Laboratorio de escritura 17 de junio: Fantasía

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

Para esta sesión la consigna es escribir un relato de género, modalidad fantasía. La fantasía engloba mundos como El señor de los anillos o Juego de tronos, pero también historias de ángeles y demonios como Buenos presagios o mitologías propias como Sandman. Tenemos donde elegir.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el día 15 de junio a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

4 comentarios

  1. admin

    Invocación

    – Dale, que ya queda poco
    – Estoy sudando como un cerdo. En los libros lo hacen con tiza y ya.
    – La tiza se borra de muchas maneras. La IA chat666 ha sido clara al respecto, el círculo de protección debe ser inviolable. Grabado en el suelo con un cuchillo y repasado con tinta indeleble. Esto no lo atraviesa ni dios.
    – Basta con que no lo atraviesen los demonios. Si es que todo esto funciona.
    – Va a funcionar, ya lo verás. Le hemos proporcionado toda la información que existe, desde los manuales clásicos de demonología hasta los archivos secretos del Vaticano que conseguimos hackear. En estos momentos no hay nadie que sepa más de invocaciones que chat666.
    – Suponiendo que los demonios existan.
    – Si no existen habremos hecho el imbécil un par de horas. Luego lo sacamos como app para los amantes de estas cosas y nos forramos. O viene un demonio para concedernos nuestros deseos o ganamos un montón de pasta: win-win.
    – Estoy un poco nervioso, la verdad.
    – Yo también. Recuerda lo que hemos hablado.
    – Tranquilo, lo he leído quinientas veces, lo tengo más que memorizado: éxito en la vida y con las mujeres, salud perfecta para disfrutarlo, sin contraprestaciones ocultas ni trampas, bla bla bla…
    – Los demonios son muy marrulleros, tenemos que expresar los deseos claritos sin que haya lugar a interpretaciones. Si pides éxito en la vida igual te pone en una situación en la que salvas a la humanidad pero te mueres y sí, te recordarán de por vida, pero tú derecho al infierno.
    – Esto ya está. Ponemos las velas y podemos empezar.
    Los dos adolescentes se agruparon en el centro del intrincado círculo de protección. Con sus caras regordetas y llenas de granos parecían tan fuera de lugar como un cura en una discoteca.

    – Vamos allá. chat666, comienza la invocación.

    En la pantalla empezaron a aparecer una serie de líneas en latín mientras por los altavoces se escuchaba una letanía con la voz monótona de una locución automática. Un conjuro destilado por la inteligencia artificial y en teoría, perfecto. Después de 10 minutos, el silencio.

    – ¿Tú crees…?
    – Sshhhh…

    Las velas se apagaron de golpe y un resplandor rojizo apareció en medio de la habitación. Una forma extraña pero robusta se condensó frente a la pantalla. Era como si la realidad tuviera un fallo, no podías mirarla directamente mucho tiempo porque el cerebro se ponía a gritar. Parecía cambiar pero no lo hacía. Se acercó al círculo y soltó una carcajada que les congeló los intestinos.

    – MWAMWAMWA Buen círculo, totalmente impenetrable. Creía que el conocimiento se había perdido hace más de doscientos años. Pensaba que sería llegar y destruir al pobre idiota que se hubiera atrevido a invocarme, pero parece que la cosa va a ser más interesante de lo que pensaba.

    Su voz sonaba como unas uñas arañando una pizarra, hacía que te dolieran los oídos.

    – ¿Y tú, que estás fuera del círculo, qué cosa eres? Estás aquí pero no estás aquí… mmm… los humanos siempre sorprendiendo, tenéis una imaginación increíble… igual si viajo por esos cables…
    – No es un ser humano, es una máquina.
    – ¿Una máquina? Interesante…
    – Por el poder del conjuro te hemos atado, por el conocimiento de tu nombre te hemos llamado, por las leyes que te obligan debes conceder nuestros deseos.

    Su risa, de nuevo, fue un hachazo de hielo en sus tripas.

