Laboratorio escritura 2 de diciembre: Seres sobrenaturales con trabajos de mierda

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

La consigna en esta ocasión es imaginar a algún ser sobrenatural, o de terror, con un trabajo de lo más normal e incluso con un trabajo de mierda. Un hombre lobo que trabaja de charcutero, un vampiro funcionario, una momia mecanógrafa, un fantasma desastacador.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el día 1 de diciembre a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

4 comentarios

  1. Julián

    Solamente quería una vida tranquila

    Reynaldo tenía el poder de ver y escuchar fantasmas al igual que lo tuvo su bisabuelo que se ganó la vida como médium y tuvo una fama más que considerable, pero Reynaldo aspiraba a una vida pacífica sin sobresaltos y por eso había abierto una Herboristería en el Raval de Barcelona y la única ventaja que sacaba de su don era de los clientes que cargaban con un fantasma y explicaban a Reynaldo las verdaderas dolencias de la persona a la que se encontraban atados por una razón u otra y eso le ayudaba a escoger el remedio adecuado.
    Un día entró en la tienda una mujer de mediana edad y pidió Eudemus officinalis. No era muy normal que alguien pidiera por esta planta y menos aún que viniera acompañada de tres fantasmas que empezaron a discutir sin escucharse entre ellos y hablando a la vez hasta que se dieron cuenta que Reynaldo los miraba fijamente y los cuestionaba con la mirada. Se quedaron los cuatros callados mirándose y la mujer pensó que Reynaldo se había quedado pasmado.
    —Oiga señor. ¿Me está oyendo?
    no le vendas-no se te ocurra darle la Eudemus-nos la ha dado a cada uno de nosotros-déjame hablar a mi que me expreso mejor-déjame a mí que fui el primero-llama a la policía y le explicas lo que ha hecho con nosotros.
    —¿Se encuentra usted bien? ¿Tiene o no tiene Eudemus?
    te lo suplicamos-no lo hagas-cállate y déjame hablar a mí-cállate tú viejo chocho-volverá a hacer infusiones y también matará a Carlos.
    —Señora, un momento que estoy pensando.
    eso, eso-muy bien, no le vendas-dale menta polea-no seas idiota, se dará cuenta-dale algo que no tenga olor-pero que sea inofensivo.
    —A ver, señor ¿tiene o no tiene?
    ni se te ocurra-que no, no le des-llévatela a la trastienda y le das un mal tanto-tu siempre con tus ideas de bombero-no le hagas caso a éste.
    —Señora, vuelva mañana que tendré Eudemus para usted.
    eso ha estado muy bien-es una tontería ¿y si ahora se va a otro sitio?-eres un imbécil, es lo mejor que podría haber hecho.
    —Hasta mañana entonces.
    piensa en lo que vas a hacer-llama a la policía-idiota, si la meten en la cárcel estaremos con ella encerrados-cállate-pero al menos no matará a nadie más-cállate imbécil.
    Cuando volvió la paz al interior de la Herboristería Reynaldo suspiró aliviado. Le habían puesto nervioso los tres fantasmas y pensó en las opciones que tenía; la primera era no hacer nada, decirle que no ha encontrado Eudemus. Otra opción era venderle Mercuria, era una hierba con un olor y forma parecida. Acudir a la policía no tenía sentido, se imaginó rellenando un formulario: Lugar de los hechos…No. Definitivamente no.
    Se le apareció su bisabuelo que lo sacó de dudas y le dijo que tenía una obligación moral de liberar a los tres fantasmas y para ello debía matar a la señora.
    Reynaldo suspiró de nuevo. Adiós a su vida tranquila ya que en ningún caso había pensado en desatacar la voluntad de su bisabuelo.
    Al día siguiente abrió la herboristería sin ninguna idea procrastinando su decisión y esperó a que llegase la mujer a la que vendió la Mercuria.
    este no nos ha ayudado-seguro que es Mercuria-que va, esto es Eudemus-cállate que no tienes ni idea-cállate tu idiota.
    En cuanto la mujer salió, Reynaldo cerró la tienda y los siguió Portal de l’Angel hacia Plaza Catalunya.
    mira quien nos sigue-¿qué querrá?-seguro el cabrón le ha vendido Eudemus-dentro de poco seremos cuatro.
    Reynaldo seguía sin tener claro lo que iba a hacer hasta que llegó al semáforo de Portal de l’Angel con Fontanella donde se acumuló mucha gente.
    ya nos dirás que vas a hacer-¿para que nos sigues?-¿quieres ver como mata al siguiente?-idiotas ignorantes ¿no veis que quiere ayudarnos?
    Pasaban los coches a toda velocidad y de repente Reynaldo tuvo una lucidez, aunque la cháchara de los tres fantasmas no le dejaba concentrarse.
    ¿que vas a hacer?-nos has vendido-callaros imbéciles que no os enteráis de nada-cállate tu viejo estupido.
    Y en el momento en que pasó un autobús, Reynaldo empujó a la señora con todas sus fuerzas y con la confusión nadie se percató que lo había hecho él. Reynaldo se asomó debajo del autobús al igual que hicieron todos los peatones y los fantasmas se callaron al fin y miraron a Reynaldo.
    no había pensado que hiciera esto-mira que bien estamos liberados-tu podrías quedarte aquí que no te aguanto
    Ninguno dio las gracias a Reynaldo mientras sus espectros se desvanecían y él siguió su camino contento de dejar de oír a esos estúpidos fantasmas y con la satisfacción del deber cumplido.

