Laboratorio escritura 21 de octubre: El perdón

Comentaremos textos escritos por los participantes y haremos actividades de escritura en el momento, que nos pueden servir como semillas para la sesión siguiente o no.

Cada sábado tendremos una consigna sobre la cual escribir. Los textos se tienen que poner en los comentarios de la entrada pertinente antes del viernes anterior a la sesión. Podemos poner el texto tal cual o un enlace a un sitio donde leerlo. Los textos tienen que tener, como máximo, 900 palabras. Cada participante tiene dos compromisos: a) Escribir un texto y b) Leer los de los compañeros.

El laboratorio tendrá un número limitado de participantes. Para cada sesión podrán asistir quienes cumplan las dos condiciones anteriores, por orden de presentación de textos. Pedimos a todos los participantes honestidad y buen rollo.

Para esta sesión basamos la consigna en esta noticia: El último aviador nazi abatido recibía en su tumba flores por parte del rival republicano que lo abatió. Nos podemos centrar en la anécdota concreta o podemos generalizar y hablar del perdón, del diálogo, del entendimiento, de la compasión.

Tenéis que escribir vuestros textos y ponerlos en los comentarios de esta entrada, bien pegando directamente el texto, bien poniendo un enlace donde leerlo hasta el día 20 de septiembre a las 12 de la noche. Tenemos hasta la sesión para leer los relatos de los demás.

Cualquier duda la podéis preguntar por el grupo de Whatsapp.

4 comentarios

  1. Irina

    Yo sigo entrenándome en el formato micro:-)))

    Las flores para la tumba del enemigo

    Se acercaba la fecha. Marcar los días en el calendario se convirtió en un ritual. Se acabó tanto bostezar durante todo el año. Ya no. La parte de elegir las flores requería reflexión y rigurosidad que haría llorar a cualquier contable. Era la clave. ¿Cómo verter todas las emociones que se apoderaban de él y de las que ni sospechaba (¿de verdad aún podía soñar? dudar, sentir, esperar… esperar, pero ¿a qué?), cómo plasmar todo esto en un simple ramo que debía morir porque él aún seguía vivo? Un ramo para la tumba de su enemigo.

    Big Bang

    Su odio era tan fuerte, tan implacable y devastador que aniquiló el mundo. Lo arrasó quemándolo sin ni siquiera dejar cenizas, hasta el núcleo, hasta que no quedó nada. Solo amor.

    Multiverso

    —Venga, venga, levántate. Rápido, rápido, chomp, chomp, chomp. Nos espera un viaje largo.
    El puto fantasma. Si él hubiera sabido que el espíritu de su rival le traería tantas molestias después de su muerte habría pensado dos veces antes de matarlo.
    —Las flores, no olvides las flores.
    —Claro, a dónde voy yo sin flores… ¿Éstas te gustan?
    —No sé… sí, vale… da igual… vamos, vamos…
    —Recuérdame, ¿por qué aún te hago caso y te sigo el rollo?
    —No sé, tío, no sé. Lo único que sé es que en otra realidad paralela yo estoy vivo y tú muerto, e yo cada año traigo flores a tu tumba. Y no me parece justo, ¿sabes?

    Sí, sí, claro, todo por el equilibrio universal. Vaya, karma.

    Incognito

    Intercambiaban mensajes. Tenían su código secreto, compartido y comprendido solo entre los dos.

    “Sigo aquí”.
    “Te espero”.
    “Pienso en ti”.
    “Queda poco. Te veo pronto”.

    Un hilo de Ariadna que para atravesar la oscuridad de la guerra. La realidad de la muerte apartada por la esperanza. Tal vez aún no se han visto las caras, pero el corazón sabe lo que la razón no comprende.

    Un día después de la batalla uno dejó de dar señales. Y todo lo que quedó al otro son los rostros de aquel escuadrón caído de sus manos, y la pregunta que no cesaba.

    “¿Quién?”

  2. Carlos Gallego

    CONCORDIA

    -Pero, yo pensaba que usted era de los otros.
    -Siempre hay otros.
    -Abuelo, es usted raro. ¿No sabe que eso es la tumba de un nazi?
    -No es una tumba, es algo así como un recuerdo. No sé quien la puso, supongo que los alemanes después de la guerra. Es en memoria de un piloto. Yo no veo un nazi, veo un aviador, una persona.
    -No sé. En todas las películas los nazis son los malos. ¿No lo eran?
    -Sí, lo eran. Pero es difícil juzgar. No sé que empujó a esta persona a venir a morir aquí, tal vez no tuvo elección, tal vez no quiso venir nunca. Era joven, tenía cuatro o cinco años más que tú cuando murió.
    -¿Siempre viene aquí?
    -Cuando estoy por aquí cerca. Vivo en Francia.
    -Mi tío también se fue a París, le salió un curro todo guapo.
    -Lo mío no fue exactamente así.
    -Sigo sin entender que le ponga flores. Que no se mee en la tumba, pase, hasta lo entiendo, pero ¿ponerle flores?
    -Ahora sería un viejecito como yo. No lo es porque en la oscuridad de la noche disparé contra él. Contra un avión en el que sabía que había un hombre asustado como yo. No me gusta pensar que no hice nada. Le quité la vida, tuviera razón o no.
    -Él le iba a matar a usted.
    -Seguro. Me gusta creer que él haría lo mismo si diera con mi tumba. Quién sabe, es más fácil verlo así cuando eres el que está vivo. En fin… me voy.
    El hombre se aleja caminando con sus pensamientos, deja a la lápida descansar a la sombra de un ciprés.