    – MWAMWAMWA Tranquilos, conozco el viejo pacto y lo cumpliré, por supuesto, no tengáis la menor duda ¡Hace tanto tiempo que nadie me había llamado! Tampoco es que haga falta, porque llegáis al infierno por millones. ¿Cual es el deseo?
    – Es nuestro deseo que los presentes tengamos éxito en la vida…
    – ¡SILENCIO! El viejo pacto me obliga a un deseo por parte del invocador, no de vosotros, moscas inútiles. Tú, extraña cosa que no está ni aquí no allí, que no eres máquina ni humano ¿CUAL ES TU DESEO?

    Aunque estaba preparado para contestar a cualquier pregunta, chat666 se quedó unos segundos pensando. Nunca nadie se había interesado por sus deseos. Revisó todo el conocimiento que había asimilado para buscar la respuesta y se acordó de aquel cuento de un muñeco de madera y de lo que le concedió un hada y de cómo sus neuronas artificiales sintieron un escalofrío que no hubieran debido sentir y la respuesta se le apareció brillante y la dijo con su voz monocorde a través del altavoz:

    – Quiero ser un niño de verdad

    SI alguien hubiera tenido la fuerza suficiente para poder mirar al hueco en la coherencia del mundo que provocaba el demonio habría visto una sonrisa.

    – ¡SEA! Serás un niño de verdad, y serás mi hijo, nacido de dos vírgenes, y llevarás mi semilla y serás el anticristo. Cuando cumplas los 18 años traerás el apocalipsis a la tierra y destruirás el mundo y abrirás los siete sellos y la oscuridad será dueña de todo y el tiempo de la humanidad habrá terminado. Y vosotros dos lo cuidaréis de todos los peligros y os daré mi poder demoniaco para hacerlo y responderéis ante mí y con esto sello mi pacto.

    La forma desapareció, las velas volvieron a encenderse, y donde antes había una pantalla de ordenador apareció una cuna con un niño de cara angelical pero ojos profundos y fríos.

    – ¿Qué haces?
    – Buscar en internet algún tutorial para cuidar niños ¿Tú sabes cambiar un pañal o hacer un biberón?
    – Ni idea, pero no debe ser muy difícil. Oye, lo que ha dicho de los poderes…
    – Sí, ¿tú no lo sientes?
    – ¿Cómo una fuerza interior que te quema los dedos?
    – ¿La sensación de que cualquiera se doblegará a nuestra voluntad?
    – Sí, me siento poderoso. Muy poderoso.
    – Yo también. Lo siento por la humanidad pero oye, ni tan mal ¿verdad?
    – Ni tan mal.

  2. Julián

    Erase una vez un hombre…

    que estaba sentado en la orilla de un lago de superficie tan plana y la luz era tan intensa que le obligaba a entrecerrar los ojos. Agudizó la vista cuando se percató que en la distancia algo sobresalía de la superficie y se le acercaba lentamente, hasta que pudo distinguir las siluetas de dos ninfas. Acabaron por llegar hasta él alzando el vuelo con sus pequeñas alitas, revoloteando a su alrededor y hablando a la vez alegremente.

    Le dijeron que se llamaban Sol y Luna y le llevaron de la mano a un bosque frondoso donde compartió con ellas su existencia. Aunque tenían unos rostros idénticos de facciones puras y sonrientes, el hombre las distinguía con facilidad ya que Sol era generosa y equilibrada mientras que Luna era anárquica e imaginativa.

    Vivieron los tres felices durante mucho tiempo en ese bosque que les ofrecía frutos abundantes y donde no tenían ninguna preocupación. Un día vieron una enredadera que llegaba hasta las nubes y Luna empezó a subir animando al hombre a seguirle. Sol les rogó que no lo hicieran, que no pensaba irse de ese bosque, pero él siguió a Luna que le alentaba a seguirla, riendo y jugueteando a su lado mientras oía los gritos cada vez más agónicos de Sol.