  2. Irina

    El viaje de los heroes

    —Entonces, procedamos con el orden del día.

    Loki, con su traje gris planchado impecablemente (solo ver esta tela inmaculada, no corrompida por ninguna arruga incluso después de un día del trabajo supuestamente arduo, ya daba mucho para pensar sobre la insoportable carga laboral de los pobres funcionarios sobrexplotados) mantenía la cara muy seria mirando la pantalla del ordenador.

    —Khm, khm…

    Loki, como el presidente de la junta, levantó la mirada para repasar a los presentes sentados alrededor de la mesa. Los ojos del funcionario pelirrojo reflejaban el ingenuo desconcierto por una interrupción tan impertinente.

    —Loki, por el amor de todos los dioses, puedes comportarte de una manera más humana? O lo que sea que somos ahora… —Mãra tenía la cara verde y nadie ya recordaba si era su color natural, o es lo que obtenía gracias a la constante lucha por los likes y contra los haters.

    —Déjalo, —la mirada de Prometeo estaba apagada— créeme, él está siendo muy humano. ¿No es lo que queríamos?

    —¿Qué? ¿Un día duro? —expresó Mãra su simpatía al compañero.

    —Pffff… Mejor ni lo preguntes. No sé cuántas llamadas he hecho hoy, y ni te cuento cuantas veces me han mandado a la mierda. Creo que estoy en una crisis existencial. Si es para esto traje el fuego a los humanos, ¿qué sentido tiene todo?

    —Esto es exactamente la pregunta que me hago yo también cada día, cuando los novios, o peor aún sus padres, me piden hacer milagros con el presupuesto de los ceros infinitos. Solamente ceros con nada más. Y creo recordar que alguien nos aseguraba de que todo esto sí iba a tener un gran sentido. De que íbamos a aprender maravillas y llegar a la sabiduría que solo la experiencia humana permite hallar. —Los pequeños ojos sobre la cara morena y arrugada de Iblis miraban con acusación a Ahriman, que, aún en su uniforme del barrendero y inmune al jaleo que se levantaba en la sala de juntas, se limpiaba las uñas con una gran atención.

    Todos miraron a Ahriman.

    Ahriman seguía con las uñas, como si nada.

    —¿Dónde está Hefesto? —finalmente Loki dio la voz.

    —Hoy tiene el turno de noche. Es que las factorías de China funcionan 24/7, no puede escaquearse.

    Loki frunció las cejas y anotó algo en el ordenador.

    —Quiero volver a la lámpara, —Iblis dirigió la mirada soñadora hacia el techo.