    En la atemporalidad de la sucesión de las estaciones, mi pensamiento se enrosca en las viñas que acompañan uno de los lados de la carretera. Al otro lado los cipreses hacen de barrera para el viento. El viento, el viento, siempre el viento. Cuando crece, en esos días en que expresa su furia, es como volver a sentir el aire cortado por mi avión. Por alguna razón, por un castigo que no merezco, he quedado atado a este paisaje. El último paisaje que vi. Mi cuerpo no está aquí, ni siquiera murió en este preciso lugar. Se lo llevaron, pero mi alma se separó de él y vagó por estas tierras, hasta que esta estúpida piedra apareció y la atrajo como un imán atrae a un trozo de metal. Esta roca gastada, rota por los vándalos, me atrapa. No tengo ojos, pero lo veo todo a mi alrededor; no tengo oídos, pero el viento me trae todas las palabras. Impotente, observo la vida que discurre ante mí. La indiferencia del mundo. Personas, animales y plantas, me ignoran; los hijos de aquellos que combatí, me profanan; y mi asesino me trae flores. Estúpido rojo santurrón, ¿crees que yo lo haría? Si hubiera sido al revés, cómo lo he deseado cada segundo, bailaría sobre tu tumba. Ser derribado por este viejo. Habría saboreado tanto reventarte la cabeza con un disparo de mi luger, como hicieron tus amigos cuando me encontraron arrastrándome al lado de mi avión. Maldigo a esta piedra que no me deja descansar, que no permite que mi alma se pierda en el olvido, no me permite haber muerto ese día y desaparecer, no ser nada, no seguir deseando bombardear vuestras tierras, vuestras casas, a vuestros hijos. Arrasar todo este país, envolver vuestras vidas en fuego purificador. Sólo espero que un día podamos levantarnos de las tumbas para acabar lo que comenzamos.

  3. admin

    Compasión

    Decir lo siento es imposible cuando estás lleno de odio. No al principio, claro. Entonces todo iba deprisa, instrucción acelerada a unos chiquillos dentro de un uniforme que les venía grande. La primera vez que subí a ese cacharro pensé que me quería matar, que sería incapaz de domarlo, cada tornillo crujía y se quejaba y volar parecía un milagro, era muy fácil perder la sustentación por la inexperiencia o porque aquellos cacharros malhumorados venidos del frío necesitaban nervios para ser pilotados. Tampoco luego, en el frenesí de la lucha, donde solo te guía el instinto y la buena suerte, eres un autómata que responde a impulsos, los sentimientos no tienen cabida, noches sin dormir y un cansancio eterno y la ansiedad de saber que tu destino dependía del lanzamiento de una moneda, de la casualidad de no estar donde silbaba la bala, la habilidad ayudaba pero no era suficiente, yo aquel día tenía que haber estado en tierra pero no estaba y empecé la caza, un reflejo automático, no fueron los primeros ni los últimos, pero ese día la diosa fortuna me guiñó el ojo y mientras mis compañeros caían en un bombardero absurdo yo ejecutaba una inútil venganza en la que no me sentí un héroe. Después, todo fue a peor. La huida miserable sin apenas esperanza, los campos de concentración en un país extraño que se acabaría convirtiendo en el mío, pero tampoco tenía odio entonces, sí rencor, pero ni siquiera contra las tropas franquistas o no solo, rabia contra el mundo, desde el nacimiento de miseria en miseria un breve momento de esperanza tan corto que fue peor emponzoñando el futuro y me mordía la mano para no llorar en la tienda de campaña al lado de otros desgraciados como yo. Rabia por estar siempre en el lado equivocado de la historia. Pero no sabes cómo sales adelante, soportas el hambre y el frío, te sacan de la desolación y entonces sí, te enteras de lo que hicieron esos cabrones y te llenas de odio, y te alegras de haber matado a algunos de ellos y te jactas en los bares cuando llevas unas copas de más. Querían un mundo nuevo donde vosotros no existierais. El odio se queda dentro, duro como una piedra, y salta a cada instante, cuando ves asomar a los ojos el desprecio, como te hicieron a ti tantas veces, y te enfadas, y gritas y vociferas. A veces algún amigo te dice que no es para tanto y entonces el odio arde en tu mirada y callas las voces tú no sabes lo que es eso tú no tienes derecho a hablar. El viento va haciendo su labor constante alisando los dientes de la montaña, es posible que fuera la edad, o la experiencia, la juventud que desaparece. Ya no gritas. Te plantas, siempre frente al fuerte que abusa del débil, pero con una firmeza sin estridencias, tranquila. El perro se ha amansado y callas, porque tú sabes la verdadera razón y es que no quieres ser como ellos, cachorros del odio, combatirlos siempre, no permitir que se salgan con la suya por supuesto, pero no quieres ser un perro rabioso y un día te despiertas y te das cuenta de que te dan pena, ciegos como topos, la sangre envenenada sin felicidad posible. Nunca has sido religioso pero ahora entiendes la compasión, pobres animales asustados presas de su propio miedo, terribles, infames, pero dignos de lástima. Aprovechas las vacaciones para acercarte a la lápida de aquel que derribaste un día, lo siento, le susurras, es posible que fueras una buena persona, un chiquillo asustado como yo enviado a la muerte por personas sin escrúpulos, pero no importa si fuiste un imbécil que creía en la superioridad de la raza, un tipo despreciable, también lo siento, es una sensación extraña, pero no te importa, porque lo ves todo más claro, y estás en paz.