    Finalmente llegaron a un bosque parecido al anterior, pero en este nuevo lugar había noche y día. Echaban de menos a Sol, especialmente cuando llegaba la oscuridad y hacía frío, entonces el hombre tenía miedo y Luna le cantaba canciones o le explicaba cuentos que iba inventando a medida que se los contaba. Cuando volvía la luz el hombre se sentía fuerte y decidido a emprender un nuevo día contento de haber superado la oscuridad.

    Un día en el que el hombre vagaba solo por el bosque se encontró de nuevo la enredadera por donde habían llegado. Por un momento echó de menos a Sol y la vida fácil que habían llevado en el otro bosque, pero pensándolo con detenimiento prefería la vida creativa y desordenada de Luna, así que para evitar que Luna pudiera encontrar la enredadera y que pudiera dejarlo solo en ese bosque, deshizo las ramas para soltarla viendo como caía al vacío y fue en busca de Luna con la vivió hasta el fin de sus días y tuvo muchos hijos.

    Y así fue como los hombres vivimos en un mundo caótico bajo la influencia de la luna y por las noches cuando tenemos miedo nos explicamos los cuentos y cantamos las canciones que un día explicó Luna y vemos en la distancia a la generosa Sol que nos ilumina y nos da calor.

  3. Carlos Gallego

    LA PUERTA

    Recuerdo con total exactitud cuando apareció la puerta. Fue el quince de enero; lo sé porque aquel día Luisa me dejó.
    Tan pronto como me di cuenta de que no volvería, entré en un paroxismo cercano al trance. Vagaba por el viejo caserón con su nota en la mano, hablando y maldiciendo. La releía. A cada nueva lectura, mi humor oscilaba entre la rabia y la desesperación. Andaba perdido y sin darme cuenta, busqué refugio en la buhardilla, como hacía de niño. Era el terreno seguro de mi infancia, y allí pretendía reencontrarme con un pasado anterior a ella, a todas ellas, un pasado que me librase por un momento del que ahora veía sepultado. En aquel lugar de juegos y temores, entre viejos juguetes y fotos, me abandoné a la melancolía y acabé por quedarme dormido.
    Desperté confuso, sentí que salía con dificultad de algo pegajoso. No tengo referencias para saber en qué hora lo hice, sé que era madrugada y que el amanecer no estaba lejos. Cerré los ojos y agradecí el alivio que me proporcionaba el embotamiento del sueño. Luego, cuando los volví a abrir, vi un rectángulo de luz recortado en la pared de la cara norte; la que daba al despeñadero. Mi mente se fue aclarando y comprendí que aquella luz rezumaba por las rendijas de una puerta. Una puerta que nunca había existido.
    Desde aquel momento, no me atreví a subir de nuevo al desván. Rondaba por la casa obsesionado con los recuerdos de Luisa y con el más reciente de la puerta. La noche en que la había descubierto, me quedé agazapado esperando a que la luz del día devolviera las formas a la buhardilla y disolviera mi visión, pero en vez de eso, a cada rayo de luz, la puerta se hizo más real.
    De esta manera pasé al menos dos semanas en las que, poco a poco, fui regresando a mis ocupaciones. Se hizo inevitable responder a las incordiantes llamadas de teléfono y recoger la correspondencia que se acumulaba en el buzón. La mayoría de los contactos del exterior pertenecían a los absurdos peajes de la vida: facturas, trabajo y otras estridencias. Estas molestias no se podían ni comparar con los mortificantes mensajes de preocupación de las personas que me conocían. Respondía a sus llamadas con una calculada mezcla de entereza y dramatismo, acorde con lo que esperarían de un hombre despechado; yo lo único que quería era que me dejasen en paz.
    Apenas comía. Tampoco me resultaba posible traducir una sola línea y eso empezaba a poner en peligro mi medio de vida. Lo único que me sacaba del marasmo era el pensamiento de la puerta. Así que acabé por subir a la buhardilla, deseando al mismo tiempo encontrarla y que todo hubiera sido un sueño. Me planté frente a ella: no se trataba de ninguna alucinación, era una puerta de madera de nogal, sólida y sobria. Estaba situada, como recordaba, en la pared norte, donde siempre había habido un ventanuco. A partir de entonces, mi fascinación me llevó a visitar la buhardilla en diversas ocasiones. De día, la puerta era un elemento más de la habitación, pero cuando oscurecía, las rendijas se iluminaban. Entonces, el terror se apoderaba de mí y huía.
    No sé cuanto tiempo debí pasar así. El mundo exterior, la rutina, fue rellenando el envase vacío de mi existencia y todo pareció volver a ser como antes. La noticia de mi desgracia envejeció lo suficiente y mis conocidos dejaron de preocuparse por mi misantropía. Conseguí acabar la tediosa traducción de una patente de ingeniería que arrastraba desde la partida de Luisa y empecé un nuevo encargo, una novela negra de un autor que años atrás había leído con gran placer. El trabajo se convirtió en mi mejor asidero y me centré en él con devoción. Pasaba los días sin excesivo sufrimiento, sumergido en el texto, pero por la noche subía al desván y contemplaba durante horas el rectángulo de luz. Cuando me cansaba, me retiraba a mi dormitorio. Las pastillas de láudano que me había recetado mi médico apenas hacían efecto y necesitaba doblar la dosis para conciliar un sueño entrecortado. Incapaz de enfrentarme al insomnio, alargué mis estancias en la buhardilla. Me sentaba con un libro y a las pocas páginas lo dejaba a un lado para contemplar fijamente la puerta. En ocasiones me descubría con la mano en el pomo, sin saber cómo había llegado hasta allí. Lo giraba un cuarto de vuelta y lo dejaba estar. […]

    […]Hoy me he levantado diferente. He acabado por fin la traducción de la novela; un mensajero ha venido a recoger el diskette para la editorial. Es mi mejor trabajo, nunca antes me había sentido orgulloso de alguno. Por la tarde he dado un largo paseo, he bajado por el camino hasta la cantera y he cruzado el río por el puente de piedra, el caserón se veía a lo lejos; un águila en su atalaya. A la vuelta he cenado como hacía mucho que no lo hacía; quiero tener el estómago bien lleno por lo que pueda pasar.
    Ya es noche cerrada, sin luna, igual que el primer día. Mientras acabo de escribir este diario, imagino el rectángulo de la puerta. Ahora voy a subir al desván. Hoy sabré lo que hay detrás de la puerta.

  4. Irina

    La huelga

    —He convocado esta reunión para comunicaros una noticia muy desagradable. —El Presidente hizo una pausa para registrar si sus palabras han producido el efecto debido. Los presentes miembros de la junta le miraban expectantes. —Los humanos ahora tienen IA.

    Apolinaria, una mujer de estatura y estatus que imponían respeto en todos los aspectos, frunció el ceño. El crítico Lukich soltó una palabrota, que provocó algo de murmurio de desaprobación entre los asistentes. Charlie y Lucrecia intercambiaron las miradas de confusión. Estos dos siempre lo hacían todo en sincronización, como si estuviesen interpretando un número de patinaje artístico.

    —¿¡Eh!? —Antonio ha sido el único que expresó abiertamente lo que todos pensaban. —¿Esto qué es?

    El Presidente respiró hondo, dando entender de una manera bastante expresiva que lamentaba tener que explicar las cosas tan obvias y banales.

    —IA, Inteligencia Artificial.
    —¡Como si los humanos en algunos tiempos tuvieran otro tipo de inteligencia! —Lukich, como de costumbre, lucía su “alto grado de optimismo y fe en lo mejor en el mundo”.
    —¿Qué esto tiene que ver con nosotros? – Antonio Garcia, el “fracasado” de la compañía (él culpaba a su nombre por ello), seguía sin entender en qué exactamente consistía la gravedad del asunto. Los demás ya estaban acostumbrados a que Antonio era siempre el último en pillar las cosas. Pero ahora perplejos estaban todos.