    —Ai, Shaitan, —le siguió Mãra, —prefiero mil veces lidiar con todos los buddhas del mundo en el estado más iluminado que volver a tener que hacer un TikTok más. Ya os digo, ser un content creator es una mierda.

    —Es que no has intentado a ser un organizador de bodas, —lo refutó Iblis.

    —Ninguno de vosotros sabe qué es realmente un trabajo de mierda. Porque ninguno de vosotros nunca ha intentado a hacer teletrabajo.

    Prometeo dejó caer su cara cansada sobre la mesa.

    —Sois todos unos niñatos lloriqueando. —Ahriman finalmente dejó en paz a sus uñas. No es que estuvieran limpias, es difícil esperar esto de las uñas de un barrendero, pero aparentemente la tensión de la situación le llevó a la conclusión de que era hora salir de su estado meditativo. —Os habéis olvidado de la principal premisa de este experimento: a través de las vivencias dadas cada uno tiene que trabajar su sombra, integrando las cualidades rechazadas por su subconsciente. El pelirrojo lo hace bien.

    —¡Loki! —imploró Mãra tirando de la manga del traje gris, impecable hasta aquel momento. El traje había sobrevivido el día laboral del funcionario, pero posiblemente no iba a tener la misma suerte con una junta de los seres sobrenaturales incapaces de reconciliarse con la existencia humana. —Eres un trikster, eres un dios de engaños, eres especialista en transgresiones: ¡haz algo!!! Sácanos de aquí, ya no puedo más.

    Loki aparentemente estaba en choque, tal vez por el despropósito de la petición o tal vez por la violencia cometida contra su traje.

    —No está contemplado por el protocolo.

    —¡Amigos! ¡Estáis todos aquí! ¡Qué alegría!

    Todos miraron a la nueva figura que apareció en la puerta. Jesus, que, hay que admitirlo, siempre era un poco rarito, llevaba unos shorts estampados de flores, una chanclas y una camiseta que ponía “¡L’Hospitalet no es Barcelona!” – en fin, un atuendo poco adecuado para los días de invierno incluso de un país mediterráneo donde esta vez se celebraba la junta.

    —Sé cuál es la solución, —la sonrisa en la cara de Jesus hizo a todos a plantear si a lo mejor sus trabajos no eran tan malos al fin y al cabo. —Se llama downshifting. Rechazad todas vuestras pertenencias, no necesitamos muchas cosas. Alquilemos nuestros pisos y nos vamos a la India a buscar lo divino dentro de nosotros.

    —Esto es justamente lo que quiero que haga el pelirrojo: que recuerde que es un dios y que nos saque de aquí.

    —No tenemos pisos.

    —Estoy cansado, ya no puedo más.

    —Quiero volver a la lámpara por favor.

    —¿Cómo lo hacen los humanos?

    —No hace falta hacer nada: el Universo nos proveerá de todo. Podemos pedir donaciones por TikTok.

    Y en este momento sonó un móvil.

    —Es Hefesto, llama por whatsapp. Estará en una pausa de descanso. Los chinos son muy estrictos con la disciplina laboral.

    —Muy bien! —la voz de Loki desvelaba un enorme alivio. —Entonces, procedamos con el orden del día.

