Tenemos derecho!”

    ¿En serio? Oh, Señor, ayúdame. Vale, el Señor tiene mejores cosas que hacer, pero que alguien me salve. Odio este trabajo. Ya me decía mi madre: piénsalo mejor, esta profesión se te hundirá en la miseria. Pero, no, yo pensaba que era más listo que el Universo entero. Pensaba que estaría resolviendo misterios, salvando el mundo. Todos somos idiotas cuando somos adolescentes. Todos pensamos, que tenemos derecho. Nadie quiere ser “criaturas temblorosas”.

    ¿Y ahora qué?

    “¡Tenemos derecho!”

    Mírales. Estos tampoco quieren ser criaturas temblorosas. Idiotas.

    ¿Cuántas demandas hay hoy? ¡Madre de Dios! Vale, venga, ésta también estará demasiado ocupada, pero debería haber una salida, ¿no? ¿En serio toda esta gente cree que les voy a solucionar sus problemas? ¿Y quién va a resolver los míos?

    Los humanos ya tienen inteligencia artificial para hacer por ellos su trabajo sucio. ¿Y nosotros qué? Seguimos pringando. Quien piensa que investigar delitos es un asunto emocionante son unos ilusos. La mayoría de los casos se resuelve con con un movimiento básico sobre un teclado bastante anticuado y un sello. ¡Viva la burocracia divina!

    A ver, ¿qué han perdido esta vez?

    Inspiración…

    Inspiración…

    Inspiración…

    ¡Ja! ¿Van en serio? No han oído como uno de los suyos dijo que la inspiración les tenía que pillar trabajando? Pero, claro, ¿quién hoy en día quiere trabajar? Es mucho más fácil mandar una demanda reclamando que les han privado de la inspiración a que tienen derecho. ¡Vaya delito!

    Eh, tenía razón mama, había que formarme como un demonio. Esos sí que se divierten. ¡Que curro! Creatividad y innovación todos los días. No, no la escuché, porque soy una criatura temblorosa. Ahora a sufrir como un angel hasta el fin del mundo. Buscando inspiración vete tú a saber dónde.

    No hay derecho en este mundo. No hay derecho.

  3. JP

    La espera

    Lo peor es la espera. Esperar en polígonos industriales de mala muerte, en estaciones perdidas de la mano de dios. En cocinas cochambrosas como ésta. Algunos matan el tiempo haciendo crucigramas, leyendo el periódico. Los más jóvenes enganchados a los móviles. Bueno, ahora todo el mundo está enganchado a los putos móviles. Nos hemos vuelto gilipollas. Yo prefiero no hacer nada, estar alerta. Ni me gusta leer ni pensar demasiado. Mi móvil es un viejo nokia con más de 10 años. No tiene internet, ni puede hacer fotos, ni falta que le hace. Lo justo para hablar por teléfono o mandar algún mensaje. Así no te pueden localizar, ni grabar tus conversaciones. Se meten en el teléfono y no te das ni cuenta. A mí no me van a pillar esos cabrones. Mi hijo dice que estoy paranoico, pero que sabrá él. Le he comprado las revistas que me ha pedido. Por lo menos no está idiotizado como sus compañeros, le gusta estudiar. Revistas bien gordas, sin casi fotos ni dibujos, solo texto y más texto. MIra, aquí hay una calavera ‘Un hombre adulto, preneandertal, habitante del norte de la península Ibérica, recibió dos golpes brutales y definitivos en la frente, sobre el ojo izquierdo. Moriría como consecuencia de las lesiones.’ Joder, somos unos pedazos de bestias desde hace la tira de años. Igual ni éramos humanos en aquella época y ya estábamos matándonos a golpes. Para que luego digan que existe la evolución. Parece mentira que a partir de cuatro huesos hechos polvo puedan averiguar la causa de la muerte. La policía de la prehistoria. Señoría, el crimen ya ha prescrito. Que ganas de investigar cosas que están más que muertas. Como mi hijo, que está estudiando una carrera que no sé ni pronunciar, nunca tendrá que ensuciarse las manos como su padre, trabajará en un laboratorio con su bata blanca y es posible que descubra algo importante. Cuando habla de ciencia se le iluminan los ojos ‘Es como formar parte de una tradición de miles de años, construyendo el edificio del conocimiento, imagina tener como compañeros a Newton o Einstein’. Al final me he aprendido los nombres de tanto oírlos, pero no tengo ni idea de que descubrieron. Cosas sin utilidad práctica, misterios del universo, de las galaxias esas. No sé de dónde le vendrá al chiquillo estos afanes. De su padre, no desde luego. Pero me alegro por él. Esto no es vida, siempre yendo de aquí para allá o esperando un mensaje que siempre se retrasa. Mira, hablando del rey de Roma. Vale, la espera ha terminado, vamos a ver al paciente. Parece dormido, pero compruebo la cuerda, por si acaso. A veces te llevas más de un susto. Nada, sigue firme. Se ha despertado. Que ojillos de acojonado se le han puesto. Claro que sí, chaval, ya sabes lo que toca. Haberlo pensado antes de tocarle los cojones a la persona equivocada. No hace falta que te remuevas, ni que grites. Con la boca tapada no se te entiende nada. Y aunque te entendiera. Mira que me han pedido veces perdón, de rodillas, llorando. Pero yo soy solo una herramienta. Hago lo que me ordenan. Así ha sido siempre y así seguirá. Mira, ahora me parece entender mejor a mi hijo. Soy uno más en una tradición que se remonta a la noche de los tiempos. Saco la pistola, le agarro la cabeza por la barbilla y pongo el cañón con cuidado, justo sobre el ojo izquierdo. Disparo dos veces. Un homenaje a aquel compañero de hace cientos de miles de años. Y cuando guardo la pistola me pregunto como harían, en aquella época, para soportar la espera.

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