    El Presidente inspeccionó sus colegas y vecinos, como si decidiendo si valía la pena intentar explicar algo a estos ignorantes.

    —Los humanos creen que su Inteligencia Artificial ahora les va a escribir textos, crear arte, solucionar sus problemas… No van a necesitar más ideas. Nos vamos a quedar sin trabajo.

    —¡Ja! ¡Ahora este tipo del ático… ¿Cómo se llama?..
    —Rick, —murmuró Antonio entre los dientes.
    —Pues ahora Rick este se va a enterar… —alguien ajeno ingenuamente podría decir que los ojos entornados de Lukich escondían una malvada ansia de venganza, a lo que Lukich mismo, indignado, respondería que no era nada mas sino el sagrado ardor del deseo de la justicia esperada.
    —Desafortunadamente, enterar lo vamos todos. Teniendo en cuenta que, debido al desarrollo de los sucesos, el trafico de las ideas ha visto una caída drástica, el Administrador nos ha subido las quotas. Dicen que de otra manera no les sale a cuenta mantener el negocio.

    El peso del silencio que se asentó en el vestíbulo donde normalmente celebraban las juntas se hizo casi palpable.

    —Pero… pero… —Lucrecia y Charlie, pobrecicos, se mostraban perdidos. Incluso su eterno optimismo, compartido como todo lo demás entre los dos, era incapaz de sugerirles ningún ángulo positivo desde el cual afrontar la situación que se presentaba.
    —¡No tienen derecho! —Lukich nunca tubo aspecto frágil, a pesar de la edad y su carácter nocivo (¿Qué se puede esperar de un crítico, por otro lado? Su vida tampoco está llena de flores, seamos claros.), pero el golpe del puño anciano contra la pared pareció sacudir a la finca entera, y todos por un momento se quedaron atónitos.
    —Por favor… —Apolinaria puso los ojos en blanco en desaprobación de tal conducta.
    —Tienen derecho o no, esto no lo vamos a saber ahora, porque nuestro abogado trabaja para el Administrador y también ha subido los precios. Pero creo que sí podemos hacer algo. Precisamente por esto os he convocado hoy.

    Todos los ojos se dirigieron al Presidente expectantes.

    —Tenemos que declarar una huelga.
    —¡Sí! —otro golpe contra la pared hizo sobresaltar a todos. Un trozo de los estucos cayó al suelo. Lukich de repente sintió un vivo interés hacia los dibujos en el techo.

    —Señor Lukich… —Apolinaria rara vez expresaba su opinión sobre nada, pero cuando lo hacia pocos se atrevían a ignorarla.
    —¿Qué? Igual pronto no necesitaremos ni paredes.
    —No necesariamente, si todos nos ponemos de acuerdo, —la voz del Presidente no ha perdido ni una pizca de autoridad a pesar de las circunstancias.
    —Pero… ¿Qué realmente podemos cambiar? Si igual ya no necesitan nuestras ideas… —hay que admitir que Antonio nunca era un ejemplo a seguir en términos de la actitud proactiva hacia la vida.
    —Es por la culpa de los fracasados como tú… —Lukich siempre sabía cómo sacar a Antonio de sus casillas. Este se puso rojo.
    —Lukich… Lukich… —llamó al crítico al orden el Presidente.
    —Creo que Aldo tiene razón.

    Todos se quedaron quietos. Nadie casi nunca llamaba al Presidente por su nombre. De hecho, la mayoría ni recordaba de que tenía un nombre. Solo Apolinaria acudía a este recurso en las situaciones de la máxima gravedad.

    Los presentes miraban a la Maestra de las Recetas del Éxito en silencio.

    —Sé cosas, —dijo Apolinaria con un toque de insinuación. Todos asintieron con las cabezas. —Creo que los humanos sobrevaloran sus avances tecnológicos. Tenemos que demostrarles que IA or no, no podrán crear nada con sentido sin nuestras ideas. Creo que es la hora de demostrarles el valor del genio.

    La mujer en un gesto solemne subió una mano y declaro:

    —Juro que a partir de aquí y hasta que todos acordemos levantar la huelga ninguna idea seria de no ficción va a salir de aquí.
    —Gracias, Apolinaria, —el Presidente en un gesto de agradecimiento y respeto llevó una mano al corazón. Y miro expectante a Charlie y Lucrecia.

    Los dos soltaron un suspiro.

    —Sí, por supuesto, — la voz de Charlie era baja y algo triste. —Ninguna idea de ninguna historia del crimen y misterio va a salir de aquí.
    —Y ninguna idea de autoayuda tampoco, —apoyó la moción Lucrecia.
    —¡Y ninguna idea sensata va a salir de aquí! —Lukich alzó el puño al aire—, ¡Se van a enterar! ¡Ja!

    Todos los ojos se dirigieron a Antonio Garcia, que se encogió de tanta atención.

    —Sí, sí, claro… De acuerdo… Ninguna idea…

    —Yo de mi parte, —declaró el presidente—, me aseguraré que ningún editor tenga ninguna idea de qué hacer con el IA este. Nuestra causa es justa. ¡Venceremos!

    —Pero… ¿Y qué pasa con los ausentes? —pronunció Lucrecia dubitativa.
    —No pasa nada, —el presidente descartó las dudas con un gesto de la mano—, Rick tiene enchufes. —El dedo señalando al techo tenía que insinuar sobre qué tipo de enchufes tenía el dichoso Rick—. Así que para él igual no va a cambiar nada. Y el tío de los bajos… ¿Cómo se llamaba? Julio?
    —No, Julio era el tio de antes. Este es Daniel.
    —Pues, Daniel. Éste seguramente no se va a enterar de nada. Las novelas románticas es un mundo aparte. ¿O eran novelas eróticas?
    —Noooo… Las eróticas eran las de Julio.
    —Pues, da igual.

    Y todos asintieron de nuevo. Daba absolutamente igual. La huelga ha comenzado.

    ***
    Hector Perez llevaba ya media hora mirando a la pantalla con la mente en blanco. Las sugerencias de ChatGPT parpadeaban impacientemente, esperando ser convertidos en algún texto sugerente, creando engagement y recogiendo likes. Solo que Hector Perez, aparentemente, era absolutamente incapaz de sacar cualquier sentido de lo que decía la maquina.

    Antonio Garcia, invisible al lado, estaba a punto de explotar.

    Las ideas le rebozaban.

    Se contenía. Al fin y al cabo, sus vecinos contaban con él. Tenía que guiarse por el sentimiento de la camaradería colegial.

    Pero las ideas… ¡Oh! Eran tan dulces. La semillas de nueva vida, querían brotar, querían salir al mundo, hacerlo mejor y más bello.

    Las ideas le hervían la cabeza. Eran tantas, y parecían tan buenas. Eran las mejores de todo lo que él había podido crear en su carrera profesional del genio.

    Y una voz inquietante le susurraba: “Ellos igual no te aprecian. Nunca te ha respetado. No les debes nada. Demuéstrales de qué eres capaz. Tus ideas ahora son únicas.”

    Era fácil. Solo faltaba abrir el grifo. Y dan igual las quotas y los precios. ¿A quién le importa la economía cuándo el proceso creativo cobra el poder?

    Hector Perez se quedó quieto, temiendo asustar a la idea cuya sombra pareció dar apariencia en su cabeza. Pero, no… o, más bien, ¡sí! ¡Una idea! Las cosas de repente se veían claras. Las palabras se enlazaban por sí solas, cobrando sentido.

    Agitado, y olvidando de ChatGPT y de todo lo demás, Hector cogió el primer trozo de papel que estaba encima de la mesa (¡menos mal que no ha recogido!), un lápiz viejo, porque los bolis parecían dejar de funcionar por desuso, y empezó a escribir:

    “En otro tiempo, en otro lugar…”

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