  3. Carlos Gallego

    EN LA COLA DEL PARO CON UN COLEGA

    -Mierda, ahora no puedo hablar, te llamo luego.
    -Tío, ¿qué pasa? ¡Cuánto tiempo!
    -Hombre, Lobo. ¿Cómo te va? ¿Qué haces tú por la oficina de empleo?
    -Me he apuntado a un curso.
    -¿Te has quedado sin curro?
    -No, es para gente que está trabajando, es un curso de pastelería.
    -¿Te dedicas a eso?
    -Que va, sigo en el mismo sitio.
    -Hostia, me dijo el Conde que habías encontrado algo bueno, pero ahora no me viene a la cabeza.
    -De catador de comida de perros.
    -Para ti debe ser de puta madre. Meriendas gratis.
    -Pues me saco una buena pasta, seis mil al mes.
    -Joder. A mí ya me gustaría que me saliera algo de probador en parafarmacia, pero sólo me pasan mierdas. El hijo de puta de aquí siempre se está metiendo con mi pinta, que si voy de algún palo religioso, que con esa presencia ni de cara al público ni trabajos en equipo… llevo tres seguidos de teleoperador y siempre me acaban largando porque dicen que no vocalizo. Hasta el apollardao de Frankenstein se lo monta mejor.
    -Pero si es segurata.
    -Cobra cada mes y además se saca una buena pasta dando palizas.
    -Tú lo que deberías hacer es dejarte del rollo ese de las vendas.
    -Qué dices. Joder, que soy la puta Momia, que quieres que vaya con camisa hawaiana.
    -Vale, tío. Oye, por cierto, ¿vendrás a la reunión anual?
    -¿Ya toca? Es que es siempre lo mismo, que si he hecho eso, que si he hecho aquello, que si gano tanto, que si el nene ya anda. Para acabar hablando con un par de brujas o el pringado del Chupacabras, me quedo mirando Filmin.
    -Hombre, vendrá la Banshee.
    -¿Y?
    -Pues, con esa mojas.
    -Tío, que yo no tengo problemas de tías, mi cruz es lo del curro. Me estoy teniendo que vender la pedrería del sarcófago.
    -Anímate, que me ha dicho el Conde que este año vendrá peña de oriente.
    -Ese Drácula es la Vieja del Visillo, no se le escapa una. A mí es que esos orientales no me caen demasiado bien. Van a acabar dejándonos en el olvido.
    -Ya será menos.
    -¿Sí? Cuántas pelis hacen de nosotros. Los niñatos sólo quieren la mierda esa del manga.
    -Así mirado. Por cierto, el Conde me ha dicho que irá el Hombre Invisible. Con ese sí te llevas bien.
    -Sí, tío, tenemos bastantes cosas en común. Sabes que el muy cabrón se quita las vendas y se lo monta de mirón; es un tarado, pero te ríes mucho con él. Me lo pensaré, ya te diré algo. Eso sí, como me vuelven a sentar al lado del Gul, te juro que no vuelvo; que asco da el tío comiendo.
    -Te está sonando el móvil.
    -A ti también.
    -Será el Conde, hemos quedado. Se pone muy pesado con la puntualidad. Aún no se le han bajado los humos de aristócrata.
    -Ya ves, si llega a ser faraón no pasa por las puertas. Nos vemos, Lobo.
    -Hasta la próxima. ¿Qué pasa Vlad? Ya estoy pillando el metro…

    -¿Sabes a quién me he encontrado en la oficina de empleo?[…] no, ese está vigilando garajes; a la Momia […] sí tío, está hecho un loser, siempre de mala hostia, ese chico necesita lo que necesita. […] no sé si irá […] a mí me parece que no tiene un duro […] ya se lo he dicho, pero es un antiguo […] se piensa que lo van a pillar para hacer anuncios de tensoplast […] que va, si el tío hasta es guapo debajo de las vendas […] lo he dejado hablando por teléfono, seguro que con el pelanas del Hombre Invisible […].

    -Impaciente, ya te iba a llamar yo […] con tu novio […] pavoneándose de las croquetitas de chucho […] que cosas piensas, mira que eres viciosa […] cuando acabe aquí […] fijo que me ponen a vender móviles […] tú tranquila, por pasta no va a ser, me pulo un par de rubíes y nos vamos a la playita […] tranquila, que hay pista libre, es la reunión anual, se van todos el fin de semana al castillo del Conde, por cierto, al loro con ese que lo casca todo […] churri, te dejo que ha salido mi número.

  4. JP

    Lo dejo cuando quiera

    El hombre esposado al radiador mastica miedo. Tiene la delgadez cadavérica de los heroinómanos y los ojos inyectados en sangre. Frente a sus ojos hay una chica de piel pálida tendida en un sofá, desnuda de cintura para arriba. Tiene el cuello y el pecho manchados de sangre. Está muerta. La puerta se abre. No seas ridículo, por favor, el signo de la cruz no me hace nada. Ni los ajos ni el agua bendita. La luz del sol pica de cojones, pero tampoco acabaría conmigo. Somos unos hijos de puta correosos, duros de matar. Con un poco de cuidado, somos inmortales. El hombre que habla levanta a la chica del sofá como si no pesara nada, se la carga al hombro y antes de irse dice que vuelve enseguida. El hombre esposado se ha meado encima, y le cuesta respirar. Si tuviera fuerzas intentaría romper las esposas, o arrancar el radiador, o gritar como un loco. Como no las tiene no descubre que no hubiera servido de nada. Hace dos horas estaba consumido por el mono y tenía picores por todo el cuerpo, pero ahora solo siente un terror helado que le agarrota las tripas. Yo no tengo ni para mí pero te puedo pasar la dirección de un camello que a veces, si le das pena, te fía. ¿No tienes nada, nada de nada? La escalera no era diferente de tantas otras similares que había ido pisando el último año, desde que su voluntad se perdió por un desagüe. Claro, entra libremente y deja algo de la felicidad que traes contigo. Tómate un trago mientras busco una papelina. La puerta se abre de nuevo. Parece un ejecutivo, un tiburón financiero que se hubiera cambiado la ropa con un punky. Baja los ojos para no volver a encontrarse con su mirada. Yo te entiendo, ¿sabes? no somos tan diferentes. No siempre he vivido así, en un antro de mierda y traficando al menudeo. Cojones, yo he vivido en palacios, tío. Palacios de verdad, de los de las películas ¿Sabes lo que te digo? Con criados y toda la pesca. Tú antes también vivías bien, ¿verdad, cabronazo? Lo huelo. Esas zapas echas polvo que llevas son de las caras. Se ha acercado al hombre esposado y le ha dado un par de cachetadas en la mejilla. Aunque ahora hueles a mierda, la verdad. No te preocupes que no me he olvidado de ti. Se da la vuelta y empieza a buscar en unos cajones. No lo echo de menos. Que sí, hostias. Me gano bien la vida, puedo vivir de noche sin problemas y la comida me viene a la puerta de casa. Y si tengo algún problema con la competencia, ¡ñac! Pega un bocado al aire y se ríe como un demente. No sé dónde cojones lo he dejado. Intento pasar desapercibido. Si las cosas se salen de madre pues me doy el piro, vampiro. Vuelve a reírse como un idiota. Lo pillas ¿verdad? Si es que soy la hostia. Antes me consumía la culpa. Menuda cabrona, la tía aquella. Era guapa de cojones. Delgada y pálida. Y yo, aunque tenía más de cien años, era un gilipollas. Integral. Me creía el señor de las tinieblas y solo era un puto paleto de provincias. Menudo imbécil. El hombre que habla ha abierto uno por uno todos los cajones de la habitación, las puertas de los armarios, un tarro con la etiqueta de café que no tenía café, una caja de música muda, ha sacado todas las bolsas de plástico metidas dentro de una bolsa de tela y dado la vuelta a todos los cojines del sofá donde antes estaba la muchacha muerta. Joder, que no la encuentro. Me pillé un colocón que me duró dos días. Iba hasta arriba de láudano, la muy hija de puta. Le cogí el gusto. ¿Qué te voy a contar, eh, mamonazo? Ya sabes como va esto. Pero yo controlo, lo dejo cuando quiera. Llevaba más de un mes sin meterme, pero claro, aparece un caramelito como tú… Se le ilumina la cara y recoge un peluche mugriento del suelo. Tiene una cremallera que abre y de las entrañas saca un poco de algodón y una papelina. ¡Te encontré! ¿Ves como no me olvidaba de ti? Vas a flipar con esto, es de mi reserva especial. Mierda de primera. No has probado nada igual, verás que subidón más guapo y tranquilo. Empieza suave y después ¡hostia! parece que todo se iluminara. Ni te vas a enterar, te lo prometo. El hombre encadenado se descubre mirando con ansia la aguja, se relaja, se olvida del hombre que habla y de su mirada, y de sus dientes, y se levanta la manga, descubriendo un antebrazo lleno de moratones. Así me gusta, es acojonante, ya lo verás. Respira hondo. Te va a encantar.

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