  4. Julián

    LA BUENA EDUCACIÓN

    -Abuelo, abuelo, ¿te gustan estas flores?
    -Si, Sophie, son todas muy bonitas, coge también esas rojas, las amapolas.
    -Maman, regarde ces fleurs!
    -Très bien Sophie, tu peux faire un bouquet de fleurs. Papá, creo que es hacia allí.
    -No, hija, no. Está más al norte, hacia esos viñedos, debe de estar detrás de ese montículo.
    -Será hacia donde tu dices Papá, pero el año pasado estoy segura que fuimos hacia allí.
    -Que no, hija, no voy a olvidarme donde está, aún no, con 80 años no soy un viejo inútil.
    -Venga Papá, no digas tonterías y cógete de mi brazo que estás andando muy deprisa.
    -Maman, maman tu aimes ces fleurs?
    -Deberías hablar a tu hija en español, que va a perder el idioma y eso es algo que nunca te perdonaré.
    -Papá, vivimos en Toulouse ¿en qué idioma quieres que le hable?…además Sophie habla español perfectamente.
    -¡Mira hija! ¡Ves como tenía razón! ¡Ya la veo desde aquí! ¡Alli, alli!. ¿Lo ves?
    -Papá, no corras que está haciendo mucho calor.
    -Mira qué lástima, alguien la ha roto ¡maldita sea!
    -Esto debe ser cosa de los chavales del pueblo.
    -A mi me da que es alguien mayor y con menos dedos de frente.
    -Sophie, laisse les fleurs ici en faisant attention.
    -Abuelo, explicanos quien fue Fri-ed-rich Wwwin-de-muth.
    -Friedrich…a mi también me gustaría saberlo…
    -Papá, siéntate debajo de este árbol en la sombra.
    -Venga abuelo, por favor, explícanos la historia del alemán.
    -Venga Papá, yo también quiero escucharla una vez más.
    -Ya estaba acabando la guerra. Era de madrugada y todo el mundo estaba durmiendo. Esa noche me había tocado estar de guardia, fue un mes de febrero muy frío. Estaba amaneciendo cuando oímos a lo lejos el motor de aviones y dimos la alarma.
    -Abuelo, ¿cómo se da la voz de alarma?
    -Pues levantando de la cama a todo el mundo, estirando la manta y gritando, como te levanto a ti cuando tienes que ir al colegio.
    -Jajaja abuelo…¡no me hagas cosquillas!…
    -Corrí a mi avión y despegué rápidamente. Ese es el momento más peligroso porque vas en línea recta y eres un blanco fácil.
    -¡Bravo! Abuelo. ¡Qué valiente!
    -Fui el único que pudo despegar, los otros pilotos no tuvieron tiempo de llegar a los aviones. Entonces perseguí a los aviones para defender el aeródromo.
    -¿Por qué no te fuiste abuelo?
    -Porque estaba atacando a mis amigos, Sohipe. Tú tampoco dejarías a tus amigos solos. ¿verdad?
    -No, claro que no.
    -Sus aviones atacaron el aeródromo donde al menos había 30 aviones. Yo derribé un avión y vi como el piloto saltaba en paracaídas.
    -¿Ese es Fri-e-de-rich?
    -No Sophie, ese no. Porque consiguió saltar y salvó su vida. Fue el segundo al que perseguí y derribé que no tuvo tiempo de saltar y cayó con el avión.
    -Oh, pobrecito.
    -Así es Sophie, podría haber sido yo.
    -¿Por eso le traemos flores?
    -Si, estoy seguro que le gustaría que nos acordemos de él, pero sobre todo para que nadie olvide esta historia y que nunca más vuelva a suceder una barbaridad como esa.
    -Abuelo, yo nunca más me pelearé con nadie.
    -Eso es Sophie, hay que hablar para entenderse y nunca, nunca pelearse con nadie.
    -Venga Papá, vamos yendo que el coche está lejos y no llegaremos a comer.
    -Auf Wiedersehen Friedrich, adiós, hasta el año que viene